lunes, 21 de diciembre de 2015

La invención de un fraude/Editorial El Nacional lunes 21dic15

Cuando ganó las elecciones presidenciales, en un apretado resultado que condujo a las sospechas, Nicolás Maduro hizo la solemne promesa de revisar los cuadernos electorales. Se solicitaba su análisis como evidencia de que todo había marchado dentro de la legalidad.
No solo el candidato perdedor, Henrique Capriles, sino también los organismos internacionales reclamaron el examen de esos testimonios esenciales y Maduro, antes de convertirse en presidente de la república, se comprometió a atender la exigencia.

No cumplió la promesa. Pese a que juró que honraría su palabra, los cuadernos electorales jamás vieron la luz. El CNE no movió ni una pestaña para desentrañar el enigma que rondaba sobre los escrutinios, según la opinión pública y las organizaciones políticas que participaron en la contienda. El CNE no recibió la solicitud del flamante jefe del Estado, pero tampoco mostró el deseo de esculcar en un cofre de probables enigmas y de terribles sorpresas.

Ante la mínima diferencia que favorecía a Maduro frente a Capriles, se clamaba por la confirmación de un veredicto transparente. La república se quedó esperando. Los cuadernos de votación permanecieron sellados, libres de la mirada de la sociedad que tenía el derecho de mirarlos hasta en sus últimos detalles. No pocos se atrevieron a denunciar la consumación de un fraude electoral, ya que las autoridades concernidas se negaban a permitir la claridad, pero progresivamente las aguas volvieron a su cauce para que el veredicto ³irreversible² del CNE se volviera parte de la normalidad.

El hombre que se negó al examen de los cuadernos electorales pide hoy la revisión de los votos nulos que se contaron en las elecciones parlamentarias. Le parecen extraños. Siente que son inusuales, pese a su reducido número, y considera que forman parte de un camino torcido que la MUD transitó para que ganaran sus diputados.

Estamos ante un argumento especioso, debido a la catarata de sufragios que condujo a un triunfo apabullante de la oposición, pero quiere sembrar dudas sobre un veredicto avalado por el mismo CNE que se hizo el disimulado con los cuadernos electorales de la última elección presidencial.

Pero hay más. Jorge Rodríguez, jefe del comandando del PSUV que se llevó la cueriza del siglo en la justa parlamentaria, se ha atrevido a denunciar la posibilidad de un fraude debido a que la oposición, dice y jura, compró a muchos votantes y también porque muchos difuntos se levantaron de sus tumbas para salir a votar contra el régimen.

Se olvida de la esmirriada votación que obtuvieron los candidatos que apoyaba su organización poderosa en recursos y en dineros, pero también de que él se ha proclamado en diversas ocasiones como el fundador del sistema electoral más perfecto del mundo.

¿Qué pasó con las maravillas de ese alabado sistema, con el equilibrio de sus burócratas y con la seguridad ofrecida por las máquinas que Rodríguez le compró a la Smarmatic de su corazón? Hay mejores maneras de inventar un fraude.
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