A finales de la semana pasada el precio del dólar paralelo llegó a 500 por bolívar fuerte. Esto en realidad equivale a 500.000 bolívares, es decir, medio millón de los que hasta hace pocos años llamábamos simplemente bolívares.
Tal acelerada depreciación de la moneda es la expresión más rotunda y contundente del rápido empobrecimiento de los venezolanos en general, si exceptuamos, desde luego, a la cúpula militar y a los grandes enchufados del régimen que viven como jeques sauditas, rodeados de escoltas y viajando en camionetas blindadas.
El dinero que antes podía servir, trabajando duro y honestamente, para comprar un apartamento mediano y cómodo, ahora en el extenso “mar de la corrupción bolivariana” sólo alcanza escasamente para comprar una hamburguesa, sin papitas.
Desde hace días estaba pendiente un editorial al respecto. Pero otras urgencias políticas e internacionales desviaron la atención. Cuando el martes por la noche nos disponíamos finalmente a escribirlo consultamos las fuentes habituales y, para nuestra sorpresa, encontramos que en un día la cotización del dólar paralelo había pasado de 500 bolívares a cerca de 550. Casi 10% de devaluación en sólo 24 horas. De esta manera la crisis de la moneda superaba las expectativas de los más pesimistas.
Lenin dijo en alguna oportunidad que la degradación de la moneda era una de las maneras de derrumbar al capitalismo. Pero no se refirió, porque no era el caso, a la debacle de la moneda en socialismo. Si acaso ella anunciaba la caída del régimen. La moneda en los socialismos reales (la esfera de influencia de la Unión Soviética) nunca sufrió oficialmente una caída tan brutal. Administrada por la burocracia, mantuvo una fachada, artificiosa es cierto, más o menos estable. Pero se trataba de socialismos reales, no de socialismos de opereta.
Necesariamente, la devaluación de la moneda va acompañada por el aumento inevitable de los precios. Quizás no tan fuerte como el movimiento del dólar paralelo, pero siempre en la misma dirección. De manera que, cualquiera sea su origen, la depreciación del bolívar en el mercado incontrolado por las autoridades oficiales nos señala hacia dónde se dirige la capacidad adquisitiva de los consumidores vulgares y corrientes.
El empobrecimiento que se vive en Venezuela es un claro y cruel resultado de quienes obtienen sus ingresos en bolívares. Esto es, la gran mayoría de los venezolanos. Este empobrecimiento se concreta por dos posibles vías inevitables: bien sea por la devaluación o por la inflación, que si a ver vamos son, en realidad, las dos caras de una misma moneda.
Mientras tanto, los mecanismos alternativos y oficiales que contemplan divisas cien veces, cincuenta veces, tres veces más baratas con el objeto de “satisfacer las necesidades del pueblo”, están paralizados. Sólo le proporcionan divisas al gobierno. Para solaz de quienes lo integran. Y para comprar el dólar que antes costaba menos de 5 bolívares tradicionales, ahora es necesario desembolsar medio millón.
Fuente: El Nacional
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