JO-ANN PEÑA ANGULO / IDEAS EN LIBERTAD 10MAY2020
El descontento por el presente contiene una adoración por el pasado. Este disgusto, nos cuenta el historiador Isaiah Berlin, bifurca el comportamiento del hombre. Debido a esto, introduce en su vida prácticas del pasado idealizado y la crítica perenne al presente, entendido como degeneración del pretérito anhelado.
La tesis de la evolución lineal de la humanidad a un estado ideal, sublime y perfecto, es su principio. En esta imagen sin embargo, se halla la línea inexorable de los hechos, con una dirección no necesariamente progresiva del devenir. Expresa Berlín:
“no tenemos que creer que estamos acercándonos de forma gradual a alguna meta “deseable”, como quiera que definamos lo deseable; pero estamos persiguiendo una dirección definitiva e irreversible[1]
Esta idea unidireccional impide ver los escenarios inevitables, en los que se desenvuelve el hombre. Realidades que escapan de su intervención pero que ocurren igualmente. Se habla entonces de las leyes inexorables de la naturaleza y los contextos, en cuyo continuos movimientos se halla el hombre, pueda o no intervenir en ellos.
En los escenarios que puede hacerlo, las acciones humanas parecen estar sujetas en sí mismas a leyes. Los defensores de esta idea esbozan sus argumentos: “nosotros mismos estamos determinados totalmente por el pasado, que nuestra conducta es en principio enteramente calculable y que nuestra libertad de intervenir en los procesos naturales es realmente ilusoria”
Nada parece poder hacer el hombre frente a este determinismo temporal. Es el pasado inexorable, la carga genética que configura el devenir. Este principio, quizás sea, el que atribuye una lógica a la añoranza excesiva de los hombres por el pasado.
Este sentimiento se traslada de lo individual al ámbito histórico de la nación. No importa lo que se haga, el pasado de un país dirigirá su destino y el de sus ciudadanos. Nos enfrentamos así a un estado predecible y calculable de la realidad. “Somos así”, es la frase predilecta para iniciar y terminar los debates sobre el comportamiento histórico. No hay espacio aquí, para historiar las especificidades de sus circunstancias sociales. Las generalizaciones pasan entonces a copar la prospectiva ya escrita.
El libre albedrío, parece no tener sentido, en un mundo dominado por el triunfo del pasado. De este modo, el enfado con el presente es justificado por la ineludible dependencia histórica. El pasado anhelado, odiado o amado, es el inicio del devenir.
Desde este punto, se entiende la molestia de algunos hombres con su presente. Solemos acusarlos de anticuarianismo romántico, de retrógrados y fanáticos, nos dice Berlín. Se les acusa además de pretender romper con la causalidad histórica. Se desconoce sin embargo que cada uno de estos señalamientos, se amparan en la inexorabilidad de las leyes de la naturaleza, cuando referimos a “la lógica de los hechos” o a “la marcha de la historia”. Al respecto, Isaiah Berlin expresa:
.”..inexorables, proclives a tomar su rumbo cualesquiera que sean los deseos o anhelos de los seres humanos, un proceso inevitable al que los individuos deben amoldarse, puesto que si lo desafian, perecerán; que, como los hados en el verso de Séneca ducunt volentem… nolentem trahunt [2]
Esta inevitalidad acompaña a la historia definida en la interacción del hombre con los procesos propios de la naturaleza, desde aquellos en los que no puede intervenir, como los eventos astronómicos hasta aquellos que estudiados por las ciencias humanas, manifiestan su participación. En estos últimos, es su acción consciente e inconsciente, la que permite espacios realizables para los asuntos sensibles y las necesidades humanas, pero incluso en este plano, el pasado inexorable parece condicionar su futuro. Es decir: el hombre a pesar de sus anhelos e intenciones se desenvuelve en un universo, cuya imagen expresa Berlín, es calculable. Esto parece ser inevitable.
Efectivamente, a pesar de las acciones y decisiones humanas en los asuntos que le conciernen, los hechos y procesos no siempre cumplen lo anhelado y planificado. De allí, que se hable de leyes ¿De qué leyes hablamos ? El historiador inglés afirma:
“Podemos no saber a qué leyes obedece la evolución social, ni los precisos factores causales que actúan entre la vida del individuo y la del “hormiguero social” al que pertenece, pero podemos estar seguros de que existen tales leyes y factores[3]
El carácter inexorable de la historia se presenta ante nosotros, historiadores y no historiadores. No solo el pasado es inexorable. Los hechos y procesos que se mueven en el espacio tiempo también lo son, incluso con la presencia del hombre.
Ahora bien, no referimos que el hombre no tenga la posibilidad de decidir y actuar sobre los hechos de su temporalidad. Admirar el pasado y reconocerlo es muy distinto al deseo de reproducirlo en cualquier historia del presente.
¿Hablamos acaso de la historia como una ilusión o de la ilusión de la historia cuando pretendemos intervenir en su devenir? La respuesta negativa a esta pregunta se centrará en el principio del hombre como centro y hacedor de la historia.
Ante procesos inevitables como el pasado, el caos y la muerte, oportunas las palabras de Isaiah Berlín sobre la inexorabilidad:
“Y se entiende que este sentido de lo que corresponde a cada lugar, de lo que no puede haber ocurrido frente a lo que sí pudo, implica la noción de un proceso irreversible, donde todo pertenece a la etapa que le corresponde y está “fuera de lugar” o “fuera de tiempo” si se inserta erróneamente en el contexto equivocado[4]
Parece el.pasado marcar la ruta. Sucede esto cuando se sigue definiendo la historia como aquella -sea como disciplina social o como rama de la literatura- que estudia los hechos del pasado. Se comprende en esta premisa, por qué algunos países insisten más que otros, en buscar en los hechos pasados, la responsabilidad de lo que son hoy en día. ¿Para esto es que sirve la historia? ¿Qué error cometen aquellos historiadores que solo piensan en el pasado sin proyectar las posibilidades del presente y futuro?
Las incertidumbres históricas son inexorables. En ellas, las acciones de los hombres se mueven entre lo conmensurable y lo inconmensurable y allí se hace presente lo inexorable.
Referencias
[1] Isaiah Berlin, p. 31.
[2] Ibid, p. 27
[3]Ibid, p. 30
[4]Ibid, p. 30
Imagen: Obra “Living in the Past” de John George Brown
Tomada de: Ideas en Libertad
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