viernes, 17 de abril de 2020

Serie: Crónicas del Socialismo del siglo XXI. #10 El Bolívar disfrazado de Dólar

EZIO SERRANO PÁEZ / IDEAS EN LIBERTAD 12ABR2020
Tal vez fueron prisioneros  de ese virus tan común en los tiempos postmodernos: la  soledad, la barajita existencial más repetida entre seres que procuran conocerse. Pero también  pudo tratarse  de  una simple circunstancia  descrita en algún bolero preñado de sensiblería y nostalgia, ¿suerte de hechizo cibernético? Quién sabe, pero también pudo ocurrir por la emoción que se abre paso, cuando se está bajo el influjo de un momento sencillamente especial.
  Lo cierto del caso es que ellos se conocieron en una  página  de citas online,  cuya  función es  vincular personas  ubicadas en cualquier lugar  del planeta. Cada día,  millones  de personas se  “conectan” motivados por razones disímiles: amor, amistad, información, investigación, recreación, vínculos familiares, sexo virtual, negocios…en fin,  no faltará  quien  busque su dosis de  realidad virtual cuando  la realidad real  se hace insoportable.


 Y es que la realidad virtual  permite  crear una imagen de una persona que no es la persona, como corresponde a un chiste  metafísico  que termina por  derribar el dilema   shakesperiano: se puede ser y no ser  en el mismo momento.  Lo llaman Avatar, es  una representación gráfica  de quien  participa de los foros online. Pero la realidad  verdadera es muy terca y debe  ser tomada como punto  de partida,  pues siempre termina ofreciendo sorpresas: Ella, divorciada y ansiosa, cargando sobre  sus hombros el pesado fardo de varias decepciones amorosas.  Él, galán de ocasión.  Sabía mostrarse como la mejor opción en el instante preciso. Ella, franca y decidida,  prisionera de su necesidad, con un hijo al cual  debía asegurar el porvenir.  Él, superando los 40, pero sin asumirlos en su pose  metro sexual. Actúa como cazador furtivo, es un depredador. Ella, a sus  39, quiere  reincidir,  intentarlo de nuevo para probarse a sí  misma que ya aprendió una lección vital. Él, en cambio, no desea compromisos, en su labor dispara sin pensar, apuntando a los espacios remotos y más sensibles de la feminidad.


El encuentro online  se produjo. Ella  utilizó  un avatar  de marca  pueril,  se auto denominó Te busco,  dejando, como veremos,  muy poco espacio  para diferenciar  lo real de lo virtual.  Una  postura muy ingenua, pretendidamente inspirada en su femenina  voz interior, libre de impurezas,  la cual debía conducirle en la dirección correcta.   Pensó que era el modo más seguro de evitar un nuevo error. Por su parte, el galán de ocasión, conocedor del mercado y sus reglas, prefirió estar a la moda y se colocó como avatar un  objeto de alta demanda. Se auto denominó El dólar,  como si su instinto de cazador le estimulara para mostrarse a sí mismo, como falsa carnada. Dos existencias virtuales fortuitamente cruzadas en la  Red. Pero Te busco y El dólar  no podrían ocultar  desde ese momento, lo que estaba a la vista: parecían  complementarse.  Pan y mantequilla, diría  Forrest  Gump,  cóncavo y  convexo, diría el tercio  de la famosa  canción.


Si bien El dólar  hizo escaso uso de la imaginación, como buen macho depredador, Te busco en  cambio, se inspiró. No deseaba perturbar el hechizo de la primera vez.  Aquella denominación resultaba para ella un crisol para la  evocación. Por ello, tras producirse el encuentro virtual,  vendrían largas y nocturnales peroratas en las cuales ella vaciaba su espiritualidad procurando alejar  de su mente cualquier señal de duda.  Luego vendrían llamadas y fotografías  para adentrarse en el espacio infinito del conocerse (¿?). Ella se mostraría tal cual es, sin mayores aditamentos. Él, en cambio,  se limitó a mostrar sus imágenes  ostensiblemente manipuladas con photoshop. Pero Te busco no le dio mayor importancia a este detalle. Al fin y al cabo, creía haber encontrado lo que buscaba.  Prefirió darle rienda suelta a su imaginación desbordada  y fértil.  Lo suponía  varonil, hercúleo, un ser casi  mitológico, un Atlas contra la carestía, capaz de enfrentar con bravura de león los perversos efectos de la  hiperinflación.


Ya han pasado  dos semanas de ansiedad apenas contenida. Para fortuna  de los amantes virtuales, no es tan grande la distancia que los separa. Las condiciones habían madurado lo suficiente como para producir el anhelado encuentro real.  En  momentos preliminares al  gran  acontecimiento,  los diálogos estaban saturados de ternura y genuina pasión cibernética. Una fuerza telúrica de centenares de gigabytes estaba por liberarse  y desafiaba cualquier barrera o marco de contención.  Te busco dejó correr toda su femenina  sensibilidad apenas contenida  por un leve pudor:


Te busco: ¿Realmente  eres  tan  fuerte y poderoso como lo dicta mi necesidad?


 El dólar: ¡Claro amada mía virtual!  ¿Acaso mi avatar no te lo dice todo?   No soy como los otros, no he tenido  siquiera  necesidad de liberarme de la adiposidad aportada por ocho ceros y sus lamentables redondeces. Soy puro músculo, mi adorada fuente de  poder.  Abandona tus temores y entrégame todas tus claves de acceso, ¡yo te entregaré el control de mi red!


Te busco: Lo que pasa es que los hombres engañan, y a veces  dicen ser una cosa y en realidad son otra. Son capaces de dejarla a una desvestida y conectada, con la empalizada y los firewall en el suelo.-Lo dijo fingiendo  una resistencia que estaba lejos de poder ofrecer-


El dólar: No mi vida,  yo no practico el Phishin.  Por lo demás, no sólo importa  lo que las cosas son, sino lo que las personas creen que son las cosas. Debes creer en mí,  tienes mis  cookies, ¿qué más te  puedo ofrecer? No te predispongas, no soy un spyware de esos que abundan  por allí…


Te busco: ¡Has conmovido todos mis circuitos con tu fortaleza! Pareces un gran servidor. Hasta tengo deseos de renunciar a mis anti-virus para estar contigo. Además, pareces libre de esteroides, ¿Serás tan fuerte como para derrota la hiperinflación?-Era la confesión de su amor ya desbordado-


El dólar: ¡Dame tu prueba de amor y verás cuán fuerte soy! Terminarán tus dudas, ¡dulce conexión  de mi red!,  te entregaré todo mi  software. Todos mis megas  serán para ti. De hecho,  te pertenecen desde ya…Sólo quiero que seas la Tarjeta Madre de mis sueños cibernéticos.


Te busco: ¿Y tú? Me darás alguna prueba de tu fortaleza y grandeza muscular?


El dólar: ¡Por supuesto mi  adorable  puerto uesebe! Pero dime: cuándo y dónde será   nuestro gran encuentro?


Dice la tradición  que el tamaño y fortaleza de las personas  aumenta y disminuye al ritmo de las expectativas y frustraciones. Y la decepción actúa casi siempre como fuego  reductor de la longitud cuando esta es fingida. Ella, decidida, utilizó su iphone para enviar  la imagen con el plano indicativo del lugar exacto del encuentro:


Te busco: Allí te envié  la dirección precisa para nuestro encuentro.  Nos veremos el viernes próximo, ¡es quincena! y es un buen momento para encontrarnos en el auto mercado a las 5pm.


El fortachón  experimentó un imprevisto bajón d electricidad. Su regulador voltaje pasó del verde al amarillo y del amarillo al rojo  en fracciones de segundo. Por momentos sintió estar en otro lugar, en  los Andes o en  Maracaibo, sorprendido por un abrupto pico de luz. No pudo evitar el carraspeo, pero  finalmente el regulador volvió a un verde pálido que le permitió proseguir:


El dólar: Bueno…pero, este, ya va, ¡escúchame!(momento del carraspeo) ¿y qué pasó con aquél lugar íntimo  que habíamos mencionado? !Un auto mercado en quincena! Estaremos en una plataforma saturada por el tráfico en la red. Será peor que el Banco del Tesoro Inexistente, en tiempos de pagar las pensiones. Sin contar la lentitud de los puntos de venta.  Estará lleno de gente, ¿no crees qué necesitamos más intimidad?


Rebotaron las excusas y hasta hubo signos de protesta. La cita anhelada estuvo  a un paso de perderse, de no ser por la ingenua aclaratoria expuesta por la dama  en cuestión:


Te busco: Tranquilo  papito mi rey: a escasos metros del auto mercado hay un lugar para la intimidad, ¡allí  te entregaré mi  prueba de amor!


Ella llegó primero, fue excesivamente puntual. Tras breves minutos de espera lo vio acercarse. Fueron suficientes unos segundos para calibrar las manipulaciones producidas por el photoshop.  Quien se acercaba no era El dólar que había cultivado en su imaginación,  se trataba  del lánguido Bolívar Fuerte, luego trastocado  en Soberano. En instantes, la imagen de fortaleza finamente estimulada se esfumó para dar paso a un ser debilucho y raquítico, carente de masa muscular.  Pero Te busco no se inmutó: si el farsante venía por su desnudez, ella lo tomó de la mano y de inmediato lo llevó al auto mercado y le mostró los precios al desnudo. El sujeto tembloroso sintió un sudor frío tomando el control de toda su humanidad. El fortachón había derivado en eyaculador precoz.


Temiendo  el desplome del personaje, lo trasladó de emergencia  al baratillo más cercano. Algo  debía  recuperar, por  tantos megas invertidos.  Pero fue inútil el esfuerzo. Te busco lo vio empequeñecer aplastado por la hiperinflación. Ella también sintió el peso abrumador de una nueva decepción anti-inflacionaria. Aún con  esperanzas, lo trasladó hasta un remate de 4X2,  pero allí tampoco  funcionó. Para el momento, el impostor apenas podía sostenerse en pie. El falso dólar del avatar, habría de ser otra gran decepción. En  medio de lágrimas y rabia  por el tiempo perdido, Te busco no pudo  evitar recordar  la  frase tantas veces repetida por su  abuelita  Necesidad  Martínez, experta en economía doméstica: “El tamaño y la  fuerza de un hombre  no se miden  por su valor nominal o virtual, hija mía, se miden por su capacidad  real de compra. Nunca lo olvides.”  ¡Qué sabia era la abuelita  Necesidad!


Referencias
Imagen:  Intervención a la obra “The Eye of the Artist” de Victor Dubreuil, por Jorge Sierra Bejarano
Tomada de: Ideas en Libertad

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