Así que el voto chavista se está moviendo hacia las opciones de la MUD y, por ello, ante esta realidad, un Maduro desesperado intenta buscar una salida a su entrampamiento, al ordenar un nuevo viaje al Medio Oriente para ver si los aires de otra nación logran estabilizarle la tensión
El pánico es, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, un estado de miedo o del terror extremo, intenso y con suma frecuencia pasa de lo individual a lo colectivo porque es fácil de contagiarse.
Los signos más evidentes son la desesperación producto de acciones inexplicables, vacilaciones, referencias al motivo del pánico, parálisis del cuerpo y sudor copioso, entre otras muestras de ese estado de nerviosismo que azota a veces a los seres humanos y al cual prácticamente nadie escapa en un momento determinado.
La jerga popular tiene mejores acepciones de características obscenas para el término pánico, palabra venida del Dios Pan pero con el cual no guarda en la actualidad ninguna relación en Venezuela, dado que es, en términos políticos, derrota y fin del poder.
El presidente Nicolás Maduro así lo siente y lo expresa con medidas desesperadas como el pírrico anuncio de aumento del salario mínimo de un 30 por ciento que se diluye en el aumento de cualquier producto básico por efectos de la hiperinflación provocada por las erráticas medidas gubernamentales.
Igualmente, el pánico en Maduro se observa en la admisión de la derrota el próximo 6-D hecho que verdaderamente lo perturba, lo atrapa y lo zarandea llevándolo a anticiparse a la jornada electoral decembrina en cuanto a que jamás entregará la revolución a los ganadores de las elecciones, es decir, a admitir que poco o nada de oportunidades tienen sus candidatos rojos rojitos.
Vacila Maduro y en ese estado de terror intenso apela a los constantes viajes al exterior al extremo de que el viajecito a Rusia se gastó aproximadamente 5 millones de dólares, de acuerdo a la denuncia del partido Alianza Bravo Pueblo y otras organizaciones políticas.
Viaja por Rusia, Asia, el Caribe por donde quiera que se le ocurra en el momento cuando el sudor comienza a ser copioso pero sale del país para intentar llevarse en esos vuelos toda la angustia que lo trastoca y le impide dormir, muy a pesar de usar la fórmula de su antecesor, el dulce de lechosa.
El contagio del pánico de Maduro es evidente en la propaganda política de sus candidatos a diputados, quienes optaron por ocultar su relación con el presidente porque nada les agrega sino, al contrario, los perjudica en cuanto a la búsqueda de electores.
De allí que ni la imagen de Maduro ni referencia alguna al presidente están presentes en la campaña de los candidatos del Psuv porque estratégicamente tienen prohibido mencionar su nombre en la presente campaña. A su vez, los candidatos del oficialismo están también contagiados del pánico que de acá al 6 de diciembre será más colectivo y desbordante.
Este estado contagioso de miedo intenso es profundo y colectivo porque la derrota en la Asamblea Nacional conlleva a la pérdida del poder político en Venezuela y esa ecuación se conoce perfectamente en las filas oficialistas, sobre todo en los predios del Palacio de Miraflores.
Mientras tanto, en el lado de las fuerzas democráticas de la oposición, de la Mesa de la Unidad Democrática, los candidatos observan cómo la gente chavista ha ido perdiéndole el temor a las amenazas del gobierno nacional, al expresarles en cada caminata que jamás votarán por los candidatos de Nicolás Maduro o de Diosdado Cabello.
Así que el voto chavista se está moviendo hacia las opciones de la MUD y, por ello, ante esta realidad, un Maduro desesperado intenta buscar una salida a su entrampamiento, al ordenar un nuevo viaje al Medio Orienta para ver si los aires de otra nación logran estabilizarle la tensión y calmarle su evidente estado de pánico.
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