miércoles, 9 de septiembre de 2015

¡Alto ahí, mi sangre!/Editorial El Nacional miércoles 09sept15


No son inescrutables los designios del cogollo rojo y verde oliva que fingidamente conduce un mandatario civil con arrestos de guapo de barrio. Por el contrario, pasan los días y vemos cómo el presidente y su entorno continúan echándole leña al fuego de la frontera caliente, buscando lo que no se les ha perdido y ojalá no lo consigan ni por asomo, no vaya a ser que los paisas, cansados de tanta retrechería, arrogancia y maltratos, le den vuelta a la tortilla y entonces sí se podrá armar un zaperoco.


No el que persigue el gobierno para sacarle el cuerpo a la alternativa electoral, sino uno más serio, de padre y señor nuestro, que quizás derive en acciones armadas previsiblemente desastrosas para propios y vecinos, a consecuencia del dispendio irracional en juguetería bélica. Pero el desarrollo de los acontecimientos revela que, en el cierre de la frontera con Colombia, ha privado algo más que la pretendida seguridad nacional.

Desde hace meses, las autoridades estadounidenses venían manifestando preocupación ante una avalancha de médicos cubanos que, fugados de Venezuela, permanecían en territorio neogranadino. Al respecto, Solidaridad sin Frontera informó en Miami “que al menos 1.000 profesionales de la salud cubanos estaban varados en Colombia. Se trata de especialistas que han huido de Venezuela, donde prestaban sus servicios, y que ahora buscan refugio bajo el programa estadounidense conocido como Cuban Medical Professional Parole”.

El drama de quienes están hartos del “mar de la felicidad” y buscan, a través de nuestro país, una vía de escape hacia un futuro más promisorio que el de hacer colas para recibir una ración de patria en vez de alimentos, que arriesgan incluso su integridad física a cambio de mejores condiciones de vida, pasó a ser ahora un problema para las autoridades venezolanas. En el cierre fronterizo se deslizó la mano peluda de los Castro, que saben de la existencia en Venezuela de una red de apoyo formada por voluntarios que facilitan la fuga de cubanos descontentos. Cúcuta era la puerta de salida hacia la libertad.

El gobierno bolivariano tiene una nueva misión asignada por La Habana: vigilar y controlar a los cubanos, porque el G-2 no se da abasto para atajar tanto descontento. Caracas quiere ponerle coto a la deserción, sin importarle que sus decisiones impliquen ingentes perjuicios a la población fronteriza.

La Misión, bautizada tal vez con el nombre de “¡Que no se vaya nadie!”, está en marcha, camuflada con acciones que han puesto la reputación internacional del gobierno en su más bajo nivel histórico.

“Nos vemos forzados a convertirnos de médicos a inmigrantes por culpa de personas que llevan 55 años en el poder”, declaró al Miami Herald uno de los tantos profesionales que en estos días llegó a Florida.

Es el drama de los “médicos de exportación” que Cuba utiliza como mano de obra esclava para obtener divisas de regímenes autoritarios como el de aquí, aunque ya no hay petrodólares para eso: solo hay patria... y de vaina.
Fuente: El Nacional

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