miércoles, 15 de julio de 2015

Persecución de tuiteros/Editorial El Nacional miércoles 15jul15


Sin que los involucrados la desmientan, sin que pongan su grito en el cielo contra la derecha apátrida, ha circulado una terrible noticia sobre persecución de tuiteros llevada a cabo por Conatel, cuyo jefe se ha esmerado en cumplir una función que no parece cónsona con los servicios de su despacho.


Este ciudadano, tan dicharachero en su reciente intervención frente a los examinadores de la ONU, ha guardado silencio sobre la delación que se ventila en las redes sociales y de la cual es necesariamente responsable. Ni siquiera se ha animado a mentir, como hizo ante la audiencia internacional. Son sus horas de un silencio curioso y ruidoso a la vez.


De acuerdo con esas informaciones que nadie ha desmentido desde las alturas del alicate, o desde la distribuidora de multas, o desde el podio que le niega papel a los periódicos, un grupo de tuiteros ha dado con sus huesos en la cárcel debido al trabajo de espionaje llevado a cabo por los funcionarios que deben velar por el desarrollo conveniente de las comunicaciones.

Han hecho un trabajo digno de mejor causa, consistente en ocuparse de leer los escuetos mensajes de los usuarios de la red social, clasificarlos según el grado de “peligrosidad” y dar con el paradero de sus autores para pasarlo después con pelos y señales a la policía. Animados por semejante servicio, que no es como para provocar orgullo, sino todo lo contrario, con el mandado hecho por los conatelanos convertidos en soplones, los sabuesos buscan a los delatados y los encierran en el calabozo.

¿Qué han hecho los tuiteros detenidos para merecer el oprobioso destino que no esperaban? Solo escriben en 140 caracteres para despojarse de su desencanto y de su rabia ante el mal gobierno.

¿Forman parte de un ejército tenebroso, frente a cuyos intentos se deben tomar medidas perentorias? Andan de su cuenta y desde su soledad divulgando sus reproches y, en no pocos casos, buscando la compañía de un auditorio que no conocen, pero con el cual se sienten identificados. ¿Intentan el derrocamiento del gobierno, o contemplan planes parecidos? Solo se desfogan ante los horrores del entorno, ante las calamidades y las injusticias rojas-rojitas, como para sentir que algo hacen en el combate del mal que los agobia.

En ocasiones fueron severos con sus juicios y no ahorraron epítetos duros contra los señorones del gobierno, en sus trinos no faltó la palabra malsonante, pero no pasaron de tal límite. Si se revisa su time line, verán cómo han peleado y gritado a su modo sin invitar a la asonada.

Pero están presos y, en no pocas ocasiones, han sufrido enclaustramientos extremos que han impedido la visita de sus familiares. ¿Merecen esos tuiteros el encierro? ¿No están detenidos por un delito de opinión que no debe existir en las repúblicas respetuosas de la libertad de expresión? Son preguntas que, en su menester de perseguidores jamás se harán los deplorables confidentes de Conatel que hoy guardan sepulcral silencio sobre sus tropelías. 
Fuente: El Nacional

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