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El guardia del edificio le había recomendado que no subiera a esa oficina, y al día siguiente el agente de seguridad se vio obligado a explicar a los investigadores asignados al caso por qué había hecho esa advertencia.
Había visto subir a cuatro hombres de apariencia sospechosa, dijo Rosalío Cabrera, guardia de seguridad del edificio Paitilla Office Tower, en la ciudad de Panamá “A esa oficina nadie sube, ni mensajero, ni nadie. Me pareció extraño”, agregó en su declaración a los investigadores.
Pero Sergio Schael Medina no le había hecho caso. Había viajado desde Miami precisamente para cobrar una importante deuda en dólares, y le habían citado para que fuera esa tarde a la oficina 1502 del moderno edificio comercial.
El empresario de 33 años quería cobrar rápido. Su paso por Panamá era sólo una breve escala en sus planes de retornar a su nativa Venezuela para comenzar de nuevo, tras probar su suerte en el Sur de Florida.
No volvió a ser visto con vida después de que subió al piso 15.
Su cuerpo fue encontrado a la mañana siguiente en una zona boscosa, a orillas de la Vía Juan Pablo II, una avenida que atraviesa el Parque Natural Metropolitano.
El asesinato, ocurrido en diciembre del 2013, es un trágico ejemplo de los altos riesgos vinculados con las muy rentables pero frecuentemente corruptas transacciones gestadas al margen del estricto control cambiario de Venezuela.
Según las investigaciones realizadas por las autoridades de Panamá y por un equipo periodístico conformado por el website de noticias venezolanos Armando Investiga y el Nuevo Herald, Schael fue a cobrar un dinero adeudado por otro grupo de empresarios venezolanos por transacciones cambiarias.
Pero algo salió mal en la operación. Los operadores en Panamá se demoraban en soltar el dinero, y la insistencia de Schael por recuperar lo adeudado terminó costándole la vida.
“Iba a cobrar una deuda en Panamá de $40,000, tras una transacción cambiaria a través del Cadivi”, informó una fuente del Ministerio Público panameño, en referencia a la Comisión de Administración de Divisas, agencia venezolana que para ese entonces se encargaba de entregar los dólares a tasas preferenciales muy inferiores a las ofrecidas en el mercado negro.
DEUDA A COBRAR
Sergio Andrés Schael Medina —nieto del ex presidente venezolano Isaías Medina Angarita— nació en Caracas en 1980 y desde muy joven mostró una inquieta personalidad. Estudió para ser chef en Inglaterra; complementaba sus ingresos alquilando una mezcladora a algunas empresas constructoras de Venezuela y, por un tiempo, probó suerte en Miami en los fogones del restaurante ‘La Barcelonet’.
Ya para diciembre del 2013, había resuelto volver a Caracas para reunirse con su esposa e hijo.
En su casa, sus familiares le recuerdan como un muchacho colaborador y fraternal. Era buen hijo, pero muy reservado a la hora de hablar de su vida, previene su padre, Alfredo Schael, quien lleva un trecho recorrido clamando justicia en los vericuetos de los tribunales de Panamá y Venezuela.
Pero antes de ir a Caracas había decidido pasar por Panamá para cobrar una deuda que las autoridades piensan que estaba relacionada con las operaciones cambiarias en Venezuela con base a documentos obtenidos en la computadora de la víctima que muestran que ya llevaba algún tiempo realizando ese tipo de negocios.
Entre los documentos se encontraron varios correos que dan cuenta de operaciones y empresas que figuran en la llamada lista Cadivi, que publicó ese mismo organismo como un gesto de transparencia para contrarrestar la retahíla de casos de corrupción que incluso terminaron por cambiarle el nombre a Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex).
Allí figura, por ejemplo, que en mayo de 2012 —año y medio antes del asesinato— Sergio recibió un correo electrónico en el buzón de su cuenta sergio_schael@hotmail.com proveniente del venezolano Carlos Mendoza.
En el correo, Mendoza le giraba instrucciones desde Miami —con copia al correo efrain2005@hotmail.com de su socio Efraín Betancourt— sobre las operaciones de Medhealth y otras empresas que recibieron dólares preferenciales, a una tasa de 4.30 bolívares por unidad, para importar equipos médicos.
“Sergio, en la parte de abajo podrás ver la comunicación entre Roger y la gente de Banesco”, le dijo. “De igual forma Roger está en contacto con Antonio en Venezuela. Gracias, Carlos”, así se lee en el correo electrónico que ahora forma parte del expediente que lleva la justicia panameña.
El asesinato ocurrió año y medio después de esa transacción, y según una breve nota que la víctima dejó en el apartamento propiedad de su familia en Miami, el monto que Schael había ido a cobrar en Panamá era substancial, mucho mayor que los $40,000 que aparecen en los expedientes de las autoridades panameñas.
En una nota amarilla autoadhesiva, Sergio escribió el nombre del empresario venezolano Juan Carlos Moniz, y “$ 625.000”. También aparecía la dirección exacta de la misma oficina que fue a visitar el día que desapareció. “Av. 8va sur. Calle 56. Torre Paitilla - Oficina 1502”.
EL VIAJE
Schael era fuerte, inspiraba respeto. No en vano mantenía la disciplina de ir al gimnasio. No obstante, había decidido que era mejor no viajar sólo a Panamá, ante lo que se vislumbraba podría llegar a ser un encuentro algo desagradable.
Su amigo, Jean Carlos Amaro, dijo que Sergio le había llamado para que le acompañara a Panamá para cobrar una deuda que, de acuerdo a su testimonio, sumaba $40,000.
Amaro viajó desde Caracas a Panamá y se reunió allí con Schael. Fue así como el 10 de diciembre del 2013 tocaron juntos a la puerta del apartamento que Moniz tenía en el Edificio Oasis Tower de la capital panameña.
No fue Moniz quien salió a abrir la puerta, sino su socio Luis Román Fermín, también venezolano y sobre quien actualmente pesa una orden de captura en Panamá.
Según el relato de Amaro, Román pasó el teléfono a Sergio para que hablara directamente con la persona que estaba buscando. Pero la conversación se tornó acalorada.
Sergio exigía los dólares y no parecía ser apaciguado por su interlocutor. La conversación telefónica tomó un tono violento, Sergio reclamó con rudeza el pago de la deuda contraída meses atrás.
Como respuesta, Moniz solicitó a Schael Medina que acudiera al día siguiente al edificio Paitilla Office Tower, donde se ubicaba su empresa Invertrade. Allí, prometieron, le entregaría el comprobante de pago de la deuda.
La tarde siguiente se presentaron en el edificio y allí fue cuando Cabrera le recomendó que no subiera.
A pesar de la advertencia, Schael Medina acudió a la cita en la oficina 1502, no si antes pedirle a su amigo que si no regresaba en 15 minutos llamara a la policía.
Ese tiempo transcurrió y Schael Medina no bajó.
Una de las funcionarias judiciales que participó en la investigación explicó que, según la narración de Amaro, “transcurrieron 15 minutos sin que su amigo bajara y decidió subir a la oficina, pero no lo encontró por ningún lado; bajó y conversó con el guardia del citado edificio. Ambos subieron al piso 18, bajaron las escaleras hasta el piso 15, tocaron a la puerta, pero nadie salió, y debido a que su amigo Sergio no aparecía, en horas de la noche fue a denunciar su desaparición”.
Al día siguiente recibió una llamada de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) de Panamá, pidiéndole que compareciera el reconocimiento del cadáver de su amigo.
En el protocolo de necropsia, elaborado por la doctora Lineth J. Saldaña, se señala que Schael Medina murió producto de un “choque hemorrágico, perforación cardíaca y de la arteria aorta torácica”, así como por “una herida penetrante por proyectil de arma de fuego en el tórax”.
Igualmente se determinó que Schael Medina murió en un intervalo entre 4 y 21 horas desde su desaparición.
Un dato clave también fue aportado por el guardia de seguridad: vio salir del edificio y a toda velocidad, el automóvil Land Rover de Román Fermín. Las imágenes de los videos de seguridad confirmaron esta afirmación.
Igualmente reportó la salida del edificio de los cuatro extraños que le habían llamado la atención. Dos bajaron por la escalera y dos por el ascensor. Los misteriosos personajes nunca fueron debidamente identificados, a pesar de las imágenes capturadas por la cámara de vigilancia del ascensor del edificio Paitilla Office Tower. Las autoridades judiciales aseguraron que identificarlos fue imposible, a pesar de que también son citados en un extraño episodio de compra de esposas plásticas.
DISPAROS Y SANGRE
Durante la inspección ocular realizada en la sede de Invertrade al día siguiente del hallazgo del cadáver, los técnicos del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses encontraron un impacto de proyectil de arma de fuego cerca del zócalo del piso, manchas de sangre en el baño y el auricular del intercomunicador colgando.
Tras analizar los rastros de sangre, se comprobó que pertenecía a Schael Medina.
Por su parte, la secretaria de la casa de valores, Raquel Yurami Lancheros, de nacionalidad colombiana, declaró al ser interrogada que el 11 de diciembre su jefe, Luis Román Fermín, le había dado la tarde libre, alegando que se realizaría una reunión. Nada sabía del joven venezolano que había sido citado.
Al día siguiente, la sorpresa de Lancheros fue grande al llegar a la oficina y encontrar todo desordenado, objetos rotos y manchas de sangre, según contó a los investigadores. Al preguntarle a su jefe, éste le respondió vía chat que había sido “una discusión acalorada”. Y a pesar de que le aseguró que iría a la oficina ese día, no lo hizo.
Las pesquisas posteriormente determinaron que el Land Rover con matrícula AH-1639 de Román Fermín había pasado a manos de una compañía aseguradora, como consecuencia de un presunto accidente ocurrido el 28 de diciembre, solo unos días después de la muerte de Schael Medida.
La empresa aseguradora pagó $10,700.59 a la firma Finance & Venture, con la que Román Fermín tenía un contrato de leasing o arrendamiento financiero. Según el agente de instrucción que siguió el rastro del vehículo, Román Fermín firmó el informe del accidente; es decir, iba conduciendo el vehículo y tras el accidente lo dejó abandonado.
El vehículo, sin embargo, aportó importantes evidencias sobre el caso. Había rastros de sangre de Schael en el asiento trasero y el maletero del vehículo.
¿JUSTICIA?
Pese a las evidencias, Moniz y Román Fermín siguen libres tras haber huido de Panamá.
La Fiscalía Cuarta Superior formuló cargos contra los dos por el delito contra la vida e integridad personal y secuestro. Sin embargo, la solicitud de la Fiscalía no fue acogida íntegramente por el Segundo Tribunal de Justicia.
El fallo del 6 de febrero de 2015 del citado tribunal exonera, de forma provisional, a Juan Carlos Moniz Ayala, mientras mantuvo la posición de la Fiscalía de abrir causa criminal contra Luis Román Fermín.
El fallo del Segundo Tribunal fue apelado por la Fiscalía, y en estos momentos se espera un nuevo pronunciamiento. Sin embargo, las medidas cautelares dictadas contra Moniz fueron levantadas y una fuente que solicitó el anonimato, informó que la Fiscalía ha recibido llamadas de personas que preguntan sobre la estatus jurídico de Moniz Ayala.
La empresa Invertrade Asset Management no parece haber sufrido acciones judiciales que impidieran la continuidad de sus actividades.
Siguió operando, aunque dejó de cumplir las obligaciones con el ente regulador. Según reportes de la Superintendencia del Mercado de Valores de Panamá (SMV) obtenidos durante esta investigación, la empresa fue sancionada con una multa de $12,350 por haber incumplido la obligación de presentar sus estados financieros y otros informes a la Unidad de Análisis Financiero (UAF), durante los meses de abril, mayo y julio de 2014.
Cinco meses más tarde, los apoderados especiales de la firma solicitaron la liquidación y cese de operaciones voluntaria de la casa de valores, que funcionó en Panamá desde el 17 de junio del 2011.
Alfredo Schael, el padre de Sergio, se lamenta de que no se investigó lo sucedido como parte de una organización criminal para desaparecer y asesinar a su hijo, con el objetivo de evitar el pago de la misteriosa deuda.
Igualmente cita la paralización de la petición a Interpol para capturar a los sospechosos.
Su desconsuelo no tiene límites al sentir que la justicia eludió el caso de su hijo. Siente que intervinieron intereses económicos e influencias que Venezuela exportó a Panamá.
Este reportaje de investigación contó con el apoyo de Open Society Foundations y la reportería de Grisel Bethancourt en Panamá, y Joseph Poliszuk y Katherine Pennaccio en Caracas
Cort. El Nuevo Herald
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