“El presidente Maduro dio inicio al Plan de 100 días para la Siembra Urbana, con la meta de cultivar en el país 12 millones de kilómetros cuadrados de hortalizas y frutas para afianzar la autonomía alimentaria”.
Así reseñó la prensa un acto que Maduro animó mediante un mensaje cursilón y mal escrito –“Vamos junt@s con nuestras manos y nuestro amor sembraremos la nueva economía urbana”– y que, dado su patético simbolismo y su intención propagandística, no se puede tomar muy en serio.
Con la retórica al uso, el sembrador rojillo celebraba por adelantado el día del árbol –sólo le faltó entonar “Al árbol debemos solícito amor…”–, mientras convocaba a sus menguantes huestes, las pocas que aún no han sumado sus voces al coro peticionario de su renuncia, para que se incorporasen a la última ocurrencia de la ministra de agricultura urbana, Lorena Freitez, para “superar el esquema del rentismo petrolero y promover en la población de las zonas urbanas el cultivo de frutas y hortalizas”; hágannos el favor de no seguir con la misma fastidiosa cantinela.
Cual si estuviese en campaña electoral, Maduro insiste en emplazar a sus brigadas de choque –unidades Bolívar Chávez– para que salgan a las calles y expliquen a la comunidad en qué consiste este Plan de 100 días para la Siembra Urbana con el que, afirma, “seguiremos activando estos motores de trabajo, de agricultura urbana y periurbana, de incorporar a la juventud de los barrios, estudiantil, la Fuerza Armada. La gran unión nacional”.
Y quizá sí esté en campaña electoral, haciendo oídos sordos al clamor que le exige haga mutis definitivo por el foro; o, acaso, ensaye una ceremonia como las que José Ignacio Cabrujas atribuía a alguna corporación pueblerina para la promoción de la cultura –Sociedad Luis Pasteur (antes, Sociedad Heredia) para el Fomento de las Artes, las Ciencias y las Industrias de San Rafael de Ejido–, preludio a la caída del telón que pondría fin al drama que padecemos.
La verdad es que con esas improvisaciones, Maduro no hace más que exasperar a la gente que se pregunta si tendrá que hacer cola hasta que den frutos las maticas sembradas hoy cuando escasea el agua (y la poca que hay es tan preciosa para malgastarla en experimentos sin futuro), sin saber qué hay para comer en el entre tanto.
Y cuando afirmamos que la iniciativa del esotérico Minpopo de Agricultura Urbana carece de porvenir es porque nunca vimos los chapuceros paliativos cacareados por Chávez –gallineros verticales, huertos hidropónicos– y a los que recurren quienes no se atreven a agarrar el toro por los cuernos porque se saben incapaces de lidiar con él.
Los cien días del programa agrícola culminan el 7 de julio. Para tal fecha –y de acuerdo con lo estipulado por alegres asambleístas que no hayan como romper ese nudo gordiano en que se convirtió el TSJ– el hombre debería estar haciendo mutis. Sin embargo, nada se pierde con solicitar en el destacamento militar más cercano a su domicilio las plántulas… para ver si la rana echa pelos.
Fuente: El Nacional
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