Cómo no darse cuenta de que, en la misma medida en que Maduro cae vertiginosamente en las encuestas al punto que ya es imposible evitar que se estrelle trágicamente contra la realidad electoral, su partido, el PSUV, se hunde en un inmenso abismo histórico que puede borrarlo del panorama político de la misma forma como ocurrió con los viejos partidos que Chávez pretendió sepultar con su revolución socialista del siglo XXI.
Hoy ese modelo hace aguas por todas partes y las primeras señales del naufragio no hacen sino confirmar la dimensión de la crisis que está ahogando a este disparatado proyecto bolivariano. Desde la muerte de su fundador, la nave socialista marcha dando bandazos de la misma manera en que un moribundo sobrevive un poco más gracias a la respiración artificial, sin que por ello eluda finalmente su cita con la muerte.
Desde los años del maridaje que se dio entre la izquierda radical ya derrotada por las Fuerzas Armadas y que, por ironía de la historia, entró en contacto con un grupúsculo de militares ambiciosos y aventureros, sin mayor formación política y carentes de los conocimientos necesarios para manejar acertadamente la cosa pública, hasta estos días de derrumbe moral, traiciones en la cúspide y escándalos gigantescos de corrupción y narcotráfico, nuestro empobrecido país ha sido víctima de una de las estafas políticas más perversas de la historia de Venezuela.
Un país que trataba de levantarse de los fracasos políticos y económicos del pasado terminó cayendo en manos de una élite de farsantes que, no solo contentos con embaucar a los más pobres y los más necesitados, vendiéndoles un paraíso en la tierra que no era más que una engañifa vulgar y disparatada, también aprovechó para derribar las puertas del tesoro público y entrar a saco como si fueran conquistadores extranjeros.
Hoy el país está en ruinas, endeudado, desabastecido, a merced del hampa y el narcotráfico, estafado por rusos, chinos y cubanos que se llevaron el oro y el moro, un país hambriento y hastiado de tantas mentiras y tantos engaños. País en permanente toque de queda, país desolado y solitario donde reina la ley del más fuerte o el mejor armado, país en el que los roles que asigna la civilización y la democracia a sus instituciones están trastocados, arruinados moralmente y penetrados por las fuerzas más oscuras y perversas.
Han querido asesinar a la democracia y no han podido, han buscado incesantemente la ruina de las universidades para silenciar el pensamiento crítico, han querido negar la ciencia y la investigación provocando el exilio de las mejores y más inteligentes mentes del país, han colocado una espada de Damocles sobre la cabeza de los jueces calificándolos de provisorios y de libre remoción, han presionado a los fiscales del ministerio público, han encerrado a los estudiantes en cárceles putrefactas, han asesinado a los jóvenes manifestantes y han amañado los juicios para impedirles salir en libertad. Somos hijos deformes de una revolución monstruosa.
Fuente: El Nacional
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