Analítica16 enero, 2024
La democracia transita una crisis global, a pesar de sus claras ventajas en términos de valores, inclusión y transparencia. Latinoamérica parece ser epicentro de una diversidad de fenómenos que evidencian su debilidad.
Lo ocurrido recientemente en Guatemala y Ecuador son reflejos evidentes. En el país centroamericano una clase política enquistada ha colocado diversos obstáculos para impedir el cambio político aprobado por los ciudadanos cuando escogieron como su presidente a Bernardo Arévalo, quien, no obstante pudo tomar posesión, tras la presión ciudadana.
En Ecuador la situación tuvo otro tenor, se trató de la desestabilización de la institucionalidad producto de una gestión ineficiente de la seguridad ciudadana con instituciones penetradas por las redes criminales. En este caso, las fallas gubernamentales hacen tambalear el sistema y lleva a algunos a pensar que las salidas de mano dura, con poco aprecio de los derechos humanos, como el caso salvadoreño, constituyen alternativas viables ante la gran vulnerabilidad en la que se encuentra el ciudadano común.
Lo importante es que sucesos como estos se encuentren a ciudadanos con un real aprecio por el sistema, que se sientan empoderados para detener las arremetidas desestabilizadoras, que reconozcan que el Gobierno no podrá ser el mejor, pero que está en sus propias manos cambiarlo por la vía constitucional. En ese sentido, es urgente el refuerzo de la educación orientada a la difusión de valores democráticos y que la gente no perciba a las fallas como razones para acabar con el único sistema que es capaz de escuchar y acoger su clamor.
Tomada de: Analítica
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