Por El Nacional -agosto 4, 2021
Ya el virus recorrió el mundo y volvió a Wuhan, China, el lugar de donde salió hace 14 meses. La humanidad entera ha cambiado, hay nuevos ritmos, la sociedad vive de otra manera, pero en Venezuela todo sigue igual. El régimen volvió a jugar con la salud del pueblo y metió a la mayoría en una trampa rusa de la que no puede salir.
El gobierno de Putin se apresuró a anunciarle al mundo que tenía una vacuna en contra del covid-19 y desde entonces en Miraflores comenzaron a saltar de alegría. ¡Bingo! deben haber exclamado, pues para ellos representaba un negocio redondo. Compraron las que pudieron y se llenaron de promesas que repitieron como loros. Pero no vamos a ser tan severos, lo mismo sucedió en países como Argentina.
El asunto es que los despachos de la Sputnik V comenzaron a llegar con cierta regularidad. Antes que la Sinopharm. Entonces el régimen, haciendo creer que tenía todo bajo control, decidió que la rusa era para los mayores de 60 años de edad y la otra para los más jóvenes. Pero, como siempre que se depende de terceros con pocos escrúpulos, los envíos se hicieron más escasos porque no hay suficiente producción. Como si se tratara de un juego y no de un asunto de vida o muerte.
La consecuencia es que en Venezuela algunas personas recibieron ya la primera dosis de la Sputnik, pero no tienen idea de cuándo estará disponible la segunda. Se trata de una inmunización en dos partes que no son idénticas, por lo que no hay manera de completar el tratamiento si no llegan las segundas. Y mientras tanto, corren los 90 días de su vigencia.
Tampoco hay muchas vacunas chinas. Lo que empezó con mucho ruido ya ni siquiera se oye. Eso es lo que ha llevado a la infectólogo Patricia Valenzuela a afirmar que el régimen no podrá alcanzar la meta de vacunar a 70% de la población para finales de año.
Habría que aplicar 350.000 dosis diarias para lograr el objetivo. Pero en vez de buscar hasta debajo de las piedras aunque sea la segunda dosis de la Sputnik, el régimen sigue con la parranda de la cuarentena. Hace tiempo que es un relajo. Basta con salir a la calle un día “radical” para darse cuenta de que nadie le hace caso a lo que los personeros rojitos anuncian todos los domingos.
La única esperanza para aumentar el número de inmunizados es que lleguen las vacunas del Covax, lo que se hizo posible gracias a la presión pública. Después de tantas excusas y de culpar a otros de su inacción -cosa que no es de extrañar-, Miraflores se vio obligado a pagar. Esto solo nos confirma una vez más la indolencia con la que Maduro y compañía tratan la crisis sanitaria del país.
Ante este panorama, como bien lo dice la médico Valenzuela, hay que seguir cuidándose en la calle, aunque no se tengan directrices razonables y responsables de parte del régimen. Somos el país con menos cobertura en contra del covid-19 y lamentablemente no tenemos unas autoridades que se preocupen por el bienestar de los ciudadanos. Así que no bajemos la guardia y protejámonos unos a otros.
Tomada de: El Nacional
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