Lo que les faltaba por expropiar: los partidos políticos. ¿Cómo no se les ocurrió antes? Se habrían quitado de encima muchos problemas y además contarían con un historial electoral de indiscutible transparencia. También le habrían ahorrado a Tibisay muchos malos ratos y noches en vela. En fin.
Se apropian de los símbolos, en el caso de los de Acción Democrática, de larga data en nuestra historia. Quizá, en el fondo, el supremo intergaláctico lo único que quería era ser adeco, los odios extremos están muy cercanos al amor.
Tal vez es una versión de “psiquiatría politológica” de eso que Sigmund Freud llamaba “la envidia del pene” (esto explicaría también por qué los Castro). El caso es que, muy al estilo de la antigua URSS, también habrá que reescribir la historia del partido y rediseñar sus símbolos, comenzando por el escudo: el lema de “por una Venezuela libre y de los venezolanos” debe ser cambiado por el de: “por una Venezuela de los rusos, iraníes y cubanos”. El eslogan de “pan, tierra y trabajo” por el de: “a pasar trabajo”.
La representación del hombre del pueblo cuyo bienestar tanto movilizó a la tolda blanca, ya no será Juan Bimba, ese personaje que se pierde en la historia de la mitología popular incluso antes de que el humorista gráfico Medo (Mariano Medina Febres) –a quien se le atribuye su versión gráfica– lo plasmara. Existía ya como leyenda en el oriente del país, supuestamente haciendo referencia a un personaje que al que se tildaba de tonto y mentecato. De allí pasó a ser representación del pueblo humilde de Venezuela (no deja de ser significativo el metamensaje).
Juan Bimba, con pantalones brincapozos, alpargatas y sombrero de cogollo, era el emblema del hombre rural, que para comienzos del siglo pasado constituía una parte considerable de nuestra población. El partido Acción Democrática, hoy víctima de la expropiación oficialista, lo adoptó como emblema de sus aspiraciones en la defensa de la gente del pueblo, del anhelo de progreso y libertad tan largamente pospuesto para las inmensas mayorías.
Pues bien, ahora tendremos en su lugar a Pran Bimba, la representación más acabada del hamponato político que se adueña de todo lo que no es suyo, de la ausencia de toda forma de honestidad y ética.
Ya no son solo los fondos públicos, las reservas de oro, las empresas, las tierras, los canales de televisión, sino también los partidos políticos. Y se pregunta uno de cara a las elecciones: ¿por qué ese afán de querer dar carácter democrático a lo que –hasta los que lo defienden– saben que no lo tiene? ¿No sería más fácil y relajado para todos –además de un gran ahorro muy provechoso para Pran Bimba– el designar en cadena nacional la nueva Asamblea Nacional?
Entre los símbolos más emblemáticos de AD está su himno, letra de Andrés Eloy Blanco y música de Inocente Carreño. Su letra la conocemos hasta los que no simpatizamos con el partido blanco, representa el sueño que alguna vez tuvo el país de darle un lugar digno a la gente humilde relegada durante tanto tiempo. Seguramente el bufete tendrá también que cambiarle la letra, particularmente en esta estrofa:
Para el hombre y mujer del partido
cuatro formas no más tiene el pan
pan y escuela, su luz, pan y techo,
pan y tierra, su amor, tierra y mar.
Que debería quedar así:
Para el hombre y mujer del partido
cuatro formas no más tiene el Pran
Pran-escuela, sin luz, Pran arrecho,
Pran y guerra, dolor ¡y a votar!
Sería interesante que estudiaran, por último, para terminar de darle sentido a la versión oficial del partido adeco, la posibilidad de agregarle a sus siglas la “N” de “nacional”, para que así quede constituido de una vez por todas el nuevo ADN.
Tomada de: TalCualDigital
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