Aunque las agencias internacionales de noticias estuvieron activas a más no poder durante todo el día de ayer y enviaron despachos a montón, lo cierto es que estas elecciones presidenciales en Estados Unidos no sólo han mantenido el escenario de suspenso y misterio hasta el último votante sino que, como pocas veces en la historia de ese país, anuncian un gran escándalo postelectoral independientemente de quien obtenga la mayoría en los colegios electorales.
Si Hillary Clinton logra la victoria sería algo que no sólo hará entusiasmar a amplios sectores de ciudadanos de tantos otros países en distintos continentes, sino que marcará un hito histórico por ser la primera mujer en llegar a ejercer la presidencia de la nación más poderosa del planeta. Estados Unidos llega a esta meta con un largo retraso con respecto a otros países de tanta o menor importancia en lo económico y lo político, pero con una larga historia de lucha en pro de los verdaderos, justos y auténticos derechos de la mujer.
No le ha sido fácil a Hillary Clinton esta batalla que, a la hora en que escribimos estas líneas, no había decidido su destino, aunque numerosas señales hacen pensar que tiene grandes posibilidades de éxito. El entusiasmo de los votantes, como bien lo retrataba un despacho de la agencia española Efe, quedó en evidencia al amanecer de la cita electoral, con “colas y aglomeraciones que caracterizaron las primeras horas de la jornada de las elecciones”, y que especialmente se pudo observar “en las comunidades latinas de Nueva York, donde hubo quienes esperaron en la calle antes de que abrieran los centros de votación”.
No era para menos porque el adversario de la señora Clinton, el empresario en bienes inmuebles y dueño de casinos, Donald Trump, había mostrado durante toda la campaña una irritante conducta contra los sectores latinos y, de forma muy específica, contra aquellos que habían emigrado a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida pero que, por desgracia, no habían cumplido con los trámites para legalizar su permanencia en territorio estadounidense.
De igual manera, el candidato Donald Trump había arremetido contra otras minorías étnicas o religiosas creando una atmósfera de miedo e incertidumbre entre estos sectores de la población. Contrario a lo que se creía, el candidato republicano consiguió lo inesperado, valga decir, que su discurso de ultraderecha y francamente racista calara en las oscurecidas zonas de la llamada “América profunda”, ese indeterminado estamento social de Estados Unidos que retrocede o se ancla en el tiempo, a la espera del renacimiento de la grandeza del hombre blanco, de su espíritu genuino y de la recuperación forzosa de su idioma, el inglés, como única lengua posible en todo momento y en todo el territorio norteamericano.
Trump incluso se guarda una carta en la manga si los resultados le son desfavorables: cuestionar la legalidad de los comicios y la transparencia del proceso electoral. Pasará mucho tiempo para que los ciudadanos estadounidenses vuelvan a vivir y sufrir una experiencia comicial signada por el miedo y la ansiedad del mundo.
Fuente: El Nacional
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