Abril 05, 2022 // Francisco Sanabria Rotondaro
Estamos inmersos en un cambio global significativo. De alguna forma hemos entrado de nuevo en el ciclo de “guerra fría” con conflicto armado focalizado. Esto ha ocurrido varias veces desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, deben considerarse estratégicamente los cambios geopolíticos en lo próximo a la empresa.
El continente europeo ha sufrido numerosos conflictos, que, dependiendo de la fuente, podemos totalizar 13 grandes en los últimos 700 años. Por consiguiente, no es de extrañar una guerra europea, sino mas bien es como inherente a la realidad de Europa.
Esta disputa se complica al estar en lugares de importancia energética y alimentaria neurálgicas para Europa misma y los continentes vecinos. El petróleo, el gas, el trigo, el aceite, algunos minerales útiles en manufactura, tienen su origen o el paso por Ucrania. En el caso por ejemplo del gas, la UE depende en un 36% de Rusia. Ante un próximo aplacamiento de la confrontación, es difícil pensar en que esa oferta pueda de nuevo insertarse con facilidad.
El efecto colateral de contagio para la disfuncionalidad puede afectar varios commodities y productos terminados de diversos sectores productivos. Quizás lo más significativo es el trigo y sus derivados a escala global y el gas en el contexto de la UE.
En particular, Venezuela como enclave de producción de energía (baja en la actualidad, pero con enorme potencial) y hasta ahora altamente dependiente de las importaciones para lograr el abastecimiento de muchos bienes y servicios, se enfrenta a un entorno particularmente desafiante.
Se ha logrado a través de una aproximación heterodoxa un ajuste macroeconómico y microeconómico de dimensiones notables: pareciera que estamos en los ciclos finales de la hiperinflación con una salida en proceso; un ajuste cambiario que sustituyó casi absolutamente toda acumulación de riqueza con un ajuste de alrededor de 80% del PIB ya reversado por un crecimiento también en proceso; una reubicación de los protagonistas de la actividad económica donde amplios sectores ya no son competitivos, han sido desplazados y otros muchos deben adaptarse a una realidad de competencia y mercados diferentes a cualquier momento pasado.
En particular tenemos fenómenos importantes en esta nueva realidad como lo es que el costo financiero ahora es un factor a considerar en el proceso de producción de bienes y servicios, para aquellos que puedan tener acceso al mismo.
Por ello, hay que dimensionar la petición de mayor financiamiento para el sector productivo que ahora no pueda trasladar sin efectos sobre la demanda los costos financieros mayores. Ante esto, la teoría de la preferencia de no endeudarse, común en la literatura, pero ajena a la cultura local, puede dar sorpresas en cuanto a la oportunidad de endeudarse y complicar la existencia de la empresa en un mercado de poco poder adquisitivo.
Pareciera que la visión de las autoridades apunta a empoderar la capacidad de compra de la gente con endeudamientos a nivel detallado y no corporativo, en función de tener mejor diversificación del riesgo y un impacto de mejores posibilidades de repago. En este punto es crítica la preparación del sistema bancario para gestionar este tipo de crédito.
En esta realidad la estrategia para aprovechar esta circunstancia pasa por establecer los mejores mecanismos para conocer las necesidades del cliente y procurar acceder a ellos directamente en la medida que sea posible. Las consignaciones o acumulación de inventarios en puntos de venta pueden resultar contraindicadas por el costo financiero de oportunidad elevado de esa mercancía para las empresas.
Un segundo aspecto critico es lograr el aseguramiento de materia prima en precios estables dentro del entorno global planteado. Esto abre oportunidades significativas a productores nacionales que, por medio de contratos de suministro, de gestión de cadenas logísticas estables, procuren el acceso a fuentes de insumos diferentes a la opción más económica, ya que el criterio que debe prevalecer es el aseguramiento de suministros con calidad y periodicidad correctas.
Evidentemente, la oportunidad de las compras debe estar enmarcada, en que los momentos más neurálgicos, en la formación de precios en los productos internacionales afectados por el conflicto han de tener una respuesta no instantánea, pero si en un plazo razonable, lo que limitará el impacto en los que gerencien mejor la coyuntura. Comprar oportunamente esperando el momento exacto es mejor que comprar mucho para abastecerse con malos precios.
Es importante resaltar lo que antes hemos mencionado: ya no hay niveles de inflación interna que admiten el traslado ineficiente de precios a los productos. Los márgenes deben ser menores ante la estabilidad macroeconómica vigente y la productividad debe ser la bandera para obtener mejores resultados, ofrecer inteligentemente más con el menor precio posible.
Otro aspecto importante es la gestión transaccional monetaria. Las necesidades fiscales en cuanto a un mecanismo de recaudación expedito y localizado con impuestos transaccionales tipo IVA y de transacciones financieras, causan una reacción contraproducente en los generadores de impuesto, lo cual ha sido explicado hasta por el propio creador de tal idea como fue James Tobin, quien, luego no recomendó la aplicación de tales mecanismos de recaudación.
Por ello, utilizar moneda local es obviamente la decisión razonable, mezclado con las cuentas custodia en divisas y la posibilidad de acceder a mecanismos que permitan el manejo internacional de las monedas diferentes al Bolívar. Varias entidades financieras locales proveen de una solución al respecto.
Entonces si ante la coyuntura global las empresas logran adaptar sus procesos logísticos con diferentes aproximaciones a las tradicionales o complementándolas, en función de lograr la menor volatilidad en los precios en el corto plazo y acuerdos para pasar el puente de la turbulencia por los déficits de oferta temporal , que minimice el traslado a precios de los costos adicionales con mayor productividad, y que establezca los mejores mecanismos transaccionales que permitan la adecuada planificación fiscal, tiene un buen chance de lograr éxito en la turbulencia.
– El autor es Master en Administración y Finanzas, consultor y docente universitario.
Tomada de: Banca y Negocios
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