Obtener harina de maíz, una "grapa" en la alimentación venezolana, es un sufrimiento para todas las personas; ya sea por las horas de cola, la incertidumbre de poder conseguirla, la ineficiencia de los CLAP o los altos precios del mercado negro
LUISMA GONDELLES / LGONDELLES@EL-NACIONAL.COM
A partir de la crisis económica, social y política que atraviesa Venezuela, The Wal Street Journal hizo un reportaje en el cual investigó a profundidad las implicaciones de las políticas económicas adoptadas por el gobierno del presidente Nicolás Maduro para la adquisición de la piedra angular de la dieta venezolana: la harina precocida de maíz.
A continuación parte del texto:
Después de una década de políticas económicas que vieron al Estado expropiar compañías privadas y malgastar dinero público en lo que el gobierno dijo, era un intento de mejorar el repartimiento de la renta petrolera, la inflación de Venezuela se ha convertido en la más alta del mundo, proyectada a alcanzar 700% este año.
Para combatir la hiperinflación, el gobierno instauró un control de precios a los productos básicos, pero eso produjo escasez a nivel nacional.
Varios mercados venden harina precocida marca "PAN", el ingrediente principal para cocinar arepas, al precio mandado por el gobierno:190 bolívares el paquete, unos 19 centavos de dólar al cambio no oficial.
Empresas Polar, el conglomerado de alimentos que hace la harina PAN, mantiene una administración privada, pero el gobierno se inyecta en todas las etapas de las operaciones de la compañía, desde la producción hasta la distribución. El Estado obliga a la compañía a comprar el maíz a un precio fijo, inspecciona frecuentemente la empresa y a veces hasta detiene a los dirigentes de Polar. El gobierno justifica que estas medidas son necesarias para prevenir el acaparamiento que, dicen, llevan a cabo las compañías para desestabilizar el gobierno de Nicolás Maduro.
La harina PAN es tan demandada que camiones distribuidores de la Polar han sido atacados, por lo que la compañía usa camiones sin marca para distribuir sus productos, además de que los conductores no son informados de su destino sino momentos antes de partir.
Una vez que la comida llega al mercado, los compradores esperan durante horas sin seguridad de que conseguirán el producto al llegar su turno de comprarlo.
Tiendas informales como las bodegas se encargan de abastecer a las personas que viven lejos del centro de Caracas, y aunque también están mandadas a vender harina PAN al mismo precio que los mercados, evaden ese control de precio vendiendo combos, que incluyen la harina de maíz con otros productos como yogurt, pasta, mantequilla y jabón, por 1.000 Bs
El mercado negro le sirve a quienes son incapaces o no están dispuestos a esperar horas en cola y pueden costear el sobreprecio con el que se consiguen los productos. Algunos ven a los "bachaqueros" como criminales, otros los ven como necesarios en la actual situación económica.
“Es una cadena productiva que afecta a todos, poruqe todos necesitan comer”, dijo Gerlado el "bachaquero", quien renunció a su trabajo como mototaxi para vender harina de maíz en el mercado negro.
“Sabemos que todo es caro [en el mercado negro], pero también nosotros nos vemos afectados por la crisis económica. Todos nos vemos afectados”, justificó el revendedor.
Geraldo declaró que vender en el mercado negro es riesgoso, la amenaza de arresto es real: “Tengo que darle gratis parte de mi mercancía para que no me arresten”, dijo con respecto a la Policía Nacional y la Guardia Nacional.
Para solucionar las colas y los sobreprecios del mercado negro, el gobierno lanzó un programa para entregar bolsas de comida directamente a la casa de las personas una vez por mes. Los Comités Locales de Abastecimiento Productivo o CLAP.
La red de distribución de los CLAP es rudimentaria, con una camioneta pickup y hogares personales como centros de distribución. Los críticos dicen que el gobierno carece de recursos o conocimientos para hacer entregas a las casas de manera eficiente, y muchos dicen que los encomendados llegan de manera esporádica o no llegan.
Selva Araujo escoge comprar harina de maíz al precio fijado por el gobierno en los supermercados de Caracas, pero le consume demasiado tiempo y a la larga, es un enfoque frustrante.
“Me duelen los pies y la cabeza”, dijo. “he perdido más de 11 kilos esperando en colas. He sido atacada por soldados de la Guardia Nacional e insultada por los guardias de seguridad de los mercados”, agregó Araujo.
La jubilada de Pdvsa estaba acostumbrada a comprar dos sacos de harina Pan semanales para comer arepa todos los días. “La harina Pan es una grapa en la comida venezolana. Puedes cambiar algunos hábitos alimenticios, pero todo venezolano se levanta y come arepas o bollitos”.
Cort. El Nacional
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