domingo, 23 de febrero de 2020

Serie: Crónicas del Socialismo del siglo XXI. #3 Necrofilia Gubernamental

EZIO SERRANO PÁEZ / IDEAS EN LIBERTAD 23FEB2020
Me tomó algunos minutos comprenderlo. Verme allí en la morgue, en una camilla próxima a la sala de autopsias, no era algo que pudiese resultar fácil de aceptar apoyándose en experiencias previas.  Pues  sí,  estoy muerto. Para más señas, caí  en medio del fuego cruzado  producido por  una  Guerra de Minitecas.
Como el  queso del sándwich,  quedé  atrapado  entre  dos vecinos ruidosos que  practican esta forma   anacrónica  de  guerra. El  de la  derecha,  estuvo fustigando toda la noche  con el cancionero de un tal  Bad Bunny y Ozuna, mientras que el de la izquierda, hacía el contra ataque  ametrallando mis oídos con el cancionero popular de Julio Jaramillo y  Daniel  Santos. Con aquella  sobre dosis melodramática, acompasada con la virulencia reguetonera, el desenlace  resultó inevitable: otitis infecciosa y  despecho agudo, dictaminó  el  patólogo de turno.


Si bien el personal que labora en la morgue no hace mayores distinciones a la hora de procesar y almacenar los cuerpos, no ocurre igual con las almas que desde allí despegan, casi siempre con rumbo desconocido. Es como un pequeño aeropuerto,con su sala de espera. Partiendo de allí, emprenderemos el viaje sin personal de abordo ni compañía. Cada quien  debe afrontar su destino.  Por muy repugnante que parezca el lugar, no deja de despertar la curiosidad de las almas viajeras que aguardan su turno de salida. Se puede aprovechar el tiempo  echando un vistazo,  con  morbosa inquietud antes de abandonar lo que fue nuestro corpóreo recinto. Para decirlo con seriedad de obituario, esta curiosidad está animada por el deseo de saber el destino final de cada difunto. Según  lo observado,  podemos hacer  alguna predicción  e incluso  algunos levantan apuestas  del tipo pare o none: ¿Hacia dónde será enviada tal o cual alma? ¿al cielo o al infierno? Nadie parece estar seguro.


Como  cualquier morgue de una  gran ciudad, predominan  las víctimas de la violencia urbana, los infartados  y uno que otro suicida. Mi  caso es de los más raros, aunque no es el único. Logré escuchar al asistente del patólogo afirmar que “si el apagón  que se produjo  en la madrugada, hubiese ocurrido 5 minutos antes, posiblemente este infeliz se habría salvado”. En realidad no habría soportado  la paradoja de deberle mi vida al mal servicio eléctrico, yo que tanto lo había criticado. Cuando el personal a cargo culmina su turno y todo parece quedar en silencio, es precisamente cuando un suave rumor de voces y cuchicheos comienza a notarse. Y es la ocasión para enterarse de las curiosidades mortuorias. Desde las camillas y  desde  el mesón de disección surgen rumores inicialmente indescifrables, pero luego van adquiriendo sentido. Los más bulliciosos son los de las gavetas refrigeradas. Alardean por ser los ya clasificados tachando de nuevos a los que yacen en las camillas o el mesón. El frío no los arredra para hacer todo tipo de comentarios. Su peculiar sonido bien merece ser calificado de ultratumba, aunque provenga de las cavas.


Por momentos las voces crean una atmósfera de franca intranquilidad, sobre todo porque no es fácil determinar quién  es el emisor o el receptor de los mensajes. Tal me ocurrió con alguien de regreso, pues se decía cataléptico y remataba en dólares la urna de lata y cartón ya improvisada por su familia. Decía que estaba hecha a mi medida. Lo ignoré abstraído por otras voces que anunciaban curiosas enfermedades. Como el caso de Victorio Buendía, muerto de sífilis cibernética  contraída  en una sesión de sexo virtual. Un caso parecido lo relató el mismo Buendía: su amigo  Miguel Malaparte  murió de simbiosis informática. Un ataque simultáneo de  gusanos y troyanos invadió su computadora y de allí pasaron al cuerpo de Malaparte, dada su patológica identificación con el aparato. El infortunado trató de  ingerir los antivirus correspondientes, pero  éstos  tenían la licencia vencida y no surtieron efecto.


Nunca imaginé la existencia de enfermedades tan raras, y menos  relatadas  por los propios pacientes ya fallecidos.  Roberto Angulo  murió  víctima del síndrome de los  glúteos apasionados, enfermedad que se manifiesta  cuando los  glúteos tienden a fundirse  con pasión desenfrenada, lo cual produce el colapso  del aparato digestivo  incapacitado para cerrar su ciclo natural.  Diomira Zapata  murió de otitis escatológica, enfermedad ocupacional que adquirió  en la  taberna  en la cual  trabajaba.  La lista de casos  extraños  pudo  extenderse  hasta  el más allá, pero  un  ruido próximo a la exaltación  hizo  que toda mi atención se volcara  hacia un enorme gavetero  que cubría una  sección completa identificada con la palabra GUBERNAMENTAL colocada en su borde superior.


Desde allí surgía un bullicio interrumpido periódicamente por sollozos, gritos y expresiones propias de almas compungidas.  Pues  resultó  que aquellos entes, ya sabían cuál  sería su destino, por lo cual se lamentaban y se hacían acusaciones recíprocas. Decidí separarme un poco más de mi cuerpo para hilvanar algunas palabras sueltas que llegaban a mis etéreos oídos. Hablaban de las tinieblas, de la ruina, de  la  orgía roja y de un juicio pendiente en el averno. La algarabía, los gritos y sollozos alcanzaron tal nivel que me resultó imposible construir una idea en torno a la causa de muerte y sobre todo, acerca de quiénes  serían  los cadáveres allí almacenados con sus respectivas almas aún a la espera.


Por fortuna, mi curiosidad natural  no había disminuido con la muerte.  Claro, era mi alma aventurera que se mantenía viva.  Por ello me dirigí al espíritu más viejo del lugar, con seguridad, éste me aportaría los datos  que podrían aplacar mi inquietud.  Por cierto, el alma más vieja del lugar  pertenecía  a un sujeto  atrapado en  el limbo: había sido olvidado  tanto por Dios como por el Diablo. Por ello se había auto designado  Guachimán (e) de la morgue para ocupar en algo su tiempo infinito.  Con la natural timidez de un recién muerto y recién llegado, me arme de valor  para  interrogarlo:


Mi alma: Perdone  usted que le haga  perder su valioso  tiempo, ¿puedo hacerle  algunas preguntas?


El Guachimán (e):- Puede preguntar lo que quiera, tiempo me sobra. Pero le aclaro que el perdón  o el castigo vienen después del juicio y sus resultados.-Respondió  con una voz que parecía proyectarse por oleadas, dejando un eco  molestoso al final de cada palabra.


Mi alma: ¿puedo preguntarle quienes son los muertos de aquellas gavetas, y porqué están alborotados?


El Guachimán (e): Son los planes y promesas  del  gobierno  revolucionario.  Han venido pereciendo  ya por décadas,  los traen acá  y  al no existir  dolientes,  los juicios finales se demoran excesivamente.  Nadie responde por ellos  y como puedes  ver,   ya casi desbordan  los gaveteros.  Lo peor  es que siguen llegando y ahora   la cosa se complica…


Mi alma: ¿ Y por qué se  complica?


El Guachimán (e): Pues, deberías saberlo.  Se complica  porque  ya empiezan a llegar cadáveres  del  gobierno  encargado o de transición, como  también lo llaman.  La semana pasada trajeron el cadáver  de un tal Plan País y  se armó una  revuelta porque  las Promesas Revolucionarias  no le permitían acceso.  ¡yo no se que pasó con el  dichoso Plan, pero lo regresaron!  A un tal Petro también lo han traído  varias veces, pero  el condenado parece que revive periódicamente.


Mi alma: Pero no logro entender la razón de los lamentos  y quejas  previas al alboroto…


El Guachimán (e): Por eso es que No me gusta hablar con almas  nuevas  aunque vengan de cuerpos viejos- Respondió con  desgano-  ¿Cómo no vas a entender que están  alborotados porque saben que les espera el infierno?- Lo dijo casi a  gritos-  Candela es lo que les espera y por eso se culpan entre ellos mismos. ¿Acaso no ves el reguero que han dejado? Empecé a notar que  el Guachimán (e)  se impacientaba con mis preguntas  que le resultaban tontas de solemnidad.  Por eso con voz trémula  alcancé a  inquerir:


Mi alma: ¿Y quiénes  están allí?- El alma  parecía  respirar profundo para renovar su paciencia ya casi agotada, pero finalmente  respondió:


El Guachimán (e): Ufff imagínate, esto me parece redundante. La lista es más larga  que un kilo de chorizos carupanés. Allí se pueden encontrar  desde  la promesa de  liquidar las colitas de PDVESA, la creación de la Universidad en Miraflores,  pasando  por  la Ciudad para los Niños de la Calle, los Gallineros Verticales, los Conucos Zamoranos, los Cultivos Organopónicos, la Economía Endógena, el eje Orinoco-Apure, el Banco de la Mujer, El Guaire Cristalino, La Ruta de la Empanada, el Banco del Pueblo Soberano, el Desarrollo Humanista, Las viviendas baratas, dignas y equipadas,  la inflación amarrada al catre presidencial, las Cooperativas como bastión productivo, los cuadrantes de la seguridad ciudadana….en fin.


El alma  del Guachimán dio señales de fatiga y parecía tomar aire para un nuevo impulso, así  continuó:


Yo no se dónde van a meter  más cadáveres, por ahí  están apilados los cuerpos de algunas misiones, la Vuelvan Caracas convertida en Misión Che Guevara, la Barrio Adentro, la Misión Vivienda equipada,  La Negra Hipólita, y un largo  etc. La Misión Cristo, también murió a pesar de la  inmortalidad que le precedía. Ahora su alma  se cree muy segura de ir al cielo. Yo no estaría tan seguro.  Hasta unos  satélites chinos están desandando,  sólo yo los puedo ver porque tengo  acceso al limbo.


Mi alma: Caramba, definitivamente  no hay cama  pa´ tanta  gente. Eso explica el bullicio, pero dígame ¿Qué dice la autopsia?   ¿de qué murieron?


El Guachimán(e): Los  patólogos afirman  que se trata del  Síndrome  de  Ninguna  Eficacia Adquirida,  conocido  acá en la morgue  como  Sida-Gubernamental. Es una terrible enfermedad que se chupa los presupuestos, termina debilitando el cuerpo administrativo hasta que la institución muere por desidia o porque al Jefe Supremo se le ocurre otra idea genial, y dejan abandonado lo que medio  iniciaron. Desde hace tiempo  debieron declarar alerta epidemiológico estatal.


Mi alma: Entiendo… pero no parece justo que los envíen al infierno a purgar sus penas, al fin y al cabo han tenido buenas intenciones, ¿por qué los envían allí con el Diablo?


El Guachimán(e): (Muy molesto por la pregunta)-¿Será que usted es el alma de Zapatero o de Pablo Iglesias?  ¿O acaso no sabe  que el camino al  infierno está  empedrado con buenas intenciones?  El Sida Gubernamental  ha dejado  millones de muertes  por credulidad, una verdadera peste. ¡Mire allí  las víctimas! Y señalo hacia un extremo. Allí pude  ver un cuadro dantesco, difícil de  narrar para alguien no entrenado en las cosas de  otro mundo.


En un pasillo tan largo que no parecía tener fin,  miles de almas hacían fila. Su condición difusa no impedía  atisbar  su actitud de entrega. Habían muerto haciendo fila y por efecto de la costumbre, sus almas seguían en lo mismo.  Eran las almas de quienes habían muerto  a fuerza de esperanza.  Los del pollo regulado,  los del salario mínimo más alto de América Latina,  los del precio justo al lado de quienes  esperaban el salario justo.  Muchas almas pertenecían a los ancianos  muertos en  las colas  bancarias. Esperaban el  Bono de la patria, pero también había  otras  de menos edad, esperando  el  bono de la mujer preñada.


No pude soportar el horror  y  entonces comprendí  la certeza del Guachimán(e): ¡Nada de buenas intenciones! ¡los mentores del  desastre merecen el infierno! Y así, mientras  regresaba a mi cuerpo para esperar  el dictamen final  correspondiente, recordé una palabras atribuidas a  Da Vinci: “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada debería  causar una dulce muerte”


Referencias
Imagen: Obra “Absurdo enterramiento”, de Francisco de Goya
Tomada de: Ideas en Libertad

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