Inspirándose en el ombudsman sueco o el Médiateur de la République de los países francófonos, la Asamblea Constituyente engendró en su parto múltiple a la Defensoría del Pueblo, un organismo cuyo titular está obligado -la bicha mediante- a garantizar el respeto a los derechos humanos y el correcto funcionamiento de los servicios públicos, amén de proteger a las personas de abusos oficiales.
Han desfilado por ese órgano del Poder Ciudadano cuatro titulares (Delia Parra, Germán Mundaraín, Gabriela Ramírez y Tarek William Saab, poeta al bate y, actualmente, a la cabeza del Consejo Moral Republicano) que han destacado más bien como defensores del régimen del cual deberían ampararnos.
Tratando quizá de cambiar la imagen de guardián del cambur, el bardo picapleitos se extralimita para convertirse en "lleva y trae chismoso y enredador", como guaracheaba Celia Cruz. "En las guarimbas se violaron los derechos humanos", fue lo primero que soltó para dejar muy en claro hacia dónde se inclinaba el fiel de su balanza justiciera en relación con los detenidos por los sucesos de febrero de 2014. De allí en adelante, buche y pluma no más.
Apegado al papel que el Ejecutivo ha asignado a cada uno de los representantes del poder ciudadano, y buscando lo que no se le ha perdido, fue a parar a la madriguera de un sindicato sin representatividad ni poder de convocatoria, pero al servicio de los intereses rojitos, con la falsa promesa de mediar entre trabajadores -que en su inmensa mayoría no están afiliados al referido gremio oficialista- y las empresas Polar, en previsión de un conflicto largamente anunciado.
Una arriesgada apuesta porque, como bien explicó Gustavo Guzmán, gerente de Asuntos Laborales de Cervecería Polar, "la Ley Orgánica del Trabajo establece mecanismos para que cualquier grupo canalice por vías regulares los reclamos que considere pertinentes, sin necesidad de acudir a instancias como la Defensoría del Pueblo u otras no contempladas en la invocada normativa" (subrayado nuestro).
Jugando en posición adelantada creyó que había anotado un gol tuiteando al por mayor sesgados pareceres sobre su encuentro con los sindicaleros que intentan alborotar avisperos en la cueva del oso. Pero, el rugido del plantígrado no se hizo esperar para hacer saber que "Tarek William Saab se hizo eco de una parcialidad y difundió declaraciones falsas, injuriosas, sin comprobación y sin tomar en cuenta los argumentos de la otra parte".
Es decir, un funcionario, constitucionalmente impelido a ser imparcial, no sólo tomó partido por una facción, sino que se descalificó como árbitro idóneo para dirimir posiciones en un conflicto azuzado por presiones gubernamentales.
Como sus inútiles antecesores, el vate egresado de la Santa María alardea en su currículo con actuaciones en pro de los derechos humanos que lo acreditarían para defender al puesto, perdón al pueblo. Habría que preguntarle por qué no rompe lanzas, por ejemplo, en favor de los acosados por el Sebin.
Fuente: El Nacional
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