domingo, 4 de octubre de 2020

ESPECIAL | Hambre y covid-19: Alimentarse preocupa más que la pandemia


TalCual, El Impulso y otros medios del interior de Venezuela se unieron para ofrecer a sus lectores un registro más amplio de la situación de la inseguridad alimentaria y el hambre en el país

En la casa de Anabel Rodríguez en San Blas, Petare, donde vive con sus tres hijos -uno de 8 años y dos niñas de 10 y 5 años-, desaparecieron de la mesa la carne, la leche y las legumbres. Los alimentos que más consumen son carbohidratos: arroz, pasta y harina precocida de maíz. Dependiendo del día, hay un poquito de queso, plátanos, huevos, salchicha y quizás pollo.


«Comemos lo justo y lo que compro en el día», dice. «No da chance de hacer un mercado semanal, compro el diario». Rodríguez vende en su comunidad bisutería y prendas que teje manualmente. Por eso recuerda que cuando Nicolás Maduro anunció la cuarentena en marzo por el coronavirus, dijo: «Bueno, Diosito, ahora sí que nos vamos a morir de hambre».

 

«Ha sido demasiado duro. He tenido momentos en los que lloro y siento que no puedo, y aquí hay muchas madres que pasan por lo mismo. Yo antes de la pandemia salía a enseñar mis cosas. Los sábados me arreglaba y me iba para las casas de mis vecinas, hacía visitas tipo Avon», dice


Rodríguez señala que ha tenido el apoyo de la organización Alimenta La Solidaridad, que tiene un comedor en San Blas. «El almuerzo diario de mis tres chiquitos es en el comedor, gracias a eso puedo comprar otras cosas».


La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2019-2020 reveló, en julio pasado, que 79% de la población no puede satisfacer sus necesidades de alimentación. El salario mínimo y la pensión, de apenas 400.000 bolívares, representa menos del 1% de la canasta alimentaria, que supera los 90 millones de bolívares.


Esto ha hecho que las familias tengan una alimentación basada en carbohidratos, y que el consumo nacional promedio de proteínas sea de 34% del requerido, de acuerdo con la Encovi.


La nutrióloga Marianella Herrera, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes), indica que en Venezuela tampoco hay una suficiente ingesta de calorías, lo que se conoce como marasmo. «La tendencia a una desnutrición proteico-calórica es grande, y eso tiene consecuencias importantísimas».

 

«Cuando no tienes una ingesta de calorías adecuada, la poca proteína que puedas consumir va a derivarse hacia el metabolismo energético, entonces tenemos dos problemas en uno: la deficiencia de las calorías y la deficiencia de proteínas», explica.


Otro de los problemas que hay con respecto a la desnutrición es la adaptación al déficit crónico del consumo de calorías y proteínas. «Hay una adaptación en el cuerpo, y esto hace que, por ejemplo, un niño que tenga 8 años parezca de 5. Cuando esta desnutrición crónica continúa a través del tiempo, además de la disminución de la talla, va a tener otros problemas como retardo cognitivo, trastornos psicomotrices y una serie de alteraciones, inclusive de las habilidades matemáticas. Esto al final impacta en la productividad y en el desarrollo del país».

El hambre en Venezuela generará daños a largo plazo


Lara registra al menos 20% de desnutrición severa y moderada en niños

Gretna El Halabi, directora de la organización de Madres y Padres por los Niños (Mapani) reveló que tres de cada 10 niños en Lara presentan desnutrición. Ana Soto es la parroquia de Iribarren con más casos.


«En el primer trimestre del año había un porcentaje mínimo de niños con desnutrición que estaba cerca del 12%, pero con la llegada de la covid-19 hemos tenido nuevos repuntes y el porcentaje de desnutrición global entre severa y moderada se ubica en un 20%», manifestó la directora de Mapani.


El Halabi señaló que en la región hubo un incremento de casos de desnutrición en niños de entre cinco y 10 años.


«Por cuestión de presupuesto, Mapani no está llevando el control de niños sanos sino solo casos de desnutrición. Traer un suplemento de Caracas te puede costar 30 dólares, incluso, desde la zona industrial de Barquisimeto, te cobran hasta 40 dólares. Se ha vuelto muy cuesta arriba por el tema de la pandemia», precisó.


En este contexto, tres de cada 10 niños en Lara presentan un cuadro de desnutrición y es la parroquia Ana Soto (Antigua Juan de Villegas) el lugar donde hay más niños con esta patología.

 

«De cada 10 niños, por lo menos tres presentan desnutrición. En julio pesamos 100, de los cuales 66 presentaban esta patología. La parroquia Ana Soto, específicamente del sector El Trompillo, también en la zona norte y en Río Claro hicimos una jornada de despistaje donde el 35% de los pacientes que atendimos presentaron algún grado de desnutrición».


Obligados a crecer

«De vez en cuando me he acostado sin comer, cansado, porque debo atender a mis hermanos y protegerlos del virus. No puedo permitir que se enfermen», ese fue el testimonio de un joven de 14 años descendiente de una familia rural empobrecida, con domicilio en las adyacencias de la avenida Ribereña, al sur de Barquisimeto.


Ante la ausencia de sus padres, el niño tuvo que asumir la responsabilidad de velar por sus cuatros hermanos y protegerlos de la letalidad de la covid-19 que día día ha enlutado a muchos hogares venezolanos.


Él, junto a su hermano de siete años, contaron al equipo periodístico de ElImpulso.com que deben caminar todos los días para buscar algún sustento y «poner algo en la mesa».


Carnes, leche, embutidos y salsas desaparecen de la mesa zuliana

Ya no es la escasez de alimentos lo que afecta a las familias en el Zulia. El costo de los comestibles y el alza constante de los precios hizo desaparecer de la mesa zuliana diversos productos, que no se consumen desde hace meses.


A pesar de que los anaqueles, estantes y mesones de supermercados, panaderías, minimarket y mercados públicos lucen atiborrados, el dinero ya no alcanza para comprar con gusto y variedad.

 

La crisis que fue ganado espacios en las despensas zulianas al igual que en los refrigeradores. Situación que empeoró por los desafíos que significa pasar cinco meses en cuarentena radical, desde marzo hasta agosto.


El resultado es que los grandes ausentes de la dieta diaria zuliana son las carnes rojas, el pollo y mucho más el pescado. Queso, jamón, leche, jugos y salsas ya no se comen ni por error.


Al igual que los alimentos para niños, como chichas y papillas, y los cereales para desayuno.


Las frutas tampoco entran en la canasta básica zuliana. Ni siquiera el tradicional mango, ya que la fruta típica de la región se extinguió hace años en su versión silvestre y en los mercados se cotiza entre 200 y 350 mil bolívares el kilo.


Una dieta sin proteínas

La dieta diaria del zuliano se compone entre un 94% y 96% de productos a base de cereales como arepa, pasta, pan, arroz, harinas de maíz o de trigo. Además del alto consumo de plátano y tubérculos (63%) y granos como la lenteja y el frijol chino.


La proteína de todo tipo desapareció de la mesa de los zulianos, ya que su precio supera por mucho el poder adquisitivo de la población, que cada día tiene menos acceso a una alimentación balanceada.


En el último sondeo realizado por la Comisión para los Derechos Humanos del estado Zulia (Codhez), durante los días 12 al 15 de septiembre, los mayores incrementos de precios se verificaron en las carnes de res y pollo. La carne de res de primera tiene un costo de Bs. 1.539.046,67 por kilo, equivalente al 384,76% del salario mínimo.


El corte de segunda se consigue, en promedio, en Bs. 1.349.158,18, es decir, 116% más costoso que el precio acordado por las autoridades a nivel nacional de Bs. 624.863,54. La costilla de res cuesta Bs. 716.304,55, presentando una brecha notable en relación con su precio acordado en Bs. 392.771,37.


El kilo de pollo entero se ubica en Bs. 806.108,62 y el kilo de alitas de pollo se cotiza en Bs. 898.583,33. El cartón de 30 huevos tiene un valor en el mercado de Bs. 902.441,18, mientras que su precio acordado es de Bs. 624.863,54, marcando una diferencia de 44%.


el hambre se incrementa


¿Cuántas veces al día comen los tachirenses?

El trajinar de la señora Flor María García Chacón, una sancristobalense de 68 años, comienza muy temprano. Ella desayuna y se alista para salir a casa de su madre, una abuelita de 90 años, quien padece Alzheimer y convive con dos hermanos de Doña Flor, residenciados en la casa materna, a unas tres cuadras de distancia.


Doña Flor relata que sus dos hermanos están desempleados -también son de tercera edad- dependen de la pensión «y eso no alcanza para nada», por lo que con la llegada de la pandemia su situación económica ha empeorado considerablemente. Ella dice que se resuelve vendiendo hallacas por encargo, además de que recibe ayuda de una de sus hijas, que vive con ella pero permanece todo el día en su trabajo.


Día a día, doña Flor prepara cuatro almuerzos, el de ella, el de su mamá y el de sus dos hermanos, quienes, por ahora, dependen de esa ayuda para poder alimentarse al menos una vez al día. Aunque a su mamá sí le prepara sus tres raciones diarias, ya que no debe perder el aporte calórico, porque eso le traería graves complicaciones de salud. Es decir que doña Flor socorre diariamente a tres personas de su familia. Las raciones ahora con más pequeñas «para que alcance para todos».


Sondeo de calle

Tras una consulta en la red social del Twitter del Diario La Nación, cuya pregunta fue: ¿Cuántas veces al día come usted actualmente? en la cual participaron 2.049 personas, se mostró que el 54% de los consultados contestó la tercera opción, es decir, come tres veces o más al día; mientras que 33% respondió que come solo dos veces al día; y el 13% respondió que come solo una vez al día.


En un sondeo aleatorio realizado de forma directa en los municipios: San Cristóbal, Bolívar y Fernández Feo, donde participaron 50 personas, el 54% de los participantes asegura que come tres veces o más al día, el 40% respondió que come solo dos veces al día, mientras que el 6% de los consultados dijo que consume una sola comida al día.


Con estos resultados, se muestra una disminución –según lo recomendado por los expertos- en la ingesta de alimentos pues el 46% consume una o dos comidas al día.


En Ciudad Guayana se siente el hambre

En el mercado de Unare, uno de los centros de compra más populosos de Puerto Ordaz, los ciudadanos caminan en medio del sol comprando de a poco y buscando los precios y productos más económicos para su bolsillo.


Malvin Espejo, de 41 años, cambió la harina de maíz precocida y el arroz por verduras para economizar. Para no dejar a un lado el consumo de proteínas, come ahora granos en lugar de carne, pollo y pescado, carnes que no puede adquirir por los altos costos. «Uno siente impotencia, a veces rabia», expresó, mientras compraba en uno de los puestos del mercado.


En las calles del mercado se comercializa de múltiples formas con tal de generar ingresos u obtener algún alimento. Venden alimentos nacionales, brasileños y hasta verduras junto con artículos usados y repuestos viejos. Quienes tienen una situación más urgente usan el trueque para cambiar arroz, harina o pasta por limón, yuca o cebolla.


«Esto preocupa. Hasta los momentos he podido resolver, pero hay otros a los que se les hace muy difícil», expresó Roxana Lugo de 51 años. Tiene un hijo de 16 años al que ha tenido que concientizar sobre el gasto alimentario en casa. Con la cuarentena considera que todas sus energías se agotan en ver cómo resolver la alimentación diaria en casa.


Yaracuy: La esperada caja CLAP

En el estado Yaracuy se entregan aproximadamente 200 mil cajas CLAP al mes, según han señalado voceros oficiales. Pero no en todas las comunidades llegan cada 30 días, solo en algunas cuentan con este beneficio mensualmente, la mayoría debe esperar hasta 2 y 3 meses para tener el beneficio.


Por lo general las bolsas o cajas tienen los siguientes productos: dos o tres kilos de harina de maíz precocida, dos o tres kilos de pasta, un litro de aceite, un kilo de azúcar, cuatro kilos de arroz, dos kilos de granos, mayormente frijol chino, a veces caraotas o lentejas y una o dos latas de sardinas. El año pasado las cajas contenían además un kilo de leche y un kilo de harina de trigo, pero este par de productos en la actualidad dejaron de incluirse.


En los sectores populares y rurales la caja es muy esperada ya que hay muchas familias en las que los ingresos son mínimos, sin embargo, quienes la reciben están conscientes en que es insuficiente ante las necesidades alimenticias.

CLAP de hambre


En Venezuela concurre la angustia por la falta de alimentos con la disminución de los recursos para cubrir la cantidad y la calidad de la dieta. En estos tiempos pandemia el mayor temor no es contagiarse de covid-19 sino morir de hambre.


Covid-19: En Falcón el mayor temor es al Hambre

La pandemia provocada por el coronavirus suma cientos miles de muertos y millones de contagiados en todo el mundo. Así como avanza el virus, la pobreza y desigualdad no dan tregua.


En marzo del 2020, el estado Falcón entró en cuarentena. La crisis por los servicios públicos y por el acceso a la cesta básica ya estaba agravada, sin embargo, el confinamiento fue la dinamita que hizo estallar la economía familiar.


Muchos falconianos se quedaron sin trabajo y, sin un sueldo ni ahorros, la necesidad empezó a tener un nuevo rostro en la región.


Mauricio Hernández es vendedor ambulante. Para él, mantenerse en cuarentena no es una opción. Debe salir cada mañana a vender sus dulces, café y cigarros, para llevar sustento a su familia.


La familia de Hernández desde hace al menos dos años no sabe lo que es comer tres veces al día.


Mauricio confiesa que el desayuno ya no es una comida fiel en las mañanas. “Cuando logramos desayunar es porque el día anterior fue bueno y para nosotros eso ya es como un lujo”, confesó.


Agrega que en ocasiones reciben la bolsa que entrega el gobierno que cada vez llegan “más fallas”, pues faltan ciertos productos principales como la proteína, el aceite e incluso algunas ya no traen los granos.


Este falconiano asegura que también se ayuda con los bonos que recibe a través del Carnet de la Patria, pero solo son “pañitos de agua tibia” para aliviar la dura inflación que atraviesa el país.


Y es que el acceso a los productos básicos se hace cuesta arriba para cualquier trabajador venezolano que devenga un sueldo mínimo. Incluso, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) detalla que 79,3% de los venezolanos no cubren la canasta básica y 68% de las personas consume menos de dos mil calorías al día.



Los profesionales también la tienen difícil

Antes de la cuarentena, el “rebusque” era necesario para los trabajadores, pues debían tener otro ingreso para complementar su sueldo.


Actualmente, ese “rebusque” ha trastocado hasta a los profesionales, quienes han visto afectada su principal fuente de empleo con el cierre de ciertas instituciones a causa de la pandemia.


Como es el caso de Antonio González, un joven abogado sustento de familia, a quien su carrera se ha visto mermada por la pausa que han hecho en los tribunales.


“No es posible que abran las peluquerías, cuando una peluquera o un barbero, aunque teniendo su derecho al trabajo, no están cumpliendo distanciamiento social, pero mientras tanto, el gobierno no da acceso a la justicia, impidiendo que los tribunales puedan laborar, donde sí pueden cumplirse perfectamente las normas de bioseguridad y distanciamiento social”, reclama González.


Escasez de gasolina

Otro problema que se suma a esta cuarentena es la escasez de combustible en la región.


Tanto las estaciones de servicio que venden en divisas como las que tienen los precios subsidiados están cerradas. Solo unas pocas atienden a sectores priorizados.


Esto conlleva a la merma de transporte y por ende, los falconianos deben hacer sus compras en las bodegas donde los precios son más costosos que en los mercados municipales.


El difícil acceso al combustible afecta desde el ganadero hasta el pescador, por lo que la proteína se encarece y tiende a desaparecer de los anaqueles.


Mientras en el país se intenta contener la propagación de la covid-19, la crisis económica se acrecienta y son los venezolanos los más vulnerables al no contar con medidas económicas eficientes.


Por eso, el mayor temor de los falconianos en estos momentos no es contagiarse, sino que llegue a faltar un plato sobre la mesa.


Ante las dificultades de transporte para desplazarse hacia los mercados populares, al falconiano le toca resolver en las bodegas cercanas donde los precios pueden ser superiores.


A finales de septiembre un kilo de arroz en Falcón se podía conseguir en Bs. 300.000, el de harina de maíz: Bs. 460.000, el de caraotas en Bs. 900.000, el de pasta Bs. 300.000; el queso blanco en Bs. 950.000, el de yuca en Bs. 120.000, el de tomate en Bs. 850.000 y el de cebolla: Bs. 600.000.


Por: TalCual, El Impulso, La Nación, La Verdad, Correo del Caroní, Yaracuy al Día y La Mañana.


Tomada de: TalCualDigital

 

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