Fue difundida como una gran acción la visita que hizo la canciller al secretario general de las Naciones Unidas el viernes. Como siempre y es costumbre en este régimen, la funcionaria del gabinete de Nicolás Maduro difundió por su Twitter una foto de ella muy sonriente con Ban Ki-moon. Le entregó una carta, luego de varias semanas de dimes y diretes por el decreto que alborotó el avispero en toda la vecindad caribeña.
Hay que saludar esta medida de la Cancillería venezolana. Se trata de un procedimiento ajustado a lo que indica la diplomacia, porque al fin usa los canales regulares y reacciona de la manera indicada. Dirigirse al secretario general de la ONU es una acción que seguramente le sugirieron algunos de los expertos que quedan en el Ministerio de Relaciones Exteriores a la titular del despacho. Es una medida con el espíritu del Acuerdo de Ginebra firmado en 1966, y no con el militarismo de repartir soldados aquí y allá. Es obvio que el Decreto 1787 posee una procedencia que tiene más que ver con el verde oliva y una cachucha.
Decimos que los pocos diplomáticos que quedan le hicieron la sugerencia al gobierno porque la Cancillería está desmantelada desde hace mucho tiempo. Maduro como titular fue prueba de ello. Antes se contaba con expertos que trabajaban por años los temas importantes para Venezuela y sus relaciones con los países vecinos. Muchos eran realmente eminencias en lo que se refiere a delimitaciones con el Caribe, y las oficinas trabajaban incansablemente para cumplir al menos dos objetivos: hacer respetar los intereses de Venezuela en su zona natural, pero también establecer relaciones fundadas en el cariño de pueblos hermanos que se tratan con deferencia. Si estuvieran allí los diplomáticos de carrera con esa experiencia, no haría falta que el presidente ordenara la creación de ninguna comisión para estudiar el caso.
El Caribe siempre estuvo en la lista de prioridades de muchos cancilleres venezolanos, pero no porque nos haya recitado la evolución de las negociaciones con Guyana en la Asamblea hay que pensar que Maduro sabe algo del asunto. Su canciller también es una novata. Pero esta vez escucharon la voz de la sensatez y actuaron en consecuencia. Solicitarle respetuosamente al secretario general de la ONU su intervención oportuna para echar a andar de una vez por todas el mecanismo acordado del buen oficiante es algo que debió hacerse desde el mismo momento de la desaparición física de Norman Girvan (fallecido en abril de 2014), si es que querían realmente hacerle ver al país que les interesa el Esequibo y nuestro reclamo histórico.
Cuando respondió Colombia y seguramente las otras islas con las que tenemos disputas limítrofes, entraron en pánico. Frente a nosotros, además del mar Caribe, hay otros países a los que les hemos servido como buenos vecinos desde tiempos inmemorables, pero con los que tenemos asuntos pendientes y que también se ven afectados por una medida compulsiva como la creación de las zonas de defensa marítimas supuestamente para defendernos de las pretensiones guyanesas y de la Exxon.
Como sea, a la pelea con Guyana se le vieron todas las costuras, porque el objetivo invocado de reclamar nuestros derechos ante un gobierno vecino y una expresa petrolera no tiene consonancia con el abandono de años en que la diplomacia venezolana ha dejado nuestro reclamo del Esequibo.
Fuente: El Nacional
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