Los políticos estaban felices con lo revelado por WikiLeaks porque, de alguna manera, los convertía en víctimas de los poderes oscuros de los servicios secretos de Estados Unidos y del resto de las potencias occidentales.
El avance arrollador de la cibertecnología de punta había permitido crear una red mundial que solo en sueños podía concebirse de forma tan espléndida y funcional, pero que en todo caso había llegado tan de repente que nadie alcanzaba a pensar que ya estaba en funcionamiento a todo vapor en nuestro entorno cotidiano, en la calle, en la oficina, en el hogar de cada uno y, para más asombro, en los propios centro del alto poder político.
Cuando se dieron a conocer las primeras filtraciones de WikiLeaks y estalló la tormenta mediática en el mundo occidental, los observadores pensaron que en la medida en que las naciones y sus gobiernos reclamaran por estas transgresiones tan graves por parte de estos servicios secretos extranjeros y, por supuesto, tomaran represalias ya sea mediante la vía diplomática o más duras aún, suspendiendo compras de armamentos o rupturas de negociaciones políticas o comerciales, las iras y los reclamos cesarían lentamente en el tiempo. No fue así.
En realidad lo peor estaba por llegar: un imperceptible personaje de apenas 29 años de edad, contratado por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Edward Snowden, decidió dar un paso en su vida tan trascendente como el que este domingo han dado decenas de periodistas de investigación que, unidos por una vocación y un coraje admirable, lanzaron al mundo una operación de rescate de la verdad, a escala mundial, nunca intentada antes: los Papeles de Panamá.
Edward Snowden lo hizo a su manera, contactando a un periodista y a una documentalista de fama, Laura Poitras. En cambio, en el caso de los Panamá Papers se optó por una fascinante y rocambolesca acción a escala mundial integrada, secreta y sigilosamente, por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.
Todo sucedió en escala creciente a partir de una filtración recibida y procesada por el periódico Suddeutsche Zeitung, que incluía cerca de 11,5 millones de archivos pertenecientes al mega-bufete panameño Mossack Fonseca, utilizado por los poderosos círculos políticos y económicos del mundo entero para hacer viajar, sin inconvenientes ni engorrosos trámites, gruesas sumas de dinero hacia paraísos fiscales y no precisamente para que los billetes tomaran sol y descansaran a la sombra de una palmera.
Como diría con picardía y salero un español del común, pues hombre, se armó la de Dios es padre. De acuerdo con la agencia Efe, la filtración masiva de los Papeles de Panamá desató una convulsión mundial que obligó a numerosos gobiernos a anunciar investigaciones fi scales, es decir a tratar de lavar la cara hasta donde era posible. No era para menos, pues entre los señalados aparecen presidentes como "Vladimir Putin y Mauricio Macri o el futbolista Lionel Messi". ¿Y en Venezuela? No pasa nada, secreto total rojito.
Fuente: El Nacional
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