EZIO SERRANO PÁEZ / IDEAS EN LIBERTAD 28JUN2020
“Dios…enséñame a envejecer y morir con dignidad”
(De la oración para los ancianos
Es el año 2052. Han transcurrido 53, desde la llegada de la revolución al poder. El 92 aniversario de Maduro y el 94 de Diosdado, han sido celebrados con mucha pompa, pese a los focos de resistencia que aún hacen alarde: Mantienen las negociaciones exigiendo el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres con un CNE equilibrado. Los promotores del cambio están encabezados por el joven de 68 años, Juan Guaidó, presidente interino, quien dice tener el apoyo de 72 países, lo cual incluye al nuevo presidente norteamericano Yack LaLanne (hijo). A la distancia de 45 años, desde la aprobación de la reelección indefinida, el tema del poder es un asunto de ancianos.
Si bien los venezolanos se mantienen chapoteando como en las arenas movedizas de un tiempo gelatinoso, el mundo no se detiene. El turismo espacial está de moda (en otras latitudes). La noticia del día es la inauguración de otro centro comercial en Marte. Es el Centro Marciano para el Comercio Intergaláctico, especializado en la distribución de dispositivos para congelar la existencia y seguir gozando con un Avatar atemporal. El señor Walt Disney, recientemente descongelado, estará a cargo de los festejos cósmicos de la inauguración.
Entre tanto, la edad promedio del venezolano es la misma del Presidente Interino: 68 tacos envidiables hasta para un hippie inmortal del tipo Mick Jagger, en camino a sus 200 años. El Parto en Línea ha dejado de ser el sufrimiento de algún infeliz procurando enviar un mensaje a sus hijos en el exilio. Ahora es algo muy serio. Esto ha dado origen a las bachaqueras del vientre: mujeres que se embarazan en línea, por encargo, luego tele transportan a sus recién nacidos a cambio de las divisas que le permiten sobrevivir en el país del tiempo gelatina. Pero las madres pudientes también usan el mecanismo. Ocurre que pocas quieren dejar sus hijos en el país de la gerontocracia, el envejecimiento de la población es la consecuencia.
Se aproxima el 4 de febrero del 2052 y la gerontocracia se prepara para celebrar el sexagésimo aniversario de la gloriosa gesta. Es el cuadragésimo quinto de la reelección indefinida, aprobada con modificación constitucional. Los fastos conmemorativos de tan fecundas fechas, habrían de cerrar con una reunión extraordinaria del CONANREV, (Consejo Nacional de Ancianos Revolucionarios). Aunque muchos se burlaban de aquel consejo, señalando que lo formaban sujetos que no podían, aunque querían. Otros lo calificaban como el Museo de la Ambición Senil.
El CONANREV sustituyó a la Asamblea Nacional Constituyente tras 40 años de sesiones, sentando las bases jurídicas de la nueva república. Algunos sobrevivientes pasaron a formar parte de tal Consejo. La novísima institución fue concebida para aprovechar la vasta experiencia política acumulada por los venerables ancianos que conformaban el tren ejecutivo. Todos eran miembros activos y honorarios del Partido en el poder. Electos por votación directa y libérrima, en elecciones organizadas por el CNE con Luis Fuenmayor Toro como rector presidente, quien para el momento sobrepasa cómodamente los 100 años de vida útil.
Los más severos críticos del CONANREV señalan que este organismo fósil se había “desviado” de sus nobles propósitos iniciales. Tal era el reconocimiento popular de estas “desviaciones pequeño-burguesas”, que el organismo pasó a ser denominado Consejo de Ancianos Sinvergüenzas en el Poder, (CONASEP) pues allí se concentraban los más astutos, procaces e inescrupulosos. Eran capaces de cualquier triquiñuela para mantenerse en el mando. Competían entre sí para probar quien era el más habilidoso utilizando los recursos públicos para sus propios fines. La ambición de poder alimentaba su manifiesta longevidad.
Con la proximidad de los fastos del 4 de febrero, se había corrido la voz sobre la materia a tratar en aquel consejo extraordinario del CONANREV, aunque no era usual que existiera agenda previa, pues el Rey del Consejo podía reunirlos cuando quisiera y para tratar lo que se le ocurriese. Ya casi todos los convocados de siempre se encontraban en el amplio salón provisto de equipos para primeros auxilios, médicos y enfermeros de la isla, dispuestas a colocar oxigeno a los oradores de turno. Las barras también eran asistidas por paramédicos. Estaban conformadas por distintos sectores de la sociedad civil enmohecida pero activa: En las gradas, una pancarta exigía pensiones y salarios justos. Pagos de deudas originadas 50 años atrás.
Ya en la sesión extraordinaria, se presentó el anciano Presidente Obrero. Hubo exclamaciones guturales, voces entrecortadas, imposibilitadas de alcanzar el nivel de un grito fervoroso. Algunos casi lograban aplaudir ayudados por los temblores naturales de sus cuerpos. Otros, ordenaban con una mueca a sus herederos y asistentes que lo hieran por ellos. Y no faltaban los que permanecían abstraídos, procurando recordar por qué y para qué estaban allí. Alguien los había trasladado, por si acaso tuviesen que votar y ejercer la democracia. También había los que aplaudían de pié, soltando brevemente el bastón o su trípode. Y hasta desde las sillas de ruedas aplaudían con la mayor energía posible. La sabiduría de los años que se respiraba en el lugar, sólo parecía menguar con el influjo de los olores a orine o excrementos provenientes de las bolsas de drenaje o colostomos, que algunos de aquellos recios luchadores sociales debían incorporar en sus faenas.
Para la fecha, aún el Presidente Obrero despertaba las pasiones naturales de un crudo invierno. Dirigía aquel Consejo. Aún cumplía su misión. Su espíritu de sacrificio y desprendimiento eran ilimitados, como lo era la reelección de su liderazgo. Erguido en el pódium, colocó su trípode a un lado y su respectiva bolsita de excrementos sobre la mesa, justo al lado del micrófono. Con voz sibilante, se dirigió a los presentes:
El Presidente Obrero: ¡Compatriotas, jóvenes camaradas! Los de siempre, los enemigos del pueblo, los agentes del imperio, nuevamente conspiran contra nuestra revolución. Esta vez atacan en dos frentes combinados. Por una parte, lograron infiltrar sus agentes entre el personal doméstico del palacio de gobierno. Nuevamente querían asesinarme interviniendo en mi dieta diaria. ¡Mírenlos! ¡Allí están los criminales!
Con mano trémula, señaló hacia el recodo donde su guardia presidencial mantenía esposados al cocinero de palacio y dos de sus ayudantes. Centenares de ojos, que sumaban miles de años, se clavaron sobre la inerme presencia de aquellos infelices, supuestamente involucrados en la conspiración del momento. Según la información extraoficial, esta última conspiración descubierta, en su fase inicial, consistió en despojar al Presidente de su prótesis dental para eliminar los malos olores. Pero en realidad, el Presidente Obrero la habría dejado olvidada en la papilla prescrita por su geriatra.
Tras mostrar a los indiciados, hubo convulsiones en el salón de reuniones del CONANREV. En las barras se procuraba vocear la consigna de rigor:
¡Oxígeno, marcapasos o prótesis… igual pelaremos!
La algarabía se hizo sentir, pero también el inminente desmayo y asfixia de algunos de los presentes. Por ello, Jorge Rodríguez usó su bastón para golpear con fuerza la mesa próxima, llamando al silencio. Así podría continuar hablando el Presidente Obrero. Recuperada la calma el líder continuó:
El Presidente Obrero: El otro frente de conspiración desarrollado por la oposición eterna, es la insistencia en un CNE equilibrado que permita un referéndum revocatorio de mi mandato. Sobre esto quiero ser muy claro y enfático. ¡Aceptamos el reto! Que recojan las firmas por quintuplicado y ya Jorge ha sido designado para la revisión. ¡Vamos a dar la pelea! ¡Los volveremos a derrotar democráticamente!
Nuevamente la excitación general. Las guturaciones, los gritos entrecortados, las risas de júbilo y alguna prótesis dental desprendida de su lugar. La arenga pronunciada por el Presidente Obrero causó furor en el ambiente, pero también trajo consecuencias, por fortuna ya esperadas:
A muchos se les debió proporcionar ventilación, otros reclamaron oxigeno. Y no faltó quien acudiera a las endógenas e hidropónicas flores de Bach. En el área dispuesta para el público y las asociaciones civiles, las barras temblorosas de AsopróstaR (Próstatas Revolucionarias) y la Asociación de Puretos Pensionados Oficialistas, (Asopureto) procuraban gritar sin lograrlo del todo. Mas a la derecha, los miembros de la Asociación Nacional de Viejitos Agradecidos (Asoviagra), hacían temblar su bandera, en tanto las “miembras” de Asovidias, Asociación Nacional de Viejitas Diablas y Socialistas, procuraban hacer llegar una petición al estrado presidencial: solicitaban cambiar su viejo por uno nuevo y una ley retroactiva para regular la osteoporosis. En poco tiempo reinó el caos y se hizo necesario pedir más ambulancias.
Referencias
Imagen: obra “Mourning” de Umberto Boccioni
Tomada de: Ideas en Libertad
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