Brian Contreras|Febrero 17, 2022
La banca privada padece medidas de asfixia constante que la han empujado a tener una cartera de créditos de apenas $300 millones, mientras que las necesidades crediticias del país superan los $10.000 millones. Entretanto, el ciudadano de a pie sigue recordando las tarjetas de crédito como una leyenda del pasado
Cuenta la leyenda que, en una Venezuela de antaño, casi cualquier ciudadano podía solicitar y recibir una tarjeta de plástico que le permitía utilizar dinero que no se encontraba en su cuenta bancaria para adquirir bienes y servicios de precios elevados.
Por supuesto, el usuario de estos plásticos debía reponer el dinero, pero fraccionado y en plazos largos de tiempo. A cambio de este servicio, pagaba un porcentaje adicional al dinero que recibió.
En resumidas cuentas, este era el funcionamiento de las tarjetas de crédito, un instrumento financiero que ahora forma parte de las leyendas y el folklore venezolano, porque desde hace años no se tiene registro de su uso. Ahora estos plásticos ocupan espacio en rincones de la casa o se mantienen olvidados en billeteras, como un adorno o curiosidad del pasado.
El uso práctico de las tarjetas de crédito pasó a mejor vida, junto a la gran mayoría de la actividad crediticia del país y especialmente los microcréditos, aquellos financiamientos destinados al ciudadano común.
Los créditos fueron una víctima más que dejó el ciclo hiperinflacionario que arremetió contra la economía venezolana entre 2017 y 2021. Fueron rematados, además, por políticas económicas restrictivas, como el encaje legal y la normalización del dólar al margen del sistema bancario.
La contracción incesante de la economía no ayudó a la banca. Por el contrario, la condicionó. La pérdida del 80% del producto interno bruto (PIB) perjudica cualquier tipo de actividad económica en el país.
Sin embargo, la contracción del PIB no es el único indicador que denota la crisis que padece el país. La actividad crediticia tiene sus propios números que, no solo explican práctica inexistencia de créditos sino también las barreras que tiene el país para superar su crisis. De acuerdo con números del Banco Central de Venezuela (BCV), la cartera de créditos del sector privado se ha contraído hasta su práctica desaparición en la última década.
Los datos publicados por el BCV en su última actualización, efectuada en noviembre de 2021, indican que la cartera de créditos del sector privado alcanza aproximadamente los $364 millones, una cantidad que equivale a casi el 1% del PIB del país.
Cartera de Crédito del sector privado |
Datos del BCV. Montos expresados en miles de bolívares digitales hasta noviembre de 2021
En contraste, cifras del mismo BCV reflejan que para el cierre de 2013, último año de crecimiento antes de la debacle económica, la cartera de créditos del sector privado se estimaba en casi $106.000 millones, una cantidad equivalente al 28% del PIB de Venezuela para ese entonces.
Cartera de crédito en 2013 |
Datos del BCV. Montos expresados en bolívares soberanos hasta diciembre de 2013
El economista Hermes Pérez recordaba a TalCual cuando se anunció la disminución de la tasa de encaje legal, que la cartera de créditos de la economía venezolana solía oscilar entre el 25% y el 35% en sus mejores momentos.
Ahora, con una economía de apenas 20% del tamaño que tenía hace una década, la cartera de créditos es tan reducida que no alcanza ni siquiera el 1% del PIB. Esto no solo se traduce en poca actividad crediticia sino en problemas para la economía venezolana.
La economista Tamara Herrera, directora de la consultora Síntesis Financiera, explicó a TalCual que el crédito es un elemento fundamental para el desempeño de la economía en cualquier país, al no haber inversión suficiente para incrementar la producción.
Según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), la actividad económica del país creció un 6,4% durante 2021. Este fenómeno, aunque sea visto con buenos ojos, no es más que un tímido repunte tras la masiva caída que sufrió en 2020, con industrias paralizadas y el comercio a medio andar como consecuencia de la cuarentena decretada por la covid-19.
Incluso en este contexto, el repunte no guarda relación con políticas gubernamentales o una recuperación de la banca, sino con el esfuerzo y la inversión de los productores privados, una situación que no es sostenible en el tiempo.
«Sin financiamiento bancario no hay producción. Aquí se ha venido operando a punta de músculo del propio flujo de caja de las empresas, según el ritmo con el cual van entrando los ingresos por venta», sostuvo Herrera.
Para recuperar dinamismo económico, será esencial reinstaurar el crédito. Gracias a la dolarización de facto que experimenta el país y a la mitigación de la hiperinflación, parece que finalmente hay condiciones para hacerlo, pero la pregunta que surge es si existe la suficiente voluntad política.
Medidas insuficientes
El gobierno de Nicolás Maduro ha escuchado las quejas y exigencias de los agentes económicos nacionales y en los últimos meses ha enfatizado en la necesidad de recuperar el crédito.
Pese a su discurso, son las medidas de su Gobierno las que estrangulan a la banca y limitan la capacidad crediticia que pudiese tener el país, incluso en la crisis económica que padece.
La primera barrera no es más que un elevado encaje legal que imponía a la banca la obligación de retener un 85% de los depósitos que recibía y solo dejaba un 15% disponible para ofrecer préstamos y cubrir su propia operatividad.
El Gobierno decidió otorgar un alivio a la banca y redujo la tasa de encaje legal de 85% a 73%, dejando un 27% de relativa libertad a los bancos para movilizar el dinero y convertir esos depósitos en préstamos. No obstante, este porcentaje sigue siendo el más alto del mundo y queda muy lejos de una tasa común en una economía sana, que fluctúa entre el 5% y el 10%.
En cuanto a la segunda barrera, el problema yace en la informalidad de la dolarización. Pese a que el Ejecutivo ha autorizado tanto el uso de divisas y criptomonedas como la apertura de cuentas bancarias en dólares, estas últimas son solo de custodia y no hay una posibilidad real de transar en dólares a través del sistema bancario.
Por esta razón, la banca no podía ofrecer créditos en dólares, mientras que el poco dinero disponible en bolívares era sumamente inconveniente debido a la devaluación constante del bolívar.
Hacer un préstamo por Bs 5.000 (Bs 5.000.000.000 de la antigua denominación) en enero de 2021 con una tasa de interés del 5% habría implicado prestar $5.000 y esperar en retorno unos $5.250. Sin embargo, para el cierre de 2021 la deuda de Bs 5.000 equivaldría en dólares a aproximadamente $1.166. El banco habría perdido dinero.
Entregar un crédito |
En un intento por encontrar una solución para este fenómeno, el BCV autorizó a la banca a otorgar créditos indexados al dólar. Sin embargo, incrementaron el margen de la tasa de interés, previamente establecido entre un 4% y 10% a un mínimo de 8% y máximo de 16%.
De acuerdo con Herrera, esta decisión parece señalar que el Gobierno no desea tanto estímulo al crédito. «Parece que quieren que el estímulo al crédito no sea demasiado fuerte pese a que haya un poco más de disponibilidad», razonó.
Estas dos soluciones distan mucho de las necesidades del país. La cartera de créditos parece haber crecido en unos $120 millones, en torno al 40% más de la disponibilidad que había en noviembre, situándose cerca de los $500 millones de disponibilidad para créditos, pero esta cantidad se queda muy corta, pues las necesidades crediticias del país podrían estimarse en hasta $17.000 millones.
Si se toma en cuenta que en una economía relativamente sana la cartera de créditos usualmente ronda en torno al 10% de su PIB, la banca venezolana debería contar con al menos $10.000 millones. Pero este panorama luce lejano.
«Las medidas son un alivio. Va a haber una expansión crediticia, pero no una explosión inmediata. El encaje legal sigue siendo alto, falta mucho para una normalización. Ni siquiera alcanza para la demanda de crédito de la economía», resaltó Herrera.
Necesidad empresarial, miedo gubernamental
Las voces dentro del sector privado y la banca cada vez son más fuertes al momento de solicitar la reactivación del crédito. No solo es necesario para impulsar la inversión y la producción nacional, sino incluso para incrementar el consumo.
El crédito al consumo, ese préstamo a personas naturales que se hace con la finalidad de que este adquiera un bien o servicio para satisfacer sus necesidades y no con motivos de inversión, es fundamental para reactivar la economía.
Durante el año pasado, la industria fue capaz de incrementar su capacidad de producción y mejorar sus condiciones. Sin embargo, el crecimiento se vio condicionado por la imposibilidad de los venezolanos de consumir todo lo que se podía producir.
En otras palabras, los bajos salarios y la ausencia de créditos condicionan el consumo del ciudadano común, por lo que la demanda se queda rezagada ante una oferta de bienes y servicios que intenta ir en aumento.
Esta es una preocupación central para la empresa privada. Por eso empiezan a surgir propuestas que permitan incrementar la cartera de créditos del sector bancario.
El presidente de la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras), Carlos Fernández, recalca que gracias a la poca capacidad de la banca, las tarjetas de crédito desaparecieron, y con ellas el crédito al consumo.
«La restricción a la cartera ha generado que no existan las tarjetas de crédito. La banca no tiene capacidad suficiente para atender ese segmento. El crédito al consumo en Venezuela prácticamente desapareció. En la medida en que se vaya liberando el encaje legal, puede volver el crédito al consumo, pero todavía falta avanzar en este sentido», resaltó.
Tarjetas de Crédito |
Las tarjetas de crédito que mantienen en posesión clientes que las tramitaron años atrás, o están vencidas o mantienen límites de créditos extremadamente bajos
Los analistas y el sector privado esperan que el Gobierno decrete disminuciones progresivas del encaje legal. Ya la vicepresidenta Delcy Rodríguez explicaba que esto se haría progresivamente tras evaluar los efectos de cada reducción.
Mientras tanto, el Gobierno actúa con especial cautela, pues se ha centrado en ejecutar una política asfixiante contra el bolívar con la premisa de reducir el gasto público, contener la liquidez monetaria y controlar el tipo de cambio, lo que se ha convertido en una carga para la economía y un elemento de peso en la etapa de recesión que vive el país.
«Esa política de contracción del crédito de estos tres años y medio ha ocasionado un aporte recesivo al resto de factores recesivos. Esa política de ajuste inflacionario ha sido una carga recesiva que ha puesto incluso en riesgo la viabilidad de la banca», explayó Herrera.
Bajo la lógica del oficialismo, reducir el encaje de forma agresiva a niveles normales significaría un incremento de dinero en las calles, una mayor liquidez monetaria que podría utilizarse para comprar dólares, incrementando la demanda de las divisas y ejerciendo presión sobre el tipo de cambio.
En otras palabras, propiciaría un incremento importante del precio del dólar, una situación políticamente inconveniente para el discurso de «control y estabilidad» de la economía que han promovido durante los últimos meses.
«Si ocurriera un curso más decidido de expansión y reducciones mayores del encaje, significaría que el Gobierno ha abandonado su estrategia antiinflacionaria que tiene y tratará de manejar a pulso que la reacción no sea muy violenta y que más dinero en circulación por vía crediticia no se traduzca en una mayor demanda de dólares», reflexionó la economista.
Pero en una economía tan dolarizada como la venezolana, algunos creen que la inflación en bolívares es irrelevante y el trabajo debería enfocarse en regularizar todo el flujo de dólares que circula fuera del sistema bancario por la indecisión del Gobierno de dolarizar formalmente la economía.
En este sentido, Fernández propone intentar recoger todo ese circulante de efectivo en dólares que se mueve de manera informal, estimado en unos $3.000 millones, e integrarlos a la banca para engrosar la cartera de créditos.
«Sería interesante poder recoger esos $3.000 millones o más que hay en circulante de efectivo y dirigirlo a la banca, para tratar de convertirlos en créditos productivos. Allí es donde creemos que debe ir una medida acompañada de la reducción del encaje legal», destacó.
Fernández acotó que no es suficiente con permitir la indexación de créditos al dólar, ya que todavía no hay herramientas suficientes para que los usuarios de la banca puedan utilizar sus divisas en el sistema bancario. Por lo tanto, cree que es necesario crear un sistema de compensación bancaria en divisas.
«Debe haber la posibilidad de que se cree alguna forma de compensación interbancaria en divisas, para que se le permita a los agentes económicos y a las personas hacer pagos en divisas de su banco a su proveedor en otro banco», sostuvo.
Actualmente, si un usuario posee dólares en su banco puede transferirlos dentro del mismo banco, pero no a otras instituciones, lo que ha cohibido la introducción de dólares a la banca. Las personas prefieren el libre intercambio y convertibilidad, por lo que los mantienen en efectivo en sus hogares o empresas.
«Si esto se regula, vas a tener mucho más depósito en la banca y la posibilidad de ir prestando dinero. Mientras más dinero llega a los bancos, mayor capacidad vas a tener de convertir eso en créditos productivos. Es un círculo virtuoso para hacer crecer la economía», subrayó.
Ventana para el crédito
Está claro que las condiciones para la actividad crediticia están lejos de ser óptimas y faltan muchas medidas gubernamentales en una dirección adecuada —a la que no apunta el chavismo con demasiada frecuencia— para normalizar el crédito al consumo, pero incluso en este contexto, hay oportunidades.
La banca tiene una capacidad mínima de crédito y apenas dinero para mantener sus operaciones, pero eso no significa que no emitan préstamos de ningún tipo ni a ningún cliente.
Los bancos ofrecen créditos preferenciales en dólares a sus clientes más cercanos, ya sea por longevidad o por nivel económico. Pese a que las leyes impedían este tipo de préstamos, la banca tiene meses haciéndolos.
No se puede saber con certeza si lo hacen a escondidas de la Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario (Sudeban) o si las autoridades dejan que estos préstamos pasen por debajo de la mesa.
«Los agentes económicos empezaron a darles crédito a sus clientes tradicionales para dinamizar la economía. Cuando tienes un cliente que sabes que va a pagar, es preferible tener una cuenta pendiente que el dinero estancado. Eso dinamizó un poco la economía», aseguró Fernández.
A la actividad bancaria se agrega la aparición de prestamistas particulares, empresas o personas naturales con suficiente dinero como para ofrecer servicios crediticios al margen de la banca.
En internet es fácil encontrar anuncios de toda índole en materia de créditos. En algunos casos se solicita un colateral como garantía de pago, mientras que en otros, simplemente se hace un estudio socioeconómico del solicitante para evaluar sus capacidades de pago y el tamaño del préstamo.
Diversos directorios digitales muestran números de contacto de empresas que ofrecen estos servicios. Sin embargo, los intentos que hizo TalCual para contactarlos fueron infructuosos, pues la mayoría de números parecen estar inhabilitados.
Crédito de particulares |
Páginas clasificadas muestran empresas que ofrecen servicios de préstamo, financiamiento, empeño, venta de joyas, entre otros
En algunos casos, se ofrecen financiamientos con fines específicos y se detallan las condiciones en los anuncios. En la página de anuncios Venezuelae, una empresa llamada Valen Car’s C.A. explica su metodología.
«Para poder adquirir el beneficio del financiamiento, en primera instancia, el cliente debe presentar en las oficinas de Valen Car’s la evaluación económica. Nuestros analistas de crédito pueden verificar si el cliente está capacitado para optar al financiamiento y dan aprobación al plan de su preferencia», explayan.
Esta empresa trabaja con financiamientos exclusivamente para vehículos y motocicletas. Ofrecen planes de pago en 60 cuotas mensuales para carros y 36 para motos, con o sin inicial y mecanismos de amortización.
Otras páginas, en lugar de presentar anuncios de prestamistas ofreciendo sus servicios, más bien muestran solicitudes de préstamo por parte de personas que requieren de financiamiento.
Este es el caso de la página española TopCredi, que detalla explícitamente la prohibición de anuncios y peticiones fuera de España y especialmente de Venezuela, solo para ser ignoradas por decenas de solicitantes.
«Le pedimos no inserte peticiones de crédito para Venezuela, ya que topcredi.com informa solo para las financieras operativas en España y, por tanto, sus consultas no podrán ser atendidas», destaca el portal.
La necesidad de crédito es evidente y no acepta mayor dilación. Por eso los actores económicos empiezan a buscar soluciones por sus propios medios, en lugar de depender de las decisiones de un Gobierno que ha restringido el crédito durante más de tres años.
«Ha habido presencia de esquemas no ortodoxos de financiamiento para poder mantener las operaciones. Es un entendimiento muy importante de la realidad que ha tenido el sector privado, que se ha dado cuenta de que el sistema rentista se agotó y, con la banca en esas dificultades, uno no se puede sentar a esperar que las cosas se resuelvan. La capacidad de adaptación, de inventiva y la dinámica de nuestros negocios ha buscado alternativas», reflexionó Fernández.
Herrera, por su parte, cree que el surgimiento de estas alternativas es positivo para la economía, al margen de una banca que no dispone de créditos, pero resalta que no es un fenómeno generalizado.
«Ha surgido y lo tienen en general empresas altas que han tratado o han sacado provecho del vacío de una banca que no ha podido satisfacer sus demandas crediticias», precisó.
Entretanto, el venezolano de a pie sigue a la espera del regreso del crédito al consumo, sigue recordando esos plásticos que le permitían comprar bienes y servicios en aquella Venezuela en la que no hacía falta crédito para comprar alimentos, ni para sobrevivir.
Tomada de: TalCualDigital
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