LEONARDO OSORIO BOHÓRQUEZ / IDEAS EN LIBERTAD 26JUL2020
Recientemente un grupo de 150 intelectuales publicaron en la revista Harper’s una carta o más bien manifiesto, donde exponen los riesgos que para la libertad de expresión tienen ciertos movimientos o grupos del llamado “progresismo político”, empeñados en censurar todo aquello que les parece ofensivo.
Esto no debería ser tan llamativo a no ser por el nombre de algunos de los firmantes, especialmente Noam Chomsky, un pensador de izquierda y defensor de tales movimientos antisistema, pero que reconoce como a veces se han cometido algunos abusos en función de combatir la discriminación o respaldar a ciertos colectivos.
Si personajes radicales de la izquierda alertan sobre los peligros de la censura, es porque el asunto es más serio de lo que muchos piensan. No es solo una cuestión de los intelectuales de “derecha” o de políticos conservadores, las falacias Ad Hominem están a la orden del día en estos tiempos.
Existen riesgos reales de volver a una época de oscurantismo intelectual, ha habido casos de editores de periódicos o revistas despedidos o que se ven obligados a retractarse por ciertos escritos considerados ofensivos para ciertas minorías o grupos calificados como oprimidos.
Los filtros para publicar libros o proyectar películas en Occidente ya no contemplan tanto la calidad de los productos, sino la representación equitativa o el tratamiento dado a ciertos personajes. El ser acusado de discriminación o insensibilidad ante los derechos de ciertos grupos es un estigma muy fuerte.
Incluso quienes hacen declaraciones públicas para marcar obviedades son estigmatizados. J. K Rowling dijo recientemente que solo las mujeres pueden menstruar y que no se puede obviar el sexo de las personas ni la historia de las mujeres nacidas como tal. Los calificativos que la acusaban de transfóbica no se hicieron esperar, de esa forma cada vez se corren más riesgos al emitir una opinión.
Algunos incluso pretenden retirar los derechos de propiedad intelectual a J. K Rowling sobre sus libros de Harry Potter. Las retaliaciones al trabajo e incluso vida de las personas son muy fuertes por el simple hecho de ejercer el derecho a disentir sobre las ideas de ciertos movimientos.
Entonces la reputación o éxito de algún intelectual o figura pública va a depender mucho de no hacer enojar a ciertos grupos que parecen no estar dispuestos a escuchar opiniones contrarias a las suyas. En todos esos casos no se asume como libertad de expresión o pensamiento, sino simplemente como una defensa a los sectores oprimidos que se ven afectados por ciertas ideas discriminatorias.
El problema es que se pierde la capacidad de discernir, no se sabe distinguir que es un simple desacuerdo sobre ciertas ideas, a lo que en realidad si puede constituir una real ofensa para ciertos sectores o grupos sociales. La carta de los intelectuales advierte sobre esos riegos, sobre todo en el campo de la ciencia y la política son muchos los peligros para la sociedad.
En Estados Unidos y el mundo occidental en general, se ha defendido como parte de la modernidad el derecho a discrepar sobre todos los aspectos de la vida pública y privada. El conocimiento científico avanza por el hecho de tener la libertad de poder refutar o discutir teorías como planteaba Popper.
El mismo Popper advertía sobre los riesgos a la sociedad abierta y sus enemigos,[1] siempre habrá grupos que sobre una base de superioridad moral pretendan imponer ciertos comportamientos e ideas. El socialismo era identificado como una ideología con estas características, hoy con otras retóricas se hace presente nuevamente con la defensa de otros sectores supuestamente oprimidos por el sistema capitalista, patriarcal, racista y occidental.
Esto se hace sin reconocer los avances y progresos logrados en el mundo occidental por esas minorías. En el caso de los intelectuales, estos no dejan de estar influenciados por ideologías que constituyen modas, pero su verdadero deber es ser críticos por naturaleza, no se puede ser selectivo con la manera como se juzga el comportamiento de ciertos grupos.
Si alguien intenta limitar la libertad de los demás a expresar sus opiniones, ya sea una autoridad perteneciente al poder político, o un movimiento social que dice representar a las minorías oprimidas, de igual forma se debe cuestionar cuando tratan de socavar libertades ajenas.
Los compromisos políticos e ideológicos a veces obnubilan el entendimiento, pero los intelectuales y científicos deben ser valientes ante todo, a menudo atreverse a cuestionar el orden establecido pero no desde la lógica del resentimiento. Cuando un académico teme a las consecuencias que sobre su carrera puede tener el hecho de realizar críticas a ciertos colectivos, es muy claro entonces que la libertad está en riesgo de perderse o ya se ha perdido.
Hacia allí apunta la carta de los intelectuales, la censura se está expandiendo cada vez más, y el miedo es un arma de control social. Por ello intencionalmente ciertos movimientos que intentan imponer su agenda, se han dado cuenta de la importancia del dominio sobre los medios de comunicación de masas.
Cine, prensa, televisión, redes sociales, pero incluso en los recintos universitarios, es cada vez más común las limitantes para emitir un juicio de valor sobre ciertas ideologías hoy prevalecientes. Siendo este el caso, se tiene que guardar silencio ante posibles abusos cometidos por ciertas minorías o colectivos.
Los Estados Unidos y Occidente han prosperado entre otras razones por su fuerte defensa de las libertades individuales, incluida la libertad de expresión. Esto ha permitido precisamente la denuncia a toda clase de injusticias a lo largo de la historia para cambiar la realidad y superar los problemas.
La libertad de expresión permite el debate de ideas para construir una sociedad cada vez más justa. Esos intelectuales firmantes de la carta son solo una voz de alerta, pero debería ser reproducida su intención por otras asociaciones civiles y libres pensadores que se oponen a la censura.
Las reacciones ante esa carta no se hicieron esperar, y dos firmantes se retractaron por ella. Eso simplemente demuestra que lo allí escrito es la realidad, se impone el temor y la persecución contra el que piensa diferente por parte de los llamados defensores del progresismo político. Occidente necesita volver a defender los derechos individuales como baluarte del verdadero progreso.
Referencias
[1] Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos. Paidós Ibérica. España.
Imagen: obra «Letter Letter Writing» de Lisa Milroy
Tomada de: Ideas en Libertad
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