Las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, marcadas por la hostilidad bajo el gobierno de Barak Obama, podrían tornarse aún mucho más tensas bajo Donald Trump, cuya administración estaría más interesada en sancionar a chavistas involucrados en el narcotráfico que en fomentar diálogos entre el régimen bolivariano y la oposición.
Ex funcionarios de alto rango del departamento de Estado consultados dijeron que los esfuerzos por contener el flujo de droga proveniente del denominado Cartel de los Soles podrían convertirse en la piedra angular de la futura política estadounidense hacia el país petrolero.
De lado quedaría lo que es visto como “posiciones acomodaticias” de Estados Unidos hacía un régimen que incursiona cada vez más dentro del terreno del autoritarismo, dijeron los consultados.
“Creo que ellos van a ser mucho más agresivos en la búsqueda de soluciones y políticas dirigidas hacia el narcotráfico”, comentó José Cárdenas, quien ocupó altos cargos en el Departamento de Estado, el Consejo Nacional de Seguridad y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
“Creo que vamos a ver un incremento en la disposición de aumentar la presión, no solo a nivel judicial, donde ya hemos visto la presentación de cargos contra algunos funcionarios [venezolanos] por narcotráfico, sino también en el uso de las sanciones disponibles al Departamento de Estado, para cancelar visas y también del Departamento del Tesoro para congelar bienes”, agregó.
Algunas de esas sanciones fueron aprobadas recientemente por el Congreso para castigar a los funcionarios del régimen de Nicolás Maduro involucrados en prácticas de corrupción y en violaciones de los derechos humanos.
Pero la administración de Obama hasta el momento ha hecho un uso muy limitado de estos instrumentos, incluso cuando las agencias policiales han visto crecer la posición de Venezuela como un punto de tránsito de drogas hacia Estados Unidos, y mientras esas actividades del narcotráfico han pasado a ser controladas por altos funcionarios del chavismo.
Todo eso podría cambiar en los próximos meses.
“Creo que ellos van a ser mucho más agresivos en la búsqueda de remedios y políticas dirigidas hacia el narcotráfico que estarían, por ejemplo, tratando de velar por el respeto de los derechos humanos”, manifestó Cardenas.
Agregó que la administración Trump tampoco estaría tratando de jugar el papel de cupido entre el régimen de Maduro y la oposición.
“No me la imagino involucrada en esa tontería de fomentar un diálogo entre el gobierno y la oposición, como hemos estado viendo con la administración de Obama”, comentó en referencia de los últimos esfuerzos del Enviado Especial de Estados Unidos a Venezuela, Thomas Shannon, por tratar de arrancar un proceso de diálogo entre las partes.
Eso no quiere decir que la situación de Venezuela pasaría al olvido para la administración Trump. Al contrario, sería sometido a un mayor escrutinio.
Pero la atención del gobierno estadounidense no recaería principalmente sobre la pérdida de libertades o las violaciones de los derechos humanos que están siendo cometidas en el país petrolero.
“En base a lo que ha dicho Trump, su administración podría verse inclinada a tomar una posición mucho más dura sobre Venezuela, debido a la alta criminalidad del régimen”, comentó desde Washington el ex subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, Roger Noriega.
“Va a producirse un cambio de administración, y eso significa que muchas de las personas que van a estar tomando decisiones van a ser distintas a las que lo están haciendo en este momento […] Creo que la estrategia que hemos estado viendo de patear la lata hacia delante no va adecuarse muy bien con lo que va a ser el instinto de la nueva administración”, agregó Noriega.
El futuro de la política de Estados Unidos hacia Venezuela va a recaer en gran medida sobre los hombros de los funcionarios a ser escogidos por Trump para encabezar el departamento de Estado, la subsecretaría para Asuntos Hemisféricos y los puestos de asesores de la Casa Blanca sobre América Latina.
Pero los dos dirigentes que actualmente están siendo mencionados como posibles candidatos para asumir la jefatura de la cancillería estadounidense –el ex presidente del Congreso Newt Gingrich y el diplomático John Bolton– ya han expresado posturas muy firmes sobre Venezuela.
Durante su candidatura presidencial del 2012, por ejemplo, Gingrich aseguró que el gobierno del presidente Barack Obama había sido puesto en ridículo y avergonzado por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez, y que era necesario “implementar una estrategia no militar para reemplazar a Chávez”.
Bolton, por su parte, ha escrito artículos advirtiendo sobre los esfuerzos de Rusia por restablecer su influencia en Cuba y Venezuela en acciones y denunciando las posiciones sumamente pasivas de Estados Unidos en torno al régimen bolivariano.
Para el también ex subsecretario de Estado para América Latina, Otto Reich, la política de Obama hacia países como Cuba, Irán y Venezuela ha sido “acomodaticia”, y basada en una estrategia que era mejor evitar hacer olas, aunque eso conlleve brindar concesiones a regímenes violadores de los derechos humanos.
Pero van a ser precisamente Cuba y Venezuela los países que van a estar entre los primeros en ver un cambio de políticas bajo la administración de Trump, dijo Reich.
“La política hacia Venezuela y Cuba ha sido una de evitar crisis, y eso ha significado acomodarse con el estatus quo, tratar de entablar líneas de entendimiento con los gobernantes, aunque sean dictadores”, explicó Reich.
“Esa política de acomodación, no va a continuar, va a ser reemplazada”, aseveró el diplomático desde Miami, aunque admitió que ese cambio no se produciría de inmediato.
Fuente: El Nuevo Herald
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