Analítica11 junio, 2025
El vil atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay no puede ser visto como un hecho aislado. Si las autoridades no actúan con firmeza para esclarecer quiénes fueron los autores intelectuales, y no se detiene a tiempo esta peligrosa deriva política, Colombia podría entrar en una espiral de violencia con efectos devastadores para toda la región.
Ese país ha vivido este tipo de tensiones antes. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 desató el Bogotazo, una explosión social que derivó en un conflicto armado de más de medio siglo, con cientos de miles de víctimas. Hoy, aunque el contexto es distinto, hay señales alarmantes que recuerdan los primeros compases de aquel drama nacional.
El presidente Gustavo Petro ha colocado en cargos clave de seguridad a antiguos miembros del M-19, la organización guerrillera a la que él mismo perteneció. Desde la presidencia impulsa reformas por fuera del marco constitucional y alimenta un discurso marcado por el resentimiento social. A ello se suman los cuestionamientos por sus presuntos vínculos —durante la campaña— con sectores del narcotráfico.
Aunque Colombia todavía cuenta con instituciones independientes que han resistido los embates del poder, preocupa la forma en que Petro ha reaccionado ante su reciente derrota en el Senado: promoviendo una consulta popular que pretende desconocer el resultado legislativo, y que sería abiertamente inconstitucional.
Petro está tensando la cuerda en un país históricamente frágil. Si no rectifica, si no hay sensatez institucional, Colombia podría enfrentarse a un escenario impredecible que pondría a prueba no solo su democracia, sino la estabilidad regional. La historia ya dio señales claras de lo que ocurre cuando el odio político y la ilegalidad desbordan los límites del Estado de derecho.
La región no puede permanecer indiferente.
Tomada de: analitica
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