domingo, 19 de abril de 2020

El Capitalismo y la superación de la pobreza

LEONARDO OSORIO BOHÓRQUEZ / IDEAS EN LIBERTAD 19ABRIL2020
La lucha contra la pobreza ocupa las agendas políticas de las principales organizaciones a nivel mundial. Desde la ONU hasta bancos de desarrollo se encargan de dictar lineamientos u ofrecer respuestas para solventar la crítica situación de los pobres en el mundo.



Parece ser que el consenso es que son las ayudas sociales y las donaciones  un remedio eficaz para combatir la pobreza. Según el Banco Mundial, aquellas personas que viven con menos de dos dólares al día son considerados en situación de pobreza extrema. Pero a pesar de la creencia de las mayorías, la pobreza en realidad se ha reducido en el mundo.


La esperanza de vida ha aumentado considerablemente en la mayoría de los países, el acceso a servicios básicos como agua potable y electricidad, y la misma capacidad de consumo se ha elevado a niveles inimaginables. ¿A qué se debe tal progreso sin precedentes en la historia de la humanidad?


La respuesta sin dudarlo es a la expansión del capitalismo, el aumento de la libertad económica y el respeto a la propiedad privada fueron grandes motores del desarrollo. Sobre este punto no hay ninguna duda, cuando se empezó a poner un freno a la acción de los gobernantes sobre la vida de los hombres, se dio un proceso de creación e innovación con grandes resultados.


Sin embargo, pese a lo que la evidencia histórica demuestra, no deja de culparse al capitalismo del aumento de la pobreza en el mundo. Es el enemigo a vencer para lograr un mundo más justo y acabar con la desigualdad. De esa forma las tendencias marxistas y socialistas han sido incapaces de reconocer los méritos que subyacen a la acumulación de riqueza.


En el mundo contemporáneo son cada vez más los políticos “preocupados” por los temas de la desigualdad de la renta. En Estados Unidos se señala al llamado 1% que concentra la mayoría de los ingresos de esa nación como un reflejo de las injusticias del capitalismo. Pero todos esos prejuicios se sustentan en su mayoría sobre la base de conceptos errados.


Se asume a priori que la pobreza se debe a la acumulación de riqueza de unos pocos grupos. Es retomar un argumento clásicamente marxista, solo se puede ganar dinero y progresar a costa de la explotación de las mayorías sociales. De allí se deriva la condena moral a los ricos.


Bajo ese hilo conductor, se exigen políticas interventoras del Estado para mejorar la distribución de la riqueza y acabar con la pobreza.  Pero Henry Hazlitt explica en su texto la conquista de la pobreza, que lo mejor que el Estado puede hacer para reducir la gravedad de los problemas de la pobreza y el paro es permitir y fomentar el funcionamiento del sistema de mercado libre.[1]


Pensar que el capitalismo es un sistema pensado solo para los ricos es desconocer la historia de la humanidad. Es el clásico antagonismo entre fines sociales e intereses individuales. Hay una crítica esencialmente moralista sobre los fundamentos del libre mercado.


La libertad de mercado históricamente permite mayor nivel de movilidad social, porque no pone obstáculos a la innovación para el libre emprendimiento ciudadano. El éxito individual a su vez, permite crear nuevas fuentes de empleos,  oferta de bienes y servicios y pago de tributos.


A su vez la competencia que promueve el capitalismo, obligará a las empresas a intentar ofrecer los mejores precios y calidad para tratar de vender sus productos. Esto va directamente en beneficio de los consumidores como se observa en la mayoría de países desarrollados.


Algunos condenan la competencia porque supuestamente fomenta el egoísmo. Se contraponen principios de solidaridad presentes en economías no capitalistas como remedios para la injusta distribución de bienes. Pero se obvia que la competencia también implica siempre cooperación.


Otros afirman que la pobreza se acabará con donaciones o con la aplicación del llamado impuesto progresivo, para gravar a los que más tienen. Así se podrá gastar más en educación, salud o asistencia a los más necesitados con el fin de disminuir los índices de empobrecimiento sobre todo en los países del tercer mundo. Pero tales políticas hacen retroceder la tasa de inversión y las fuentes de empleo, verdaderos antídotos contra la pobreza.


Las tesis anticapitalistas, parten de la idea de que los grupos vulnerables no pueden prosperar debido a un sistema injusto. Esto implica negar la capacidad de inventiva y superación de los hombres, donde algunos en determinados momentos, tendrán mayores éxitos que otros. Como argumenta Rothbard reconocer el éxito ajeno es esencial, porque:


…en un mundo en el que esté desarrollada la diversidad individual, algunos hombres serán más inteligentes, otros estarán más alerta y otros tendrán mejor visión de futuro que el resto de la población. Y otros, por su parte, estarán más interesados en las áreas que proporcionen mayores beneficios monetarios.[2]


Promover el valor de la superación personal y la admiración del éxito individual es clave para la superación de la pobreza. Solo el capitalismo es capaz de aceptar los méritos como base fundamental de la creación de riqueza. No se trata de distribuir bienes sobre el criterio de la necesidad, sino del merecimiento.


Los que más trabajan, producen e innovan son quienes mejores beneficios reportan dentro de un mercado donde no existan privilegios para ninguna clase o grupo social. El capitalismo abrió un sin fin de oportunidades para las mayorías sociales, antes imposibilitadas de competir por la desigualdad ante la ley.


Se deben derribar muchos mitos sobre la causa de la pobreza en el mundo, uno de ellos es asumir que a mayor igualdad menor pobreza. Pero la desigualdad económica es un resultado natural de un mercado libre.  Es el capitalismo el que mayores logros ha tenido para combatir la pobreza en el mundo, sobre la base del aumento de la productividad, el ahorro y la inversión.


La consolidación de un mercado cada vez más libre permitirá superar paulatinamente los problemas de miseria en el mundo. Para eso es necesario derribar los mitos construidos por corrientes socialistas e intervencionistas predominantes en el mundo y que llevan al diseño de políticas equivocadas. El capitalismo es la solución no el problema.

Referencias
[1]  Henry Hazlitt (1974). La conquista de la pobreza. Madrid. Unión editorial, p. 124.
[2] Murray Rothbard (2000). El igualitarismo como rebelión contra la naturaleza y otros ensayos. Auburn, Alabama. Ludwig Von Mises Institute, p. 245
Imagen. Obra “America’s Steel Industry” de Rockwell Kent
Tomada de: Ideas en Libertad

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