No hay manera de que la realidad alcance el cerebro de los jefes del chavismo y, quizás, solamente quizás, los haga asumir sin tantas mentiras el hecho, demostrado hasta la saciedad, de que Venezuela es un inmenso y placentero refugio para la corrupción desde hace 17 años.
Valga decir, desde el momento en que un grupo de militares se autodenominó salvadores de la patria sin tener la menor idea ni la preparación para dirigir un país con acierto y honestidad.
No hay que olvidar que de la misma manera han actuado todos los salvadores de la patria tanto en Venezuela como en el resto de América Latina, sin olvidar Europa donde un par de aventureros condujeron a Italia y a Alemania por un camino de destrucción y muerte que la humanidad no había conocido jamás, fabricando con sus ambiciones desmedidas y sus proyectos irracionales un inmenso dolor universal que nos conmoverá por siempre.
Y es que a estos líderes crueles e improvisados, y desde luego a sus seguidores, no les importa la vida de la gente común, del ciudadano sencillo y honesto, sino en tanto constituyen la materia prima para construir los escalones que los lleven a la cúspide del poder. Mientras escalan y satisfacen sus ambiciones primarias van, paralelamente, sembrando las semillas de la destrucción, el hambre y la miseria, la desolación y la muerte.
En su apresurado camino hacia el poder, como ocurre actualmente en Venezuela, no se percatan de las grietas que aparecen a su alrededor y que son los primeros e indudables signos que advierten que el fin está cerca, que la realidad se impone lenta pero inexorablemente, que las fantasías que ayer alimentaban sus ambiciones se están disolviendo en un mar de reclamos y exigencias de las promesas incumplidas. Es el momento en que les nace el miedo y se les despierta la crueldad hacia los otros, en un intento desesperado e inútil de salvarse.
Ayer, con cara de sorpresa y mirada alucinada, como si hubiese desembarcado en Macuro acompañando a Cristóbal Colón, el señor Maduro, que padece y hace padecer a los venezolanos con su simulacro de ejercicio de la presidencia, decidió admitir en público que el país vive una gran emergencia por el deficiente sistema bolivariano de distribución de las medicinas.
Qué trance de lucidez, qué rayo de luz habrá atravesado su entendimiento de forma tan fulminante, qué manera tan audaz de aterrizar en la realidad. ¿No lee usted, Maduro, los reportajes aparecidos en la prensa y que durante meses han advertido sobre la magnitud de esta crisis? ¿No revisa su cuenta de Twitter y, sin querer queriendo y de reojo, se entera de la larga lista de padres y madres desesperados por salvar la vida de sus hijos que ruegan por una medicina que no se consigue en las farmacias oficialistas y menos en las privadas?
Usted, Maduro, confiesa: “Yo sufro mucho con esto, déjenme decirles, cuando veo que se nos pudre alguien por aquí, se nos pudre alguien por acá”. En verdad, lo que hoy se está pudriendo es la revolución chavista.
Fuente: El Nacional
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