Tal vez fueron prisioneros de ese virus tan común en los tiempos postmodernos: la soledad, la barajita existencial más repetida entre seres que procuran conocerse. Pero también pudo tratarse de una simple circunstancia descrita en algún bolero preñado de sensiblería y nostalgia, ¿suerte de hechizo cibernético? Quién sabe, pero también pudo ocurrir por la emoción que se abre paso, cuando se está bajo el influjo de un momento sencillamente especial.
Lo cierto del caso es que ellos se conocieron en una página de citas online, cuya función es vincular personas ubicadas en cualquier lugar del planeta. Cada día, millones de personas se “conectan” motivados por razones disímiles: amor, amistad, información, investigación, recreación, vínculos familiares, sexo virtual, negocios…en fin, no faltará quien busque su dosis de realidad virtual cuando la realidad real se hace insoportable.
Y es que la realidad virtual permite crear una imagen de una persona que no es la persona, como corresponde a un chiste metafísico que termina por derribar el dilema shakesperiano: se puede ser y no ser en el mismo momento. Lo llaman Avatar, es una representación gráfica de quien participa de los foros online. Pero la realidad verdadera es muy terca y debe ser tomada como punto de partida, pues siempre termina ofreciendo sorpresas: Ella, divorciada y ansiosa, cargando sobre sus hombros el pesado fardo de varias decepciones amorosas. Él, galán de ocasión. Sabía mostrarse como la mejor opción en el instante preciso. Ella, franca y decidida, prisionera de su necesidad, con un hijo al cual debía asegurar el porvenir. Él, superando los 40, pero sin asumirlos en su pose metro sexual. Actúa como cazador furtivo, es un depredador. Ella, a sus 39, quiere reincidir, intentarlo de nuevo para probarse a sí misma que ya aprendió una lección vital. Él, en cambio, no desea compromisos, en su labor dispara sin pensar, apuntando a los espacios remotos y más sensibles de la feminidad.
El encuentro online se produjo. Ella utilizó un avatar de marca pueril, se auto denominó Te busco, dejando, como veremos, muy poco espacio para diferenciar lo real de lo virtual. Una postura muy ingenua, pretendidamente inspirada en su femenina voz interior, libre de impurezas, la cual debía conducirle en la dirección correcta. Pensó que era el modo más seguro de evitar un nuevo error. Por su parte, el galán de ocasión, conocedor del mercado y sus reglas, prefirió estar a la moda y se colocó como avatar un objeto de alta demanda. Se auto denominó El dólar, como si su instinto de cazador le estimulara para mostrarse a sí mismo, como falsa carnada. Dos existencias virtuales fortuitamente cruzadas en la Red. Pero Te busco y El dólar no podrían ocultar desde ese momento, lo que estaba a la vista: parecían complementarse. Pan y mantequilla, diría Forrest Gump, cóncavo y convexo, diría el tercio de la famosa canción.
Si bien El dólar hizo escaso uso de la imaginación, como buen macho depredador, Te busco en cambio, se inspiró. No deseaba perturbar el hechizo de la primera vez. Aquella denominación resultaba para ella un crisol para la evocación. Por ello, tras producirse el encuentro virtual, vendrían largas y nocturnales peroratas en las cuales ella vaciaba su espiritualidad procurando alejar de su mente cualquier señal de duda. Luego vendrían llamadas y fotografías para adentrarse en el espacio infinito del conocerse (¿?). Ella se mostraría tal cual es, sin mayores aditamentos. Él, en cambio, se limitó a mostrar sus imágenes ostensiblemente manipuladas con photoshop. Pero Te busco no le dio mayor importancia a este detalle. Al fin y al cabo, creía haber encontrado lo que buscaba. Prefirió darle rienda suelta a su imaginación desbordada y fértil. Lo suponía varonil, hercúleo, un ser casi mitológico, un Atlas contra la carestía, capaz de enfrentar con bravura de león los perversos efectos de la hiperinflación.
Ya han pasado dos semanas de ansiedad apenas contenida. Para fortuna de los amantes virtuales, no es tan grande la distancia que los separa. Las condiciones habían madurado lo suficiente como para producir el anhelado encuentro real. En momentos preliminares al gran acontecimiento, los diálogos estaban saturados de ternura y genuina pasión cibernética. Una fuerza telúrica de centenares de gigabytes estaba por liberarse y desafiaba cualquier barrera o marco de contención. Te busco dejó correr toda su femenina sensibilidad apenas contenida por un leve pudor:
Te busco: ¿Realmente eres tan fuerte y poderoso como lo dicta mi necesidad?
El dólar: ¡Claro amada mía virtual! ¿Acaso mi avatar no te lo dice todo? No soy como los otros, no he tenido siquiera necesidad de liberarme de la adiposidad aportada por ocho ceros y sus lamentables redondeces. Soy puro músculo, mi adorada fuente de poder. Abandona tus temores y entrégame todas tus claves de acceso, ¡yo te entregaré el control de mi red!
Te busco: Lo que pasa es que los hombres engañan, y a veces dicen ser una cosa y en realidad son otra. Son capaces de dejarla a una desvestida y conectada, con la empalizada y los firewall en el suelo.-Lo dijo fingiendo una resistencia que estaba lejos de poder ofrecer-
El dólar: No mi vida, yo no practico el Phishin. Por lo demás, no sólo importa lo que las cosas son, sino lo que las personas creen que son las cosas. Debes creer en mí, tienes mis cookies, ¿qué más te puedo ofrecer? No te predispongas, no soy un spyware de esos que abundan por allí…
Te busco: ¡Has conmovido todos mis circuitos con tu fortaleza! Pareces un gran servidor. Hasta tengo deseos de renunciar a mis anti-virus para estar contigo. Además, pareces libre de esteroides, ¿Serás tan fuerte como para derrota la hiperinflación?-Era la confesión de su amor ya desbordado-
El dólar: ¡Dame tu prueba de amor y verás cuán fuerte soy! Terminarán tus dudas, ¡dulce conexión de mi red!, te entregaré todo mi software. Todos mis megas serán para ti. De hecho, te pertenecen desde ya…Sólo quiero que seas la Tarjeta Madre de mis sueños cibernéticos.
Te busco: ¿Y tú? Me darás alguna prueba de tu fortaleza y grandeza muscular?
El dólar: ¡Por supuesto mi adorable puerto uesebe! Pero dime: cuándo y dónde será nuestro gran encuentro?
Dice la tradición que el tamaño y fortaleza de las personas aumenta y disminuye al ritmo de las expectativas y frustraciones. Y la decepción actúa casi siempre como fuego reductor de la longitud cuando esta es fingida. Ella, decidida, utilizó su iphone para enviar la imagen con el plano indicativo del lugar exacto del encuentro:
Te busco: Allí te envié la dirección precisa para nuestro encuentro. Nos veremos el viernes próximo, ¡es quincena! y es un buen momento para encontrarnos en el auto mercado a las 5pm.
El fortachón experimentó un imprevisto bajón d electricidad. Su regulador voltaje pasó del verde al amarillo y del amarillo al rojo en fracciones de segundo. Por momentos sintió estar en otro lugar, en los Andes o en Maracaibo, sorprendido por un abrupto pico de luz. No pudo evitar el carraspeo, pero finalmente el regulador volvió a un verde pálido que le permitió proseguir:
El dólar: Bueno…pero, este, ya va, ¡escúchame!(momento del carraspeo) ¿y qué pasó con aquél lugar íntimo que habíamos mencionado? !Un auto mercado en quincena! Estaremos en una plataforma saturada por el tráfico en la red. Será peor que el Banco del Tesoro Inexistente, en tiempos de pagar las pensiones. Sin contar la lentitud de los puntos de venta. Estará lleno de gente, ¿no crees qué necesitamos más intimidad?
Rebotaron las excusas y hasta hubo signos de protesta. La cita anhelada estuvo a un paso de perderse, de no ser por la ingenua aclaratoria expuesta por la dama en cuestión:
Te busco: Tranquilo papito mi rey: a escasos metros del auto mercado hay un lugar para la intimidad, ¡allí te entregaré mi prueba de amor!
Ella llegó primero, fue excesivamente puntual. Tras breves minutos de espera lo vio acercarse. Fueron suficientes unos segundos para calibrar las manipulaciones producidas por el photoshop. Quien se acercaba no era El dólar que había cultivado en su imaginación, se trataba del lánguido Bolívar Fuerte, luego trastocado en Soberano. En instantes, la imagen de fortaleza finamente estimulada se esfumó para dar paso a un ser debilucho y raquítico, carente de masa muscular. Pero Te busco no se inmutó: si el farsante venía por su desnudez, ella lo tomó de la mano y de inmediato lo llevó al auto mercado y le mostró los precios al desnudo. El sujeto tembloroso sintió un sudor frío tomando el control de toda su humanidad. El fortachón había derivado en eyaculador precoz.
Temiendo el desplome del personaje, lo trasladó de emergencia al baratillo más cercano. Algo debía recuperar, por tantos megas invertidos. Pero fue inútil el esfuerzo. Te busco lo vio empequeñecer aplastado por la hiperinflación. Ella también sintió el peso abrumador de una nueva decepción anti-inflacionaria. Aún con esperanzas, lo trasladó hasta un remate de 4X2, pero allí tampoco funcionó. Para el momento, el impostor apenas podía sostenerse en pie. El falso dólar del avatar, habría de ser otra gran decepción. En medio de lágrimas y rabia por el tiempo perdido, Te busco no pudo evitar recordar la frase tantas veces repetida por su abuelita Necesidad Martínez, experta en economía doméstica: “El tamaño y la fuerza de un hombre no se miden por su valor nominal o virtual, hija mía, se miden por su capacidad real de compra. Nunca lo olvides.” ¡Qué sabia era la abuelita Necesidad!
Referencias
Imagen: Intervención a la obra “The Eye of the Artist” de Victor Dubreuil, por Jorge Sierra Bejarano
Tomada de: Ideas en Libertad
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