domingo, 9 de febrero de 2020

Ideas en Libertad / Una pregunta que nunca pierde vigencia: ¿Para qué sirve la Historia? EN EDUARDO ARCILA FARÍAS. I PARTE

JO-ANN PEÑA ANGULO/IDEAS EN LIBERTAD
El historiador venezolano Eduardo Arcila Farías se preguntaba en 1957. “¿Pero es qué sirve para algo la historia o no es sino oficio de escritores oscuros (los eruditos), tan cuidadosos de la cita y de la fecha precisa? ¿O un bello género en manos del prosista elegante más preocupado por la hermosura de la frase que por la veracidad de los hechos?[1]


A partir de estas interrogantes busca diferenciar y reflexionar entre aquella historia, aferrada al cientificismo historiográfico tradicional, o la posibilidad de un discurso literario más que histórico. El ensayista y el historiador parecen tomarse de la mano.

Ambas facetas le permiten adentrarse en la búsqueda del sentido de la historia, especialmente de aquella historia que como condición del espíritu humano, de sus virtudes y miserias, estudia e interpreta las formas de concebir y escribir la realidad.  Un sentido que requiere además de la libertad de dudar, interrogarse, crear y desmontar dogmas histórico e historiográficos. En dichos modos, la reflexión del hombre y su temporalidad dentro de este discurso, nos plantea el papel incierto del hombre ante el futuro. Un devenir sobre el que Arcila expresa la imposibilidad de definir en el sentido de verdad histórica universal, tan propia de la historiografía tradicional y de la visión marxista, previa a los Annales:

El “hombre presente” está en el extremo de esa línea (aunque esto no supone que este en el punto más elevado), y no tiene más lazo de unión con el tiempo, que el que lo liga a su pasado; no sabe más nada de la vida sino de la que transcurrió y frente a él no tiene otra cosa que lo desconocido: lo que ha de venir”[2]

Lo anterior, pareciera oponerse a su propio legado historiográfico, especialmente sí partimos del hecho que sus aportes de naturaleza economicista, fundamentados algunos en cuadros y tablas estadísticas, forman parte indiscutible del estudio de la historia económica de Venezuela En este sentido, es pertinente aclarar, que obras como: Economía Colonial de Venezuela, El Comercio entre Venezuela y México entre los siglo XVII y XVIII, Comercio y Hacienda Pública en Venezuela en el siglo XVII, El Régimen de la Encomienda en Venezuela, El Siglo Ilustrado en América: reformas económicas del siglo XVIII en Nueva España y la Historia de la Ingeniería en Venezuela, constituyen solo una muestra de la ardua labor de este intelectual venezolano. Las mismas, condensan las ideas de un hombre que no solo hizo de la heurística un corpus metódico sino que partiendo de las actividades comerciales y económicas de la colonia y sus principales instituciones, plasmó las tramas políticas, jurídicas y culturales del papel estatal ante el crecimiento urbano del país.  El Arcila que hoy nos corresponde, es aquel que también se atrevió a indagar y reflexionar sobre el valor semántico y académico de la disciplina histórica en Venezuela. Este es el objetivo de las líneas que hoy presento.

En este sentido, y por muy extraño que parezca, la investigación histórica en el país carece algunas veces y en pleno siglo XXI del entramado humano que caracteriza a su propio objeto de estudio. En efecto, compendios de anécdotas, hechos y discursos sustituyen el ejercicio reflexivo e interpretativo como tal. Lo anterior si bien deja explicito la sistematización heurística, cubre el escenario a la hora de interrogarnos sobre los procesos históricos al carecer de hilos conductores y  entramados teóricos, que nos permita responder ¿Para qué sirve la Historia?

Al respecto, es importante recordar, la prosa histórica de los primeros historiadores griegos, cuyo contenido descriptivo, narrativo, causal y ficcionado puede conocerse ¿el por qué?  y ¿para qué? tanto de los acontecimientos históricos, manifestados por las acciones del hombre que resaltan las reflexiones sobre la condición humana y la interrelación hombre-hecho histórico.

Ahora bien, son precisamente ambas interrogantes, las que permiten al historiador, abordar el sentido de la disciplina, su conexión directa con la naturaleza del hombre y la de su propio devenir, en una realidad que muta perennemente y que como historiadores estamos en la obligación de interpretarla, lo mejor posible. Una y otra pueden “leerse”, por ejemplo, en la interpretación teológica de San Agustín, en El Ensayo sobre las Costumbres y el Espíritu de las Naciones de Voltaire, en los Principios de una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las naciones del italiano Giambattista Vico así como en  la escuela historiográfica y filosófica alemana -exceptuando al positivismo rankeano-, en la escuela francesa de los Annales y en aquellas corrientes filosóficas e historiográficas que separadas de la francesa, se aglutinan gracias a los nuevos tiempos.

En este sentido, la obra de Arcila Farías es robusta y encomiable. Ejercicio que le permitió denunciar, el inmenso escenario en el que se había representado la historia venezolana, “montado con el sólo propósito de escenificar la vida de los grandes personajes y para presentar ruidosas batallas”[3]

Así, en la Conferencia dictada en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Los Andes, el 25 de marzo de 1966, titulada “Función y Dimensión de la Historia”, el historiador expresaba:

El demasiado apego a una literatura romántica y falsamente histórica, y el culto, no siempre desinteresado a los héroes, retardaron la aparición de las nuevas formas de una historia que, dotada de métodos y de objetivos propios, mira al pasado como a un vasto campo de investigación[4]

He aquí la manifestación sincera del autor en cuanto al uso exagerado y grandilocuente del discurso en la escritura de la historia, en el cual la ficción no como representación histórica sino como materialización ideológica, distrae la realidad entre las formas. Y es que no se trata simplemente de ir al pasado y recrear en prosa los escenarios, los triunfos y fracasos de los hombres. Se trata, como lo expresa Arcila, de ir al pasado y en esa retrospectiva intentar indagar sobre las transformaciones y valoraciones de la dinámica histórica. En este sentido el autor, como fiel exponente del lema positivista “deben  conocerse  los hechos tal como sucedieron” le suma “sin quitar ni agregar nada, pues si los hechos se falsean, ya no se habrá hecho historia sino ficción”[5]. Era la práctica de la época que a lo sumo forma parte del  riguroso ejercicio heurístico en archivos, como aspecto de la investigación histórica. Sin embargo, Arcila Farías no niega el fundamental ejercicio hermenéutico al preguntarse ¿por qué? y ¿para qué?, ambas interrogantes matrices del oficio de la teoría y filosofía de la historia.  Si, esa teoría de la historia, necesaria y olvidada tarea que nos permite explicar la historia, sus procesos y fenómenos. Se busca entonces argumentar con ideas, conceptos y categorías ese edificio, ese rascacielos, en el que se convierte la investigación histórica.

Según Arcila la historia debe definirse  “como la realidad misma, y es por ello que afirmo que es independiente del recuerdo”[6]. Más que recuerdo entonces, la historia demanda de cambios de paradigmas, de nuevos enfoques y de nuevas formas. En ese intento de ver el pasado como un dilatado campo de investigación, nos toparemos con un entramado de significados y de representaciones, imposibles de identificar y estudiar, si insistimos en investigarla y escribirla como la tradicional historia rankeana,  a la cual por cierto, mucho le debe la disciplina histórica en sus originarios encuentros hacia la cientificidad.


Referencias
[1] Eduardo Arcila Farías: Cuatro Ensayos de Historiografía; p.25.
[2] Ibíd.; p.26.
[3] Eduardo Arcila Farías: Función y Dimensión de la Historia; p.6
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.; p.12.
[6] Eduardo Arcila Farías: Función y Dimensión de la Historia; p.9
Imagen: Obra “Retrato de estudio de Emma Hamilton como Miranda”, de George Romney
Tomada de: Ideas en Libertad

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