domingo, 9 de febrero de 2020

Ideas en Libertad / Transiciones Políticas, Transiciones Democráticas y Transiciones "Mediáticas": tres caras distintas de la solucción y un ejemplo comparativo (Myanmar O Birmania)

David L. Petit
Este breve artículo intenta retomar algunas ideas que ya hemos expuesto meses anteriores. En especial, sobre un tema que circula periódicamente en el análisis de la problemática y coyuntura política venezolana: negociación y transición. Algunos, incluyendo al propio Presidente Interino y su entorno, reconocido por una multiplicidad de gobiernos, han colocado el término transición como parte de los objetivos desde el año 2019 y este 2020.
La cuestión aquí es abordar y dilucidar qué se entiende efectivamente como una transición, el por qué debe observarse y analizarse en estos tres estadios arriba mencionados, y cómo podemos ver la diferencia con un caso histórico-político para ayudarnos a diferenciar cada uno de estos usando como ejemplo la tortuosa transición y situación político-social birmana. Nuestro interés es plantear con prudencia y objetividad académica, cómo no toda transición política es en sí misma exitosa desde las perspectivas democrático-electorales, pacíficas, y sobre todo ciudadanas apegadas a cada contexto como algunos analistas o comentaristas han tratado de hacer ver, promocionar o describir obviando algunos detalles de no poca importancia.


I


A inicios de agosto de 2019, comentábamos sobre factores claves en torno a lo que conllevan los procesos de negociación para el caso venezolano[1]. Describimos y apostamos allí por una serie de elementos positivos y negativos respecto a los procesos de negociación por medio de una simple matriz DOFA altamente utilizada por los académicos y profesionales de distintas áreas en general. La mayoría de factores expuestos hace medio año se cumplieron y mantienen. Pocas cosas han cambiado desde entonces salvo la nueva re-legitimación internacional/nacional que señalamos en ese entonces, y el apoyo para el Presidente (i) Juan Guaidó en estos últimos días de inicios de año.


Lo anterior implica que, se mantiene el tema de una transición democrática por parte de la mayoría de los actores que apoyan a Guaidó, a la Asamblea Nacional y a la ciudadanía democrática venezolana. Y, del mismo modo, es el camino y “plan” cuando menos discursivo o retórico que han empleado los actores que intentan dar al traste con el régimen ilegítimo actual a lo interno de Venezuela. La pregunta es cómo y de qué forma esto se hará plausible en los hechos, en los resultados, más allá de promesas y apoyos diplomáticos.


De allí que vuelva el tema a la palestra comunicacional la insistencia sobre una transición. Véase que ya no se habla de una negociación como el año pasado, sino que por el contrario, se aspira y espera que se de una transición lo antes posible. Y es esto uno de los principales componentes que dan fuerza a que se den “transiciones negociadas” que tengan como resultado el retorno a la democracia. Pero, una vez más: ¿todas las transiciones per se conducen a la democracia? ¿Este tipo constituyen la única forma de transición política o es que se han dado otras? Si logramos atender a este par de preguntas nos surge una más interesante e importante: ¿por qué los analistas en Venezuela, sobre todo, no se refieren a las transiciones que no han dado como resultado un verdadero régimen democrático o no han sido exitosas? ¿Se esconde algo tras este tipo de encubrimiento de la verdad o es sólo por motivos de aupar la esperanza y fe en los venezolanos?


Así las cosas y con más dudas que respuestas, vemos como ya advertía hace pocas semanas el analista político y politólogo John Magdaleno y uno de los mayores exponentes del modelo transicional a la venezolana que: “Recientes estudios ha demostrado que las transiciones negociadas hacia las democracias son mejores porque las democracias son perdurable y los sistemas democrático son de mejor calidad, sin embargo, no siempre es factible”[2]. Muy sugestivas sus propias palabras porque denota algo significativo y que es lo que hemos dicho hasta ahora: hay otro tipo de transiciones negociadas que no han decantado en regímenes democráticos sino en otro tipo. Y es crucial afirmar esto para ver el ejemplo que sigue porque presenta una lectura de realismo político puro y duro que, no es más, sino que nuestros actores políticos deben cavilar, reflexionar y tomar las decisiones adecuadas para no ir en un camino que nos lleve a un cambio en el sistema político pero donde sus mismas fuerzas y actores hagan un simple reacomodo. Esto es, una movida intra-sistema que sólo cambie unos nombres, órganos, personajes, pero que se mantenga casi de la misma forma a cuanto a sus élites de poder y control. Esto sería muy lamentable para Venezuela y podría presentar una mayor demora para alcanzar soluciones integrales, de forma y fondo, estructurales, del sistema político, social y económico del país. Sin un verdadero cambio político a nivel sistémico poco se caminará hacia el sendero de la Democracia y esto hay que advertirlo.


II
El politólogo Eladio Hernández citó hace algunos años a uno de los primeros pensadores que en América  Latina comenzó a hacerse preguntas sobre las transiciones: Ramón Díaz Sánchez. Y es que nos parece totalmente adecuado repetirlo porque volvemos a hacernos esta interrogante año tras año, mes tras mes. Señala Hernández que era muy poco conocido que este escritor venezolano publicó en septiembre de 1937 un ensayo titulado: Transición (Política y realidad en Venezuela), en donde afirmaba que:


Conviene detenernos a reflexionar sobre el sentido de nuestros regímenes de transición política para plantearnos esta interesante cuestión: ¿A dónde nos conducirá el que estamos viviendo hoy? ¿Al despotismo nuevamente o a un definitivo encauzamiento democrático, por cuya implantación hemos estado clamando de un modo tan perseverante como inconsciente desde los propios días de la emancipación?[3]


¡Casi 80 años seguimos preguntándonos lo mismo!: ¿Hacia dónde vamos?


En un mundo cada vez más interconectado, globalizado e interdependiente, la Democracia se ha visto como el sistema más confiable o aunque sea el menos corrompido. Es donde imperan o pueden imperar un mayor cúmulo de libertades y derechos individuales y sociales. En el sur de Asia este llamado a las libertades no fue dejado de lado. En la Birmania (hoy Myanmar) de finales del siglo pasado e inicios de esta centuria, también se han hecho esfuerzos insoslayables por una transformación política estructural. Sólo describiremos y nombraremos algunos elementos claves para entender esta realidad y las razones de citar dicho ejemplo[4].


Birmania o Myanmar es un país con importantes asimetrías. Multiétnico, plurirreligioso y multilingüe, pero con una clara mayoría bamar (68% de la población aproximadamente y mayoritariamente budista). Otras importantes etnias (rohinyás, los karen y los san) habitan las zonas más periféricas, y los conflictos de todo tipo han existido aquí por décadas. Graves problemas que se acentúan por el control férreo en todo nivel que asumió El Tatmadaw (Fuerzas Militares) desde los años sesenta aunque el conflicto ya data desde 1948 (72 años en conflicto, el más largo en la Historia reciente).


Aunque en 1947 se dio una Constitución de carácter democrática, tras años de inestabilidad y pugnas como las ya mencionadas arriba, en septiembre de 1958 un general (Ne Win) tomó el Gobierno de forma temporal para hacer frente a la crisis política que amenazaba la existencia de Birmania. Dos años de control que sirvieron de afianzamiento político y económico de las Fuerzas Armadas.  Comenzaron ellos a acrecentar su desconfianza hacia los métodos democráticos de gobierno e incluso hacia la población civil y decidieron que la democracia no era la mejor vía para el país.


En 1962 se dio el golpe de Estado definitivo, que institucionalizó la hegemonía que las Fuerzas Armadas venían ejerciendo desde la década anterior. Se estableció una junta para gobernar el país, se abolió la Constitución de 1947, hubo prohibición de todos los partidos políticos, se disolvió el Parlamento, nacionalizó la economía y estableció la “vía birmana al socialismo” como ideología nacional. Atrocidades de todo tipo, eliminación de de los derechos culturales y religiosos que las minorías sufrieron durante décadas, etc. Toda esta etapa duró hasta 1988, primero con Ne Win (Gobierno militar), y a partir de 1974 como “dictadura constitucional socialista”. El lema por su traducción sería algo como: “Socialismo y ejército: la vía birmana al socialismo”[5].


Las crisis de finales de los ochentas, trajeron una fuerte crisis económica de 1987 y una insurrección popular (julio del 1988), liderada por Aung San Suu Kyi y brutalmente reprimida por el Ejército. Ne Win salió del poder. Hubo múltiples revueltas estudiantiles que exigían democracia (levantamiento 8888), y que terminó con otro sangriento golpe de Estado en 1988. Aunque la Junta Militar retomó el Gobierno y revocó el sistema socialista, el Tatmadaw se replanteó su papel en la sociedad ante fuertes presiones internacionales así como nacionales. Esto llevó a una famosa “Hoja de Ruta de 7 puntos”[6] que llevaría al país a una “Democracia Disciplinada” con la Convención del 2004 y el referéndum nacional y Constitución del 2008. Es esto a lo que se ha llamado Transición para el caso birmano básicamente.


Los acuerdos mínimos, objetivos y pasos se hicieron. Hubo críticas por supuesto, como en todo proceso de este tipo y lleno de tanta conflictividad, pero el problema es que  la Constitución de 2008 concede al Tatmadaw plena independencia del poder civil y un 25% de representantes en el Parlamento, lo que según esta Carta es suficiente para vetar cualquier reforma constitucional. El Tatmadaw, a su vez, se le otorga control total sobre la defensa y la seguridad nacionales como es de esperarse para los militares, y sobre el control de fronteras y asuntos internos. Tienen también el control parcial o total del poder legislativo y ejecutivo en caso de emergencia nacional. Así como debe sumársele el gran poder económico y comercial acumulado por décadas (control de la industria pesada, el turismo y demás rubros de importancia nacional). Dada la justicia transicional que hemos visto en otros conflictos (caso colombiano reciente por ejemplo) y los acuerdos-negociaciones, los oficiales quedan impunes por todos los abusos cometidos en el pasado y sus miembros solamente pueden ser procesados por tribunales militares. A la ciudadanía birmana esto les ha parecido una afrenta y una falta total a la justicia y a la democracia tan deseada.


En 2010 y 2015 el Partido de Suu Kyi obtuvo mayor representatividad e importancia, así como el  poder político desde hace un lustro (Liga Nacional para la Democracia), pero la realidad es que maniobra con un margen muy reducido dado todo lo anterior. Los militares ocupan sitios claves y la misma Constitución permite que en cualquier momento tengan control casi total del Estado. Tanto, que hasta el régimen democrático o lo que existe de este puede ser suspendido.


Una muy frágil situación de poder para los civiles, con una constante pugna en varios renglones (étnico-religiosos, tráfico de minerales y drogas para financiar distintos ejércitos de esas minorías), y un tutelaje más que evidente hacen ver que esta transición tiene elementos y tuvo importantes momentos electorales en aras de ir a la democracia.


III


Cada caso, conflicto y transición son evidentemente distintos. Por ende, cada transición y su proceso lo es. Que exista o no el elemento electoral es sólo una parte de dicho proceso. Pero no es el proceso en sí como tampoco incluso tiene por qué ser el factor determinante. Esto lo afirmamos porque parece que hoy día los transicionistas, no sólo en Venezuela sino a nivel occidental, han vendido una idea donde hacen ver que el que existan elecciones ya de por sí hacen parte de una transición democrática y eso no es exactamente así. De hecho, no podemos afirmar que este será el resultado: la Democracia. Por supuesto que se aspira que así sea, pero está en los analistas ver todo proceso, caso y situación en su debido contexto y con la prudencia, mesura y objetividad intelectual adecuada. Ni ser pesimistas pero tampoco propagandistas de algo que debemos comprender con suma responsabilidad.


El proceso de transición en Birmania ha presentado con incontables apoyos pero también dificultades. Múltiples grupos armados que han fragmentado el territorio y un gobierno civil supeditado o tutelado por la élite militar. Esto demuestra que todas las presiones internacionales, sanciones, bloqueos, ayuda de organismos internacionales y ONG’s no necesariamente dan como resultado un proceso que conlleve a una democracia real. El Político, el estadista, debe entender sobre estas posibilidades, oportunidades, amenazas, contratiempos, pero sobre todo la naturaleza de la política misma y de sus connacionales (sociedad), historia y realidad. También lo deben hacer quiénes analizamos esto, opinamos y escribimos para atender a la veracidad de la información, ser justos con los datos para poder dar una versión más acoplada a dicha objetividad que mencionamos.


Para el caso venezolano se presentan muchas interrogantes. Tal vez más a posteriori de un cambio de régimen y de sistema que antes, puesto que ya estamos embarcados en dicho cambio. Su duración dependerá de los políticos y decisiones al respecto. Lo que sí debemos señalar de nuevo, es el peligro de creer que toda transición será exitosa. Esperemos que así sea. O democrática. La inmensa mayoría de los venezolanos y de este Hemisferio así lo desea. Pero la amenaza en la comunicación política es que sólo se nos venda una de carácter mediática como en otros contextos. Esa donde se dan acuerdos, el estrechón de manos y abrazos para las fotos, haya una justicia transicional y los mismos actores de antes del conflicto sigan ocupando puestos de poder. Una simple rotación dentro del sistema mismo para aparentar cambios. Creo que eso no es lo que queremos y abogamos por algo mucho más idóneo por una verdadera Democracia y esperanzas para los venezolanos.


Referencias
[1] “Los Procesos de Negociación (Caso Venezuela) y los problemas de la Opinión Pública”. En: http://ideasenlibertad.net/los-procesos-de-negociacion-caso-venezuela-y-los-problemas-de-la-opinion-publica/
[2] “John Magdaleno: Las transiciones negociadas hacia la democracia son las mejores”. En: https://www.lapatilla.com/2019/12/01/john-magdaleno-segun-estudios-las-transiciones-negociadas-hacia-la-democracia-son-las-mejores/ (diciembre, 01, 2019).
[3] Díaz Sánchez, Ramón. Transición (Política y realidad en Venezuela). El libro menor, 37; Ediciones de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, 1983. P. 81. Ensayo publicado por primera vez en 1937, por Ediciones La Torre en Caracas. El trabajo hace particular referencia a la transición política ocurrida entre la Venezuela gobernada dictatorialmente por Juan Vicente Gómez (1908-1935) y el régimen aperturista hacia la democracia de Eleazar López Contreras (1936-1941). En: Eladio Hernández Muñoz, “Deliberando sobre las Transformaciones Políticas (Primera parte)”. Revista Memoria Política, Vol. 1, Nº 1, 2012: 141-201. Disponible en: http://servicio.bc.uc.edu.ve/derecho/revista/mpv1n1/art06.pdf
[4] Un excelente resumen que nos ha servido de mucho podemos verlo en Cristina de Esperanza, “Myanmar, la transición incompleta”. Disponible en: https://elordenmundial.com/myanmar-la-transicion-incompleta/
[5] Citado en ibidem.
[6] Véase el excelente trabajo al respecto de Borja Llandres  Cuesta, “Myanmar: la Hoja de ruta de 7 pasos hacia una democracia disciplinada”. Documento de opinión, IEEE, septiembre de 2016. Disponible en: http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2016/DIEEEO91-2016_Myanmar_BorjaLlandres.pdf
Imagen: Obra “Lucha por la Emancipación” de David Alfaro Siqueiros

Tomada de: Ideas en Libertad

No hay comentarios:

Publicar un comentario