Ayer el general Néstor Reverol decidió que él tenía en agenda otras cosas más importantes que acudir a la Asamblea Nacional para responder algunas inquietudes que, sobre la desastrosa situación en las cárceles, tienen los diputados de la Comisión Permanente de Cultos y Régimen Penitenciario.
El general no se dio por enterado y, si lo sabía, hizo caso omiso de la invitación porque, suponemos, el tema de las cárceles no es digno de un militar de tan alto rango. Y no le falta razón porque un oficial de FAN no puede estar ocupándose de pranes muertos o vivos, de discotecas en los penales, de tráfico de drogas, secuestros y extorsiones que los “privados de libertad” dirigen y explotan desde el interior de los presidios.
Esas son nimiedades que las puede atender un teniente, o cuando más un capitán (siempre que no sea un recién ascendido por la ruta de los caminos verdes) pero jamás un oficial de tanta jerarquía que debe estar pendiente de combatir el contrabando de extracción hacia Colombia, o del narcotráfico que tanto las FARC por la Guajira y el Catatumbo, como el ELN por el Departamento del Norte de Santander y sus alrededores practican como medio de sustentación de sus actividades ilegales que, por cierto, incluyen secuestros, extorsiones y asesinatos de venezolanos.
Pero un enorme y fiero general de la Guardia Nacional Bolivariana no debe dedicarse a cazar moscas, ni a disciplinar presos que son más peligrosos que un kamikaze del islamismo radical. Su puesto está en algo más parecido al de un gerente que mueve sus piezas donde el peligro acecha y que, con el tiempo, coloca a la sociedad a un paso de una batalla campal.
¿Qué explicaciones tiene que dar mi general Reverol, un oficial tan ocupado, a unos civiles que se dedican a la politiquería? Como se ve que todavía hoy desconocen lo que significa para un militar bien curtido y mandón la palabra civil: un ser infrahumano, un ratón mamado de gato, un inútil tembloroso e indisciplinado, carente de la fuerza y el coraje para defender la república derramando su propia sangre por la patria.
De manera que esas interpelaciones deberían ser eliminadas desde ya porque lo único que hacen es estorbar en la misión sagrada de proteger a la patria que es lo que todo militar tiene como único e indeclinable compromiso. Eso de perder el tiempo hablando de unos presidiarios que mientras estén allá dentro los tenemos bajo control, bien vigilados y sin drogas la verdad es que no le veo la gracia. Cierto es que tienen armas, unas pistolitas, y a veces unas ametralladoras muy modernas, pero ¿en qué cárcel del mundo los presos no están, aunque sea mínimamente, armados?
Hay que hacerle llegar al diputado opositor Richard Blanco, presidente de la Comisión Permanente de Cultos y Régimen Penitenciario, una pequeña sugerencia y ojalá no la tome a mal. Eso de citarlo a uno a las tres de la tarde pues es un irrespeto. Los oficiales se levantan muy temprano, en la madrugada, y a las tres una siesta no está de más.
Fuente: El Nacional
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