El papa Francisco le ha dado una gran alegría a Venezuela. Ha designado cardenal al arzobispo de Mérida, Baltazar Porras Cardozo, un destacado representante de la jerarquía católica en nuestro país y un ciudadano preocupado por el bien común.
Si la Iglesia Católica, a través de su Conferencia Episcopal, ha desempeñado un papel esencial en la búsqueda de soluciones para la crisis que nos agobia, el flamante cardenal ha sido uno de los promotores de una participación de los obispos que no ha sido frecuente en nuestra historia.
Debemos destacar ahora, en primer lugar, la carrera sacerdotal del nuevo purpurado, quien ha hecho un trabajo sin sombras desde sus inicios como cura de pueblo. Desde su entrada al orden sacerdotal, el padre Porras Cardozo se ha movido sin escándalos en un oficio que lo ha conducido a cargos de gran responsabilidad, hasta llegar al episcopado con general beneplácito. Es, por consiguiente, uno de los prelados más dignos de encomio en la grey venezolana. Buena parte de sus méritos se advierten en su formación intelectual, iniciada con honores como doctor de Salamanca y demostrada a través de libros y folletos dignos de atención.
Entre sus obras de mayor significación destaca la modernización del Archivo Arquidiocesano de Mérida, organizado ahora con seriedad profesional y enriquecido por una serie de publicaciones que han divulgado con coherencia la memoria regional. De allí su designación como miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia. Si se agrega a esta actividad su papel docente en la formación de seminaristas y sus vínculos con la Universidad de los Andes, estamos ante un esfuerzo intelectual de especial significación.
De su preocupación por los problemas de la sociedad se encuentra sobrada evidencia en su presidencia de la Conferencia Episcopal, que lo convirtió en figura nacional. El tránsito del nuevo cardenal no se confina en los límites lugareños. Ha logrado influencia en todos los rincones del país y ha movido a sus pares hacia una participación decidida contra las injusticias provocadas por el régimen. No olvidemos su participación cuando ocurre el llamado Carmonazo, a través de la cual se advirtió una presencia capital en el desenlace de un episodio tormentoso que todavía provoca polémicas.
Cuando Francisco lo viste de púrpura, reconoce su actividad relacionada con la política, le da un espaldarazo a su empeño por un cambio positivo en Venezuela. La posición de Roma ante la crisis que padecemos se traduce en el cardenalato de Baltazar Porras Cardozo.
También el Papa reconoce la importancia de la diócesis de Mérida, una de las más importantes de la catolicidad venezolana. En consecuencia, hay motivos particulares y motivos generales para regocijarse con la llegada del nuevo miembro venezolano al Colegio Cardenalicio. El Nacional, que lo ha tenido como uno de sus colaboradores más constantes y respetados, como una respetable fuente de consulta y apoyo, se une a una mayoritaria alegría por el enaltecimiento de un compañero de ruta.
Fuente: El Nacional
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