La desvergonzada mesa de diálogo que tanto ha hecho sufrir a los venezolanos, no por sus acuerdos sino, precisamente, por sus desacuerdos, parece que acordó algo. Los militantes del PSUV sufren hoy porque la remota esperanza de cerrar esta etapa desastrosa y tan destructiva del madurismo se aleja en la medida en que fracasa el diálogo, que hubiera permitido al partido rojo volver a sus propuestas iniciales de construir un país decente, soberano y basado en la Constitución.
Quitarse de encima esta satrapía civil y militar, que ahora disfruta de un poder que no merece y que sigue acumulando riqueza y gozando de privilegios inaceptables en una Venezuela que está en bancarrota, arruinada, sin fuentes estables de trabajo y con una legión de niños desnutridos y al borde la muerte por falta de medicinas, es hoy por hoy un sueño tan lejano como imposible.
Nadie que sea un chavista convencido y que tenga principios firmes quiere cargar con esta herencia putrefacta, con esta mala fama de tahúres que arruinaron una nación próspera, que la han conducido a un endeudamiento masivo y que ahora se la venden por un monto miserable a las grandes transnacionales de la minería. Este dilema moral y político está creciendo velozmente dentro del chavismo que, como cualquiera puede entender sin mayores dilaciones, está harto de los disparates de Nicolás y de su inevitable mano derecha.
De la misma manera que el pueblo venezolano se cansó de los anteriEl Nacionalores gobiernos de la democracia representativa por el alejamiento de los partidos de los principios fundacionales que los habían convertido en populares y en mayorías electorales, de igual forma el PSUV está sufriendo de esa fatiga interminable de saberse repudiado por grandes sectores de la población debido a su mal gobierno y a los megaescándalos de corrupción que alcanzan, en cifras modestas, la nada despreciable cantidad de 350.000 millones de dólares, y no pare usted de contar.
Sentarse a “dialogar” con estos señores es lo más parecido a un acto de misericordia, de extremaunción para el moribundo y de confortarlo en su viaje fuera del poder. Nada más. Lo que el oficialismo está fingiendo entregar es lo que ya nos había quitado por medio de la fuerza y la ilegalidad. Es como si apresáramos a un carterista y él, cínicamente, prometiera devolvernos la cartera si lo dejamos escapar.
En una nota redactada para este diario por la periodista Maru Morales, se recoge una llamada telefónica con el periodista argentino Juan Carlos Molina, donde el señor Maduro expresa en tono de buena gente: “Yo reconozco a la oposición venezolana y creo que la oposición ha dado un paso importante en medio de tensiones y discusiones internas para sentarse a dialogar. Yo apuesto al éxito del proceso de diálogo”. Ah, bueno.
Maru Morales también se refiere al diputado y segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional, Simón Calzadilla, quien fue cauteloso sobre los avances alcanzados: “El gobierno ha accedido a la liberación de algunos presos políticos y se harán anuncios sobre la regularización del funcionamiento de la Asamblea Nacional”. Nos devuelven lo quitado. Nada más.
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