martes, 27 de octubre de 2015

Escenario final: ganamos las elecciones

THAYS PEÑALVER/El Nacional
Sí, amigo lector, por primera vez en nuestra historia los números nos dan ganadores, con todo y trampa. A los 84 diputados del escenario anterior hay que sumarles los 3 diputados de la circunscripción Maturín del estado Monagas y uno más que sale en el circuito 2 de Sucre (Datanálisis).
La trampa les salió mal en estos 2 circuitos por lo que la oposición, a estas horas y a solo un mes de las elecciones –si la gente va a votar– puede lograr ganar, con todo y trampa repito, entre 88 y 92 diputados. Ahora bien, ¿qué pasaría?

Comienzo explicando que todo proceso histórico tiene un comienzo, un auge, una plenitud, un rápido deterioro y un inevitable final. En este caso podemos hablar de que la plenitud se vivió entre 2006 y 2012 coincidiendo con la era de los comodities, el líder de la revolución sano, los líderes de izquierda llegaron a cumplir su viejo sueño en América Latina y el barril cotizó a 100 dólares. Como nada es eterno y en política menos, sobrevino la muerte del líder y casualmente también el fin de la era de los altos precios de comodities, deteriorándose todo el parapeto montado desde 2013 hasta hoy, faltando aún el ultimo año (2016) que representa el fin de toda una era. A toda esta catástrofe chavista hay que agregar una realidad imposible de ocultar, Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Cuba ya no están alineados con Maduro, sino tratando de salvar sus propios pellejos, mientras Rusia y China han decidido permanecer al margen del presidente en desgracia.

Maduro hoy está quedándose solo porque buena parte de sus apoyos internos perciben con claridad lo que les viene y la salida que pretenden dar a su situación es quizás la más infantil de nuestra historia. En este caso, aun cuando muchos coinciden en que Maduro no hizo anuncios económicos importantes, pienso diferente porque considero que sí los hizo, nos anunció que su proyecto económico continúa basado en el ¡Dios proveerá!, su programa económico está basado en la esperanza infantil, es decir, que no pierde la fe en que el petróleo suba a 88 dólares para que la revolución se salve (lamentablemente él no se ha enterado de que la revolución se ahogó en whisky caro hace 16 años), y el peor escenario es el que estamos viviendo, una realidad de la que tampoco se ha enterado, y ni hablar de la gravedad.

El hecho, para muchos también en la oposición desconocido, es que aun cuando pensemos que hemos tocado fondo, todavía podemos bajar más. Si la Bolsa de Valores mundial continúa con su marcha alcista y la política de estímulos financieros terminan en diciembre-enero, el peor escenario para Venezuela según Citibank, Bank of América-Merrill Lynch, ABN Amro, Societe Generale, Deutsche Bank, Morgan Stanley y PNB Paribas es que el oro podría bajar por debajo de los 1.000 dólares y situarse entre los 750-800 por onza, colocando lógicamente el “sello de oro” al fin de la era de las materias primas –lo que además significa que nuestras reservas terminarían en 10.000 millones de dólares–. Pero hay otra cosa aún peor, la mayoría de estos mismos bancos sostienen que también tocaremos “fondo de precios” en 2016 y nuestro oro negro podría llegar a cotizarse incluso a 20 dólares dólares para después rebotar lógicamente hacia finales de año y situarse en los precios actuales.

De cumplirse estos pronósticos (de toda la banca, de todos los países) Venezuela tocará fondo en agosto de 2016 con una parálisis financiera y operativa total, junto con el tan temido “default” asomado por igual número de bancos extranjeros. Frente a este posible panorama, Maduro decidió echarle gasolina al fuego con su política del “Gran Dakazo” y meter preso a todo aquel que oferte bienes a un precio distinto al que él proponga, porque lo único que logrará es que el mercado negro termine por dominar, ya no una parte importante de la economía, sino toda ella.

Ahora bien, ¿qué se puede hacer desde la Asamblea?, ¿se podrían cambiar los poderes? Sí, sí se puede, pero no por la vía legal-directa porque se requiere el concurso del Poder Moral, es decir, que para destituir al contralor o a un magistrado no basta únicamente con el Poder Legislativo, así tuviera la mayoría absoluta. ¿Se podría destituir a un ministro? Sí, por el concurso de las tres quintas partes, es decir 99 diputados (hay que ganarlos). ¿Se pueden redactar o reformar leyes que no sean vetadas por el presidente? Sí se puede pero no hay que olvidar que es Maduro en Consejo de Ministros, quien le da el famoso “ejecútese” a las leyes.

Dicho esto, por supuesto que se pueden destituir magistrados, reformar las leyes y sancionarlas. ¿Por qué?, porque la Asamblea Nacional es el ente más poderoso de la Constitución, su sola existencia supone nada menos que ser la “voz del pueblo” y por la vía político-legal se pueden adelantar, junto con el votante, todo lo que en ella esté contemplado. Comencemos, pues, por lo que se podría hacer, porque ganar la Asamblea, como la podemos ganar (mayoría aplastante de votos, mayoría parlamentaria) nos garantizaría volver a la política republicana. No solo porque una constituyente (y todo su poder disuasorio) es posible, sino por los referendos abrogatorios de las leyes comunistas, es decir, eliminar todas esas leyes de Maduro para acabar con la propiedad privada, se puede realizar con la minoría simple de la Asamblea y con los referendos populares. Enmendar la Constitución y elaborar nuevas leyes se puede hacer por iniciativa popular y basta con que el chavismo no quiera aprobarlas, para llevarlas a referendo y que sean sancionadas por los votantes. De manera que sí se puede, se puede legislar, se pueden reformar las leyes, cambiar los poderes, destituir ministros y todo lo que por mandato constitucional la Asamblea está autorizada a hacer, en representación de la mayoría, pero en este caso con el apoyo de la mayoría de los votantes, que llevaron a la Asamblea a sus representantes.

Ganar la Asamblea también supone el retorno de un poco de democracia. Maduro no tendrá una sola ley más para profundizar la locura, con el triunfo de la oposición democrática se acabaría la Asamblea cuartelaria (que no es poca cosa) y los actuales “lores de la guerra” volverán, como dijo Miquilena una vez, “a sus pupitres”, volverán a tener en la acera de enfrente a un presidente que les dé el derecho de palabra cuando les corresponda y se acabarán los privilegios y abusos que ocurren hoy en día. También volverán a funcionar las comisiones permanentes, las herramientas más importantes del balance democrático, las que controlan y vigilan el uso de los recursos y el debido funcionamiento de los poderes públicos, porque la mayoría parlamentaria las pondría en manos de la oposición (Finanzas, Contraloría, Política Interior etc.) y con estas, todas las investigaciones. Ganar la Asamblea además significaría la gran desgracia internacional del liderazgo chavista, porque a muchos aliados no le gustan los perdedores y la mayoría de los países de inmediato cerrarán filas con la democracia. Maduro, sin apoyos internos, sin dinero y con sus socios externos alejándose radicalmente a “paso de vencedores” quedaría completamente aislado. Pero ganar la Asamblea es un evento político que tiene que ser considerado exactamente en ese entorno económico-social-político, con toda Venezuela paralizada y donde Maduro, luego de perder, tendrá menos de 5% de popularidad. En ese caso saltará del barco todo aquel que quiera salvarse (enero-febrero) y eso significa que mucha gente se alineará también con la oposición, para buscarle solución a la crisis. Por eso Maduro por primera vez anunció, y de forma muy clara, el inevitable final: “Perder la Asamblea, es perder la revolución”.
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