Una situación de emergencia necesita soluciones de emergencia. Las crisis, en la medida en que crecen y tienden a desbordarse, requieren de un esfuerzo especial que las contenga y acabe. Si usted está en el gobierno, manejando el timón, debe saber que es así.
No cabe otro proceder, si se toman en serio las funciones de administración de la sociedad y se está realmente ante un problema de grandes proporciones. Pero, ¿qué sucede cuando se anuncia la existencia de una crisis generalizada y no se hace nada sino hablar en cadena pura pistoladas?
Maduro ha venido asustando a la población con un decreto que, desde hace días, daba vueltas en su mesa de trabajo hasta que ayer, por fin, parió la abuela. A ese ritmo de morrocoy artrítico, las medidas que son necesarias para arreglar los entuertos gravísimos que el mismo Maduro ha provocado nunca podrán ser puestas en práctica.
Estamos, y lo dice el mundo entero, al borde del precipicio económico y de la hambruna generalizada. Se trata de situaciones extremas frente a las cuales un presidente serio no puede dedicarse a pasear en bicicleta o a mirar comiquitas. Hay que enseriarse, no seguir jugando a las escondidas y a la fabricación en serie de mentiras y promesas estrafalarias.
No es el momento para estar engañando a un pueblo noble y pacífico pero hambriento por culpa de un grupito de civiles y militares que no supieron manejar el suministro de alimentos y medicinas. Hoy, con este nuevo decretazo de Maduro, no van a revivir las decenas de niños que murieron por falta de un medicamento que podía ser adquirido fácilmente si el oficialismo no se hubiera robado los dólares.
Nadie duda de la existencia de una crisis aguda. Forma parte del paisaje cotidiano y de la atmósfera que la sociedad respira, se resume en las colas infinitas que padecemos para buscar alimentos y medicinas, y se multiplica en la expansión brutal de la criminalidad.
Pero, ¿se tiene la seguridad de que el régimen sabe cómo paliar la situación, después de estudiarla con pericia y paciencia? Si juzgamos por el postín que Maduro y su gabinete se han dado para anunciar este parto de los montes, pues no dudamos que tendrá el mismo destino y la misma suerte de todos los actos administrativos que Maduro anuncia y no cumple, y si por casualidad los cumple es tal el enredo que se arma en el transcurso de su implementación que al final quedamos engañados y en peores condiciones.
Maduro y sus colaboradores deben aprender la lección de una vez por todas y considerar que los problemas no solo incumben a la colectividad que los sufre sino también, y especialmente, al gobierno que los debe eliminar y no sabe cómo hacerlo porque son ineptos, torpes y avariciosos.
Pero hay un motivo capaz de explicar el insólito postín, la renuencia en tomar al toro por los cuernos. Un motivo político, desde luego. El régimen quiere aprovechar la crisis para extender su poder y llenar de nuevos escollos el camino de la oposición para la celebración del referendo revocatorio.
Fuente: El Nacional
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