Analítica20 junio, 2025
La teocracia iraní, instaurada tras la Revolución Islámica de 1979, ha sido un factor desestabilizador para la paz regional en el Medio Oriente.
Desde sus orígenes, ha pretendido exportar la revolución islámica, es decir, imponer el chiismo en toda la región y, por encima de ello, erradicar de la faz de la tierra al Estado de Israel.
Para lograr ese propósito, ha apoyado y financiado grupos armados que actúan como proxies (apoderados), tales como Hezbolá, las milicias chiitas en Irak y Siria, los hutíes en Yemen y a Hamás —aunque sunita— en Gaza.
Pero si, además de eso, lograse convertirse en una potencia nuclear, se transformaría en una amenaza existencial no solo para Israel, sino también para los demás países de la región. Esto generaría, inexorablemente, una carrera armamentista que pondría en peligro la paz y la seguridad mundial.
Toda guerra es condenable, porque lleva consigo la muerte de muchos inocentes. Sin embargo, y a pesar de las declaraciones públicas de los Estados de la región condenando la acción militar de Israel, en el fondo la aplauden, porque elimina una amenaza latente.
Tomada de: analitica
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