El otrora poderoso régimen totalitario perdió su enorme conexión popular. La democracia redujo sus ímpetus al triste papel de ser minoría. Cada día que pasa sus fortalezas van quedando solamente en las fermentadas neuronas de los plañideros fanáticos, que creen en un retorno triunfal del proceso de marras; la realidad es que sus ideas caducas ya no seducen a la mayoría sensata que entiende que la colosal crisis tiene la rúbrica del perverso socialismo.
Lo acabamos de ver con el tercer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, casi podríamos asegurar que solo un grupúsculo se sumó a las celebraciones. Todas las actividades públicas resultaron huérfanas de fervor popular. Unos grises mandatarios latinoamericanos trataron de darle lustre a unas jornadas olorosas al incienso del fracaso. El refugio del régimen descansaba en la imagen paradigmática del héroe correlón de Sabaneta. El libertador de las teorías malditas dejó de significar algo para la mayoría, en consecuencia, y ante la imposibilidad de seguir comprando apoyo a través del ingreso petrolero solo les quedó el Tribunal Supremo de Justicia. El máximo tribunal del país por donde ilustrísimos venezolanos dejaron un legado para la posteridad; llenando de erudición a una República que estaba ávida de manejarse en los parámetros de la justicia bien ejecutada, encontraron en aquellos honorables magistrados un camino cierto para el buen concurso de la justicia.
Ahora el TSJ es un grupúsculo de crápulas avenidos en la borrachera de un régimen moribundo. Disparan desde su guarida para tratar de liquidar la escasa democracia que nos queda. En un acto demencial de primitivo raterismo han levantado las sucias banderas de la podredumbre humana; se han revelado en contra de los principios que debe sostener su magna investidura. Optaron por emparentarse con el espíritu del roedor que se asoma en sus pequeñas almas. Sus decisiones las toma la mano de Miraflores. Son simples títeres de una obra bufa en el viejo teatro del socialismo carcomido; curiosamente dirigidos por un incapaz presidente, que también es un fantoche al cual manipulan desde Cuba. Al final todo es una profunda red de conexiones entre mediocres y corrompidos que buscan salvaguardar el botín que es el gobierno.
Mientras el desierto se cierne sobre la paleontológica revolución, su último recurso de supervivencia es refugiarse en la guarida del TSJ. Sus intereses se disfrazan de decisiones jurídicas con el veneno político en sus entrañas. En nueve años jamás han dado un dictamen que perjudique al gobierno, si por el contrario es algo que los favorece automáticamente tienen el resultado favorable. Ahora su misión es torpedear y limitar la buena labor que está rindiendo la Asamblea Nacional en beneficio del país. Como última frontera disparan desde sus atalayas oscuras, se terminaron de quitar la careta para mostrarse como militantes del PSUV. Es el reino de las bajas pasiones que los dibuja de cuerpo entero. Su descrédito crece como la espuma de sus abultadas cuentas y propiedades. Sus grotescas actuaciones tienen al foro venezolano con cara de vergüenza. Es lamentable que la justicia esté en manos de un clan de pillos.
Desde Cuba presionan para tratar de liquidar al cuerpo legislativo que preside Henry Ramos Allup. Definitivamente no quieren que el régimen hampón sea descubierto, añoran el anterior escenario de la componenda y la sumisión. Desde lejos alimentan la violencia deseando que la misma sea avasallada por los grupos extremistas que son el brazo armado del proceso. En los últimos instantes de la revolución sus miserias se esconden en las decisiones de una fauna de esperpentos del infierno, la miseria humana en estado puro…
Fuente: El Nacional
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