Ya hemos llegado al terreno de las locuras, a la antesala del precipicio en el que la lógica deja de existir y se instala el demonio de la improvisación que todo lo permite. Con un presidente que no escucha a sus consejeros y una canciller que da pena ajena, no queda sino encomendarse a Dios para enderezar el rumbo de nuestra diplomacia.
Todo lo que había construido (para bien o para mal) el finado Hugo Chávez está por el suelo. Desde la llegada de Maduro al poder, por testamento rubricado en Cuba, la política nuestra en el Caribe está moribunda. En cuanto a Centroamérica ya los gobiernos de esos países nos miran con asco luego de haber recibido ingentes transfusiones de petrodólares. ¿Malagradecidos? No, diplomacia dura y pura, fría y calculadora.
Con Brasil estamos camino al barranco luego de que se supo que Lula y Hugo se reunían para hablar no propiamente del futuro de sus pueblos, sino de los negocios que las grandes empresas brasileñas emprendían en Venezuela: 20 viajes de Hugo a Brasil y 16 de Lula a Venezuela para afinar los contratos. ¿Era Lula el beneficiario o Chávez? No, su entorno se ocupaba de manejar en la trastienda los hilos de estos negocios multimillonarios y de recoger las abultadas ganancias. Civiles y militares alimentaron sus bolsillos a costa del erario público como nos enteramos ahora, gracias a la prensa y, en especial, a la red de periodismo de investigación que florece, para desgracia de los corruptos, en toda América Latina.
Hoy la prensa se encuentra ante otra gran encrucijada. El gobierno de Maduro maneja los asuntos internacionales según convenga a sus inmediatos intereses internos, ya sean económicos, políticos o electorales. Esto convierte el trabajo informativo en una gran trampa que el gobierno y sus militares adjuntos seleccionan a su antojo. Si un diario o un periodista revela parte de la cloaca que se esconde detrás de una rueda de prensa presidencial, entonces es acusado por “un patriota cooperante” de ser traidor a la patria, agente de una potencia extranjera o un enemigo pagado por la derecha recalcitrante. Esto conduce, tarde o temprano, a la cárcel ya que Maduro y su gente controlan la cúpula del Poder Judicial.
La agencia Efe informaba ayer que “el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, calificó de desafortunada la comparación que Nicolás Maduro hizo de los colombianos que van a ese país con los miles de inmigrantes africanos que tratan de llegar a Europa por el Mediterráneo”.
El mandatario agregó que si se hace una comparación en los dos lados de la frontera, entre Venezuela y Colombia, “la situación es al contrario”. Según Santos, “cuando uno compara los indicadores económicos, el crecimiento económico entre uno y otro país, la generación de empleo, la disponibilidad de los productos básicos, la inversión, la productividad de la economía, en fin, la situación entre uno y otro lado de la frontera, lo que podría indicar es lo contrario, que habría unas migraciones hacia este lado de la frontera”.
Fuente: El Nacional
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