El gobierno sabe que la causa de una de las crisis económicas más grandes de nuestra historia y de la inflación más alta del planeta es la absurda, contradictoria y destructiva política económica. Sabe que este daño solo puede corregirse con medidas impopulares y difíciles
Este gobierno huye de sí mismo, no se puede soportar, rompe los espejos que le reflejan. Los fiscales cómplices lo abandonan, los encargados de las expropiaciones tiran la chaqueta cuando ven a la gente de trabajo llorar una vida perdida, cosa que conmueve al más pintado. Anda como la oración de Santa Teresa, pero al revés: “todo le turba, todo le espanta, nada le sale, Dios no le basta”. No le han crecido las personas de corta estatura porque no ha montado un circo. La suerte le abandona. Esta atrapado en sus contradicciones, a punto de perder unas elecciones, cuestionado internacionalmente, con los precios del petróleo mucho más bajos que lo que necesita para su habitual festín de petrodólares, con todos los organismos de Derechos Humanos con las alarmas encendidas. Verdaderamente su situación es lastimosa y por tal razón, como suele suceder con algunas personas y algunos gobiernos, está en uno de esos momentos peligrosos para sí mismo y para los demás. Debemos ayudarlo a irse en paz, como si fuese un gobierno malo más y no como la tragedia en que se ha convertido para el destino de los venezolanos, especialmente de aquellos que dice defender. Diciembre será el primer paso de un largo camino que habrá que transitar, tranquilos y sin nervios, como diría López.
El gobierno sabe que la causa de una de las crisis económicas más grandes de nuestra historia y de la inflación más alta del planeta es la absurda, contradictoria y destructiva política económica. Sabe que este daño solo puede corregirse con medidas impopulares y difíciles, como suele suceder siempre que viene la austeridad luego de una borrachera financiera. Pero está atado de manos. No puede reconocer que lleva 17 años metiendo la pata, no puede tomar medidas de esas que se suelen asociar al neoliberalismo, porque se notaría su desnudez. Seguirá adelante rumbo al abismo. Culpará a quien pueda: volverá a Obama y al decreto y también a la CIA y a Uribe y a Rajoy y a la OEA y a la NASA, si es menester. Pero ya nadie le cree. Ese disco se rayó, como decía la gente de antes.
El gobierno sabe perfectamente de su derrota en las elecciones que se avecinan, que se le han vuelto una verdadera pesadilla: si las pierde, como indican todas las encuestas, incluyendo las compradas, se enfrentará al fantasma del que ha pretendido huir: el desafecto popular, ganado a punta de convertirse en negación del discurso que le llevó al poder, de todo lo que alguna vez dijo defender: honestidad administrativa, respeto a los derechos humanos, imparcialidad de la justicia, autonomía universitaria, progreso y bienestar. Si las gana es mucho peor aún, porque si la gente proclama como fraudulentas las elecciones que ganaba de verdad, qué no dirán de unas ganadas con un evidente 70% de la población en contra y con observadores internacionales que observarán, aunque no de les deje venir. Este gobierno está tan claro en que va a perder la Asamblea el 6 de diciembre que se inventó una tarjeta parodiando a la de la Unidad y la puso al lado, sin objeción del CNE. La llama “somos la oposición” y el presidente le hace publicidad. Este gobierno a punta de no saber donde esconderse, se escondió en la oposición. Nos hace creer que la oposición es quien gobierna y ellos la adversan. Llegan al extremo de pedir “un voto castigo consciente contra quienes han golpeado al pueblo”, ¡aunque Ud. No lo crea!
Este gobierno lo sabe todo, desde las causa del hundimiento del país, hasta las conversaciones privadas de la gente. Solo hay algo que el gobierno ignora: no sabe es que es gobierno. Esta como Mickey Rourke en la película “El ángel diabólico” en la que Louis Cifier (Lucifer) lo contrata como detective para que investigue el caso de un tipo que le vendió el alma y se le está escondiendo. Todas las evidencias conducen a que el que vendió su alma es el propio detective que investiga, pero él –obviamente- no lo ve. Pretendió engañar al diablo y terminó engañándose a sí mismo. Ahora baja en un ascensor cuyo descenso no para. No sabe quién es ni por qué se hunde. Por su propio bien, este 6 de diciembre hay que ayudarle a que se entere.
Cort. TalCualDigital
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