domingo, 12 de julio de 2020

Reflexiones "Anacrónicas". La historia de "Una" Oposición venezolana (I Parte)

JHONAS RIVERA RONDÓN / Ideas en Libertad 12jul2020
Las palabras de ayer pueden servir para las experiencias de hoy, pero no en todos los casos esta fórmula cuaja perfectamente. En esto consistirá el núcleo de nuestras reflexiones “anacrónicas”. Más que “una” historia que contar, lo que pretendo mostrar es un ejercicio de anacronismo histórico para reflexionar nuestro presente a partir del pasado; si bien se me puede objetar la transgresión de un purismo historiográfico, solo estoy sucumbiendo al pecado original del historiador[1]: por más que el historiador sea arrastrado al pasado por medio de documentos, no deja de mantener sus pies en el presente, el cual pretendo analizar.
 

Esta confesión tiene su mérito metodológico, muestra al lector que no hay una pretensión ideológica en querer manipular la historia, solo quiero pensar, históricamente, una realidad. Desde mi presente, quiero colocar, con cierta perspectiva, algunos problemas políticos que nos aquejan. Confieso también que, cuando estoy investigando mi tema de estudio, “El pensamiento utópico de la oposición venezolano al régimen gomecista (1918-1931)”, ciertas similitudes se me son inevitables, así que de engavetarlas, es preferible compartirlas. Por tanto, contrastemos la experiencia política de esa oposición al régimen gomecista que estoy estudiando con esta oposición al régimen chavista con la que estoy viviendo.
 

El pecado del pueblo
 

En un artículo del 7 de julio de este año, 2020, Nicmer Evans decía lo siguiente: “Tengo siete años separado del chavismo y hoy estoy activamente dentro de la oposición venezolana, luchando todos los días por lograr salir de la tiranía que supone un modelo político que engañó y defraudó a la mayoría del pueblo venezolano.” [Resaltado nuestro][2]
 

Cuando leo estas palabras con las que abre el artículo, no me suena tan disonante a algo que podría haber dicho Leopoldo Baptista o Santo A. Dominici, opositores del régimen gomecista, en el cual especialmente Baptista pudo haber escrito en un hipotético 1920 algo así: “Tengo siete años separado del gomecismo y hoy estoy activamente dentro de la oposición venezolana, luchando todos los días por lograr salir de esta tiranía bárbara que engaña a la mayoría del pueblo venezolano.”
 

Y en ese engaño de la tiranía podría fácilmente haber inspirado al escritor José Rafael Pocaterra a hablar del pecado del pueblo venezolano, cuya pasividad ha demostrado complicidad[3]. Esto, a su vez, explicaría la razón por la cual estamos esperando a ese Santos Luzardo que nos salve, así como lo hizo con la Maricela de Doña Bárbara, para poder alcanzar la civilización mediante la educación. Esta última idea, incluso, prevalece en el lenguaje cotidiano, no es de extrañar escuchar a alguien en la calle decir: “aquí lo que se necesita es educación para que esto cambie”.
 

Con esta idea de pueblo, tal como lo explica Julie Skurski[4], puede constituir un modelo de autoridad entre el líder y el pueblo; esto podría derivar, si extendemos un poco más todo lo que implica lo que argumenta Skurski, en una significación mesiánica del líder: “solo con la luz del líder el pueblo puede salir de las penurias de la tiranía bárbara”; esto puede profundizarse al analizar el mito del “salvador” nacional, disponible en Ideas en Libertad.
 

En esta ficción de mayoría que puede constituir el concepto de pueblo se puede, fácilmente, traficar responsabilidades, muy pertinentes para una oposición política que no logra salir de su mala racha de desatinos. Pero en nuestro presente, la “pasividad” del pueblo comprende otros elementos que la diferencia de esa pasividad de la que habló Pocaterra, pero, en nuestro caso, no necesariamente se desvirtúa en complicidad. Si dimensionamos este problema al reciente contexto, encontramos declaraciones como estas:
 

“Estamos convencidos, que en mucho, la pasividad y sumisión que en el presente experimenta el venezolano convertida en profunda desesperanza, está muy ligada (por encima del Estado narco-corupto y del CNE) a la honda decepción propiciada por el resquebrajamiento/hendidura de la armonía partidista opositora en cuanto a un interés común: ¡¡¡Venezuela!!!”[5]
 

Desesperanza y falta de unidad, dos elementos que valen resaltar a la actual condición que confrontamos los venezolanos; con el cual nos quedaremos con este problema de la unidad para analizarlo a continuación.
 

¿Oposición u oposiciones?
 

Continuaré citando a Nicmer Evans, no porque me ensañe con él, sino porque justamente coincidió en el momento que preparaba estas reflexiones “anacrónicas”. Él continúa diciendo: “la oposición venezolana vive hoy un gran dilema, razón por la cual el chavismo sigue ostentando el poder: la carencia de un verdadero criterio de unión.”[6]
 

Esto es algo obvio incluso para personas ajenas al contexto venezolano, así declaró el Secretario de Estado, Mike Pompeo, el 3 de junio de este año: “Nuestro problema, que es mantener a la oposición unida, ha demostrado ser extremadamente difícil”[7]; y es que si comparamos la experiencia política de la oposición al régimen gomecismo, esto pareciera un problema “transhistórica”; la fragmentación de esta oposición, ya sea por criterios regionalistas o personalista, era bastante acentuada, especialmente en lo que fue el transcurso de 1920 a 1927. Dentro de las filas del antigomecismo fue difícil concertar una unidad,  a tal punto que a la falta de un liderazgo sólido, el intelectual antigomecista, Jacinto López, decía en 1922 lo siguiente:
 

“Estos hombres no existen, que yo sepa. Si los hay en la nueva generación, que no conozco porque bajo el despotismo no ha podido expresarse y porque mi ausencia de Venezuela suma ya muchos años, lo ignoro. Yo hablo de una nueva generación en hipótesis, es decir, supongo que existe, en el orden natural de las cosas, pues no he oído de ella ni una palabra, ni tengo de ella una sola manifestación, ni conozco una sola notación de que haya aparecido y ocupado el escenario de la vida pública de Venezuela”[8]
 

La efervescencia de “unidad” que originó Román Delgado Chalbaud (así como en su momento sucedió con Capriles Randonski y más reciente con Juan Guaidó), despertó el optimismo de la oposición para poder decir, “ahora si triunfaremos”; pero el fantasma de la viejas derrotas los acompañó; así como fracaso la expedición de “La Angelita” en 1923, el mismo destinó le ocurrió al “Falke” en 1929, y junta ella desapareció esta susodicha “unidad”.
 

Dos lecciones, hablando ya en un tono que lo permite la historia como maestra vitae, podemos sacar: Primero, que el problema, y esta vez sí transhistórico, del personalismo político[9], estuvo a la sombra de esos intentos de unidad en la oposición, todos se plegaban a la figura del líder, el caudillo, que una vez desaparecido, desaparecía con él la “unidad”. Segundo, después de este fracaso, tal como esperó ansiosamente Jacinto López y otros tantos más de la vieja guardia de la oposición al régimen gomecista, surgió una nueva generación que tras el fracaso garibaldista que significó el intento de invasión de Venezuela; muchos estudiantes que salieron de los eventos suscitados en 1928, tomaron los libros, junto con lápiz y papel, e hicieron de la actividad intelectual parte de su actividad política. Lo cual, en nuestra actualidad, no estaría mal que los políticos de oposición comenzaran a considerar, con mayor seriedad, esta posibilidad estratégica para confrontar a su enemigo.
 

Para no extenuar los ojos del lector, dejemos estas reflexiones “anacrónicas” para una segunda oportunidad.
 

Referencias
[1] Sami Syrjamaki, Sins of a Historian. Perspectives on the problem of anachronism (Finlandia: University of Tampere, 2011).
[2] Nicmer Evans, «El verdadero problema de la oposición venezolana», El Nacional, 7 de julio de 2017, https://www.elnacional.com/opinion/el-verdadero-problema-de-la-oposicion-venezolana/.
[3] José Rafael Pocaterra, Memorias de un Venezolano de la Decadencia, vol. I y II (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1990), 235.
[4] Julie Skurski, «The Ambiguities of Authenticity in Latin America: Doña Bárbara and the Construction of National Identity», Poetics Today, 1994.
[5] Jesús Alexis González, «Tiranía en Venezuela inducida por la pasividad y sumisión del pueblo», Finanza Digital, 6 de enero de 2018, https://www.finanzasdigital.com/2018/01/tirania-venezuela-inducida-la-pasividad-sumision-del-pueblo/.
[6] Nicmer Evans, «El verdadero problema de la oposición venezolana».
[7] «Pompeo expresa dudas sobre unidad de oposición venezolana, según The Washington Post», El Nuevo Herald, 5 de junio de 2020, https://www.google.com/amp/s/amp.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/venezuela-es/article231237688.html.
[8] Ramón J. Velásquez, «Introducción», en El pensamiento político venezolano del siglo XX. Documentos para su historia. La oposición a la dictadura gomecista. Liberales y NacionalisasTomo III (Caracas: Congreso de la República, 1983), XXXIX.
[9] Graciela Soriano de García Pelayo, El personalismo político hispanoamericano del siglo XIX. Críterios y proposiciones metodológicas para su estudio (Caracas: Monte Ávila, 1996).
Imagen: obra “El pecado” de Julio Romero De Torres
Tomada de: Ideas en Libertad

No hay comentarios:

Publicar un comentario