jueves, 5 de agosto de 2021

Niurka Camacho / Editorial El Nacional jueves 5ago2021

 

Por El Nacional -agosto 5, 2021

Entre todas las cosas que deben ocupar la atención de los venezolanos, entre todos los temas que pudieran tratarse en este editorial o en cualquier otro medio de comunicación, la muerte de Niurka Camacho, una niña de 15 años de edad que en vano esperó un trasplante de riñón en el hospital J. M. de los Ríos, debe ser prioridad.


Niurka tuvo la valentía de participar el 30 de junio en una audiencia que preparó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para conocer la situación de los niños en ese centro de atención médica. “En el hospital ha sido muy difícil porque he visto a muchos compañeros fallecer a la espera de un trasplante. Es difícil porque no quiero que a mí me pase lo mismo. Pido que reactiven los trasplantes, que por favor se haga algo. Quiero una mejor calidad de vida”, dijo en esa oportunidad.


Ella era una de los 12 niños que esperaban una intervención de este tipo y que no pueden entender la razón, si es que la hay, de que se haya paralizado el proceso. Ellos y muchos otros enfermos del hospital reciben ayuda de organizaciones como Cecodap, Prepara Familia, Acción Solidaria, Red por los Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes, entre otros.


De Niurka se conoce la historia por esta intervención, y porque las ONG no descansan para tratar de hacer visible una tragedia como la que viven diariamente estos venezolanos y sus familias. No hay trasplantes, no se procuran órganos, tampoco hay medicamentos ni tratamientos.


Ni siquiera puede hablarse de un caso aislado, que tampoco se justificaría, pues el J. M. de los Ríos siempre tuvo respuestas para los niños que necesitaban asistencia médica. Eso, antes de que este régimen hiciera de todo para destruirlo.


La Fundación de Ayuda a Niños con Cáncer de Carabobo da otra terrible noticia: 38 niños con la enfermedad han fallecido desde enero hasta julio de 2021. Se trata de un poco menos de la mitad de los que tienen inscritos y a los que les facilitan ayuda. “Uno no halla a quién pedirle, además de Papá Dios, para que haya un cambio de actitud en los líderes de este país”, se lamenta Virginia de Bolívar, directora de relaciones públicas de la institución.


La tragedia se repite. Un diagnóstico de cualquier tipo de cáncer de un niño cuya familia tiene pocos recursos es una sentencia de muerte, porque los tratamientos son demasiado costosos y el régimen no se ocupa de suministrarlos. Se trata de uno de los deberes que le asigna la Constitución a un gobierno, ser garante de la salud.


Estos niños están a merced de la buena voluntad de los que colaboren con estas ONG que muchas veces logran salvar vidas. Pero no dejan de repetirse las historias con finales dolorosos como la de Niurka o de cualquiera de estos pequeños a quienes se les vulneró su derecho a la vida.


Hay que detenerse y poner atención a estas noticias, porque esto es lo que debe hacer que el venezolano despierte y entienda que no podemos aguantar más. Estamos en deuda con nuestros niños.

Tomada de: El Nacional

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