domingo, 20 de septiembre de 2020

Opinión: Las ideologías del resentimiento y su éxito político

 


LEONARDO OSORIO BOHÓRQUEZ / IDEAS EN LIBERTAD 20DEPT2020

Llama la atención como en diferentes contextos históricos diversas ideologías fundadas sobre la base del resentimiento han logrado obtener tantos seguidores. Saben explotar las más bajas pasiones de los seres humanos, pero al mismo tiempo se venden como ideas salvacionistas.

Desde sus inicios, en Ideas en Libertad, se han publicado varios estudios sobre el resentimiento algunos de manera directa como los de la profesora Jo-ann Peña Angulo «Las tribus del resentimiento.  «Resentimiento y tribalismo político» y otros trabajos de manera indirecta han tocado el tema. Partiendo  y reconociendo estos antecedentes, hoy escribimos

 

Sartori al explicar que las ideologías son en sí mismas religiones políticas, acierta en un punto fundamental, la necesidad de creer de los hombres. En el nombre de elevados ideales, no son pocas las veces que se ha conducido a las sociedades por el camino del caos. Cambiar el mundo implica demoler el orden anterior, el cual debe ser completamente aniquilado por ser injusto para un determinado grupo social.

 


Esa fue la clásica idea expresada por el socialismo marxista, en el caso de la propiedad privada, esta daba origen a toda forma de desigualdad y explotación, para superar ese inconveniente, era necesario abolir el capitalismo y dar paso al modelo socialista para construir una realidad idílica.

 

La dictadura del proletariado era una condición necesaria para impulsar esos cambios. Sorprende como una ideología tan perniciosa y con tantos peligros para la libertad logre ganar gran cantidad de adeptos en el mundo. La idea de que una finalidad noble justifica toda clase de vejámenes, es la base de todo sistema opresivo que siempre se presenta con una máscara de resarcir a los oprimidos.

 

No deja de ser cierto que pueden existir muchas injusticias en el mundo, es en la manera de superar tales males donde radica el dilema. Al fin de cuentas, siempre los programas políticos y económicos prometen el bienestar para sus pobladores, pero no todos logran los resultados que declaman. Sin embargo, con que mantengan viva la esperanza de la gente, algunas teorías pueden sobrevivir como ideologías.

 

En el mundo existen muchas personas frustradas con los resultados que han logrado en su vida, tal vez la insatisfacción sea parte de la naturaleza humana. Si no se sabe manejar adecuadamente, puede llevar a otros sentimientos como envidia, rabia, resentimiento y deseo de venganza. Todo eso es necesario canalizarlo hacia un grupo o persona en específico, darle rostro a un enemigo que se desea combatir para alcanzar las metas no realizadas.

 

Hoy con base en las políticas de identidad, se aspira a segmentar a la sociedad, el victimismo se ha vuelto una de las herramientas más utilizadas para poder justificar toda clase de desmanes. El concepto de víctima no se maneja como un estado temporal o coyuntural, sino como una condición permanente, presente o pasada de las personas, un agravio sufrido directa o indirectamente al individuo o al grupo al cual se pertenece.

 

Esto se evidencia en consignas de distinta naturaleza por parte de diferentes colectivos. Los indígenas exigen se les pida perdón por la conquista de América, o feministas que dicen ser las descendientes de las brujas que no pudieron quemar en la edad media. Lo mismo pasa con los negros y el tema de la esclavitud, abolida ya hace más de un siglo en los países occidentales pero sin haberse superado los resentimientos por ese oscuro pasado.

No importa cuánto tiempo haya trascurrido, esos agravios siempre merecen ser compensados en el presente, donde al parecer se sostiene la tesis de vivir una opresión muy similar. Lo que debería mostrar la historia es como las sociedades han avanzado en el reconocimiento de iguales derechos para todos, pero las ideologías del resentimiento no tienen ese propósito.

 

Su objetivo real es promover el rencor entre los grupos sociales, en las protestas recientes en Estados Unidos por el tema racial ante la muerte de George Floyd, se ve como cada vez es más común el derribar estatuas o monumentos de diversos personajes históricos. Es ese deseo de hacer catarsis, de finalmente ser capaces de vengarse de sus opresores de manera directa o por lo menos simbólica.

 

Como el estatus de víctima es perenne, esto da licencia para atacar a los miembros de los grupos dominantes. Esa condición de opresor al igual que la de víctima, se asume hoy de manera hereditaria, se deja de lado el principio de que los actos solo tienen responsabilidad individual, no colectiva.

 

La víctima nunca se vuelve victimaria, aunque la historia prueba lo contrario. El deseo de justicia siempre está latente, por eso todo acto en nombre de un colectivo oprimido solo puede interpretarse como una acción liberadora, sin importar si viola derechos de otras personas.

 

Es así como por lo general los mismos que piden respeto hacia sus grupos, ya sean mujeres, negros o indígenas, comúnmente son quienes más a menudo insulten a todos aquellos que representan a los sectores hegemónicos combatidos por ellos. De allí tanto interés en exigir la aprobación de leyes especiales para cada sector social con la llamada discriminación positiva, como un mecanismo de resarcimiento.

 

Antes los nobles exigían ocupar un cargo por tener un título de Márquez o conde, hoy la condición de víctima o de ser parte de un grupo vulnerable hace que algunos demanden igualmente puestos políticos o laborales por su origen étnico o su género. Es solo otra forma de obtener privilegios con una retórica distinta.

 

Hay un deseo de revanchismo implícito en esas ideologías del resentimiento, y en el caso de los más radicales buscan acabar con todo lo que haya a su paso. La construcción de alteridades negativas, y un peligroso maniqueísmo, se ha vuelto un elemento común de los colectivos actuales.

 

Todo aquel que se atreve a criticarlos es acusado de fomentar el odio social, así se logra silenciar a la disidencia. Alegar ser víctima de discriminación ayuda a ganar cualquier discusión más allá de la lógica de los argumentos. Todos deben solidarizarse automáticamente con los oprimidos y condenar a los opresores.

 

Solo defienden los derechos del grupo al cual pertenecen, de resto, ignoran completamente las injusticias de las cuales puedan ser víctimas otros actores sociales, la solidaridad hacia las víctimas es ahora solamente colectiva. De esa forma quienes dicen luchar por la inclusión, a menudo son los más excluyentes.

 

Antes se rendía culto al hombre fuerte, ahora parece invertirse los roles, se le rinde homenaje a los llamados sectores vulnerables, incluso hay quienes aspiran a vivir eternamente de la lástima de los demás para obtener algún beneficio o ganar mayor publicidad.

 

Existen víctimas reales, también ha habido grupos oprimidos a lo largo de la historia, pero la solución no es exacerbar los resentimientos, ni otorgar a cada colectivo derechos o privilegios por su condición de raza o de género. Todas las personas merecen justicia, nadie debe sentirse con derecho de ofender o agredir a los demás, se debe rescatar el valor de la convivencia social sobre la base del respeto, sin prejuicios de por medio. Es necesario denunciar esas ideologías que aúpan los odios sociales y solo causan mayores males a la sociedad, incluidas a las persona que dicen defender.


Referencias

Imagen: obra «Hate Poem» de  William Crosbie

Tomada de: Ideas en Libertad

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