Muy probablemente entendieron esa presencia en el sentido de que les vendrían peores tiempos con unas Farc legitimadas en Colombia y más guapas y apoyadas por el gobierno de Maduro, un hombre de La Habana, de los Castro, y gran amigo de las Farc, que ha seguido la política de Chávez de darle apoyo y protección a este grupo guerrillero
Históricamente Venezuela incide en las elecciones en Colombia y viceversa. Basta observar como los electores colombo- venezolanos eligen a los alcaldes de Uribia, Maicao y otros municipios fronterizos colombianos e, igualmente, escogen a los burgomaestres de los municipios Guajira, Mara y Rosario de Perijá, en territorio venezolano.
Van y vienen en caravanas por las trochas, los caminos verdes, convertidos en verdaderas autopistas electorales en tiempos de elecciones en cualquiera de los dos países.
En esos 2.219 kilómetros de frontera común colombo-venezolana y desde los inicios del gobierno de Hugo Chávez Frías, tienen las FARC un territorio más amplio y seguro para actuar que en San Vicente del Caguán porque gozan de la protección del gobierno de Nicolás Maduro, tal como antes fueron amparados y apoyados sin disimulo alguno por el difundo presidente Chávez Frías.
Chávez recibía en el propio Palacio de Miraflores y en calidad de diplomáticos a los jefes guerrilleros de las Farc, a pesar de que en ese momento eran considerados terroristas, asesinos. Los estimulaba a seguir la guerra y para nadie es un secreto que el cambio de compra de armamento en Venezuela, de los AK-47, obedeció al propósito de fortalecer el parque de armas de la guerrilla.
Una de las evidencias más convincentes de esta alianza fue la furia de Chávez a raíz de la muerte de Luis Édgar Devia Silva, alias Raúl Reyes, al extremo de que calificó esa muerte de "cobarde asesinato", guardó un "minuto de silencio" en su honor, movilizó tropas a la frontera y hasta rompió las relaciones diplomáticas con Colombia, país gobernado en ese momento por Álvaro Uribe.
Los colombianos residentes en los municipios fronterizos saben perfectamente que en el 2016 las Farc dominan ese eje de la línea colombo –venezolana, hecho que les permite actuar libremente en Colombia donde entran, cobran vacunas, matan y salen a protegerse a los santuarios guerrilleros existentes en Venezuela, resguardados por la Fuerza Armada Nacional venezolana.
Por ello, a esos ciudadanos colombianos no les agradó para nada ver a Nicolás Maduro en el acto de la firma del acuerdo de paz. Fue una mala señal observar en un convenio de paz a un hombre que les ha declarado la guerra, los ha vilipendiado y negado el paso hacia Venezuela, país con el cual tienen lazos comerciales, fraternales y familiares.
Muy probablemente entendieron esa presencia en el sentido de que les vendrían peores tiempos con unas Farc legitimadas en Colombia y más guapas y apoyadas por el gobierno de Maduro, un hombre de La Habana, de los Castro, y gran amigo de las Farc, que ha seguido la política de Chávez de darle apoyo y protección a este grupo guerrillero. Además, Maduro cuenta con las Farc para el caso de que en un momento determinado la FAN de su país se le voltee y decida retirarle su apoyo.
Cansados de que este grupo guerrillero los agreda, les cobre vacunas y viva la dolce vita a pocos kilómetros de distancia, en territorio venezolano, sencillamente optaron por la conducta más sensata: negar el apoyo al acuerdo de paz y votar No en el plebiscito, acto cuyo trasfondo político es, también, negarle el respaldo al presidente de Venezuela, un gobernante nacido en Cúcuta, Colombia, que curiosamente odia a sus compatriotas colombianos.
Periodista y analista político independiente
Fuente: TalCualDigital
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