En la carrera de salarios vs inflación siempre salen perdiendo los salarios. Cuando el aumento de la canasta básica es mayor que el aumento salarial, no solo se anula el incremento, también se pierde parte del salario anterior y a las familias que viven de un ingreso fijo les sobra mucho mes al final del sueldo.
Cuando se castiga el salario también se castiga la actividad económica. La inflación erosiona el poder adquisitivo, contrae el consumo privado, reduce la actividad productiva y desata un círculo vicioso difícil de atajar. Al no haber suficiente demanda las empresas ajustan sus nóminas al nivel de producción que pueden vender, el ritmo de la economía se desacelera y, si se contrae aún más la capacidad adquisitiva, esto lleva a una contracción que finalmente puede desembocar en una prolongada recesión.
Un aumento del salario real mueve la economía y ayuda a vencer la recesión. Quienes viven de un ingreso fijo tienen mayores necesidades insatisfechas y cuando reciben un aumento de sueldo tienden a gastarlo todo. Por eso, el salario no puede ser considerado solo como un costo de producción más: es la principal fuerza motriz del consumo privado y de la demanda agregada y un aumento salarial contribuirá a la reactivación económica siempre y cuando no sea inmediatamente trasladado a los precios.
Por lo tanto, para obtener más ganancias no hay que aumentar los precios sino los salarios y así dar margen para reactivar la economía en un círculo virtuoso de mejores salarios, mayor demanda, mayor producción, mayores ventas, más ganancia y mejor rentabilidad.
Pero en los hechos ocurre todo lo contrario. Los precios suben pero los salarios no se ajustan de inmediato. El aumento, además de ser tardío, no compensa la pérdida del poder adquisitivo. Los asalariados reaccionan con retraso y cuando por fin logran una compensación ya ha perdido buena parte de su ingreso.
No me suban más el sueldo pero paren la inflación es el grito de obreros, funcionarios, profesionales, técnicos, gerentes y todo aquel que vive de un ingreso fijo. Prefieren que no decreten más aumentos pero que paren la inflación para al menor preservar su poder adquisitivo. Los aumentos por decreto se vuelven pura ilusión monetaria: nominalmente se gana más pero realmente se puede comprar menos.
Solo si están respaldados por incrementos en la productividad, el aumento nominal de los salarios se traducirá en un incremento del poder real de compra en los hogares y en una mejora de su calidad de vida y bienestar.
Tomada de: TalCualDigital
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