Ayer arribó a Caracas, proveniente de Madrid, una delegación integrada por senadores españoles invitados especialmente por la Mesa de la Unidad Democrática con la intención de conocer sobre el terreno las condiciones en que se encuentran los presos políticos venezolanos encarcelados por órdenes del gobierno de Maduro.
Es un gesto honorable que enaltece el carácter democrático que impera en España y que la gran mayoría de los venezolanos agradece intensamente porque, en verdad, no es nada fácil ni cómodo viajar a un país donde el autoritarismo cívico-militar está acostumbrado a prohibir la entrada de ex presidentes latinoamericanos y diputados y senadores de otros países, así como también a enviados especiales de las Naciones Unidas y de la OEA.
No hay que olvidar, además, que cuando a Maduro no le ha quedado otra alternativa que permitir la entrada a estos ilustres visitantes, entonces los insulta a través de los medios de comunicación, organiza manifestaciones para impedir el paso de la caravana que los transporta desde el aeropuerto de Maiquetía hasta Caracas, e incluso los apedrea y les intimida en la ruta apostando a sus grupos armados que, desde luego, actúan con la cara tapada pero, eso sí, dejando ver abiertamente sus armas relucientes y listas para ser disparadas.
Es una muestra innegable de la cobardía de quienes están en el poder ya que no pueden actuar sino apelando a la fuerza bruta (o más bien brutísima) y a la comandita con grupos irregulares que nadie se explica por qué las Fuerzas Armadas Bolivarianas les permiten portar armas de alto calibre aunque ello esté prohibido por la Constitución nacional. De allí que se necesita ser muy valiente para exponer la dignidad y la integridad física ante estos facinerosos.
El badulaque del defensor de pueblo, un poeta que antes parecía honorable y hoy nada en el fango del fingimiento y la adulancia a Maduro y a los militares que lo rodean, se ha tomado el atrevimiento de intrigar con aire y pose hortera sobre los motivos del viaje de los parlamentarios españoles señalando que vienen a Venezuela como parte de un plan “injerencista” (vaya palabrita que se han inventado estos trotaconventos), cuando en verdad Chávez sí intervino como le dio la gana en Honduras durante la crisis de ese país.
Hasta el avión presidencial le envió a Zelaya para que a costa de los bolsillos de los venezolanos esta marioneta le diera la vuelta al Caribe, lloroso pero bien marinado en whisky 12 años. Eso sin contar con la maleta repleta de dólares que le envió Hugo a Cristina en Buenos Aires.
En verdad, si alguien necesita del apoyo internacional son estos políticos de oposición recluidos en una prisión militar sin el debido proceso. Allí están en condiciones deplorables Leopoldo López y otros opositores con estricta prohibición de recibir visitas. En iguales condiciones están decenas de jóvenes activistas que ejercieron su derecho, consagrado en la Constitución, a manifestar pacíficamente en las calles.
Fuente: El Nacional
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