RAMÓN RIVAS AGUILAR / IDEAS EN LIBERTAD 28JUN2020
A:
Arturo Hidalgo, geólogo venezolano
Hace 67 años vio en el horizonte el potencial
De la revolución de la lutita y las fuentes alternas de energía
En el vasto imperio
La destrucción de Petróleos de Venezuela, fue el resultado de una estrategia teórica, política e ideológica de origen revolucionario y bolivariano (1998-2020), cuyas raíces se develan desde la década de los ochenta y los noventa.
Por lo que no fue ninguna sorpresa que el gobierno revolucionario y bolivariano, presidido por el teniente coronel Hugo Chávez Frías, diseñara un marco institucional con la finalidad de desmantelar de forma deliberada, consciente y sistemática a PDVSA y así recuperar el control del Estado sobre la industria petrolera nacional: el control de la renta para impulsar la construcción del socialismo del siglo XXI; para estimular un marco multipolar con el fin de frenar la “ambición imperial” de los EEUU de apoderarse del mundo y para impulsar el espíritu rentista a escala internacional. Sin duda alguna, para ellos, PDVSA “neoliberal y tecnocrática, era un Estado dentro del Estado”, un obstáculo para alcanzar esos propósitos, por lo que era vital desmontar esta corporación de energía en “manos de los imperios petroleros de occidente”.
Sin embargo, la destrucción de Petróleos de Venezuela fue de tal magnitud histórica, tan gigantesca, que Venezuela como país petrolero, una de las más importantes en el hemisferio occidental, desapareció del escenario petrolero mundial. Para nada se alteró desde el punto de vista coyuntural y estructural la dinámica petrolera internacional: abastecimiento, precios y cambios geopolíticos. Para nada. Qué ironía. Que dirán los genios del rentismo que anunciaron a la nación que con el gobierno de Chávez se configuraría una “nueva gobernabilidad “ que establecería los cimientos de la Venezuela rentista y productiva, como una unidad dialéctica, mutua e inmanente, con unos impactos extraordinarios en las fuerzas económicas y sociales nacionales e internacionales.
Una industria petrolera para la nación sin partidismo y sin tecnocratismo. No obstante, los resultados fueron un desastre histórico. Se impuso el ícono de la nueva PDVSA: “roja rojita”. Hoy, “Venezuela, país petrolero”, en manos de una minorías de militares y civiles, no produce petróleo, ni gasolina ni gas. Una industria quebrada totalmente que no tuvo ningún impacto en la internalización para estimular la capacidad productiva de la nación. Cómo y porque se llegó a una situación de tal naturaleza que condujo a una hecatombe: Venezuela dejó de ser un país petrolero. Para los genios del rentismo, el negocio era vender petróleo y capturar renta para los propósitos que se habían propuestos los revolucionarios y los bolivarianos. Qué paradoja. La nación no produce petróleo y, como consecuencia, no existe renta. Para una comprensión de tan lamentable circunstancia, es vital una retrospectiva de hechos históricos:
El clima intelectual que se desató entre las décadas 80 y 90 en contra de PDVSA, en contra de la internacionalización, en contra de la apertura petrolera, en contra de la meritocracia, en contra de la ciencia y la tecnología y en contra de la orimulsión, fue impactante y significativo como para generar en la conciencia política de los venezolanos una matriz de opinión negativa en contra de una empresa petrolera “neoliberal y tecnocrática”. Para la izquierda revolucionaria, la más radical y dogmática, la universitaria, y una izquierda moderada compartían la tesis que PDVSA constituía un “Estado dentro de Estado” favorable a los intereses de las corporaciones petroleras transnacionales. Esa idea, la comprarían también hombres ligados al sistema democrático venezolano. Según ellos, se corría el riesgo que los gerentes y tecnócratas que dirigían la industria petrolera nacional (1976-1998), con una agenda corporativista e imperial, desplazarían al estado rentista, a la democracia de partidos y al sistema mercantilista y empresarial que se subsidiaba con los ingresos petroleros. Estaban convencidos, “hombres de izquierda y de derecha”, que se impondría la hegemonía del capital y desparecería el Estado rentista. Fue una contraofensiva histórica PDVSA (1976-1998), en la que salieron beneficiadas unas minorías de militares y civiles de la izquierda bolivariana del país, con la conquista del poder, en las elecciones presidenciales, que se realizaron en el mes de diciembre de 1998.Los revolucionarios y los bolivarianos tenían una agenda petrolera estatista, rentista y anticapitalista, antimperialista y nacionalista, cuyo objetivo era prescindir, en definitiva, de la industria petrolera nacional en manos de “agentes liberales y neoliberales al servicio de las corporaciones petroleras mundiales”. La campaña presidencial fue propicia para el candidato de la izquierda nacional, el Hugo Chávez Frías, para anunciar uno de sus eslogan petroleros: acabar con Citgo.
Por lo tanto, una vez en el poder el objetivo del gobierno revolucionario y bolivariano, era borrar de la nación la industria petrolera nacional, en manos de “liberales y neoliberales con una agenda imperial”. Ahora, el Estado tendría el control de la industria petrolera, de la renta y en manos del pueblo, revolucionario y bolivariano. El Estado socialista, colectivista y comunal, sostenido con la renta petrolera. Lo lograron. Pero, los impactos de esa decisión de destruir a Petróleos de Venezuela para construir una sociedad socialista, petrolera y rentista y productiva, fueron nefastos para el porvenir de la provincia de Venezuela. Dicho de otra manera, borraron del mapa energético del planeta a Venezuela con una gigantesca industria del petróleo y unas reservas inmensas. Los genios del rentismo, los responsables intelectuales de esa tragedia histórica, se les ocurrió con el mayor descaro culpar al gobierno constitucional que preside Nicolás Maduro (1912-2020), el causante de la destrucción de la industria petrolera nacional. Asimismo, lo señalaron como el promotor de su privatización tal cómo se hiciera en la IV República. Por supuesto, que existe corresponsabilidad del gobierno de Nicolás Maduro en esa tan lamentable decisión histórica de desmantelar Petróleos de Venezuela para convertir a la nación en “la más grande potencia petrolera del mundo”.
Un esfuerzo inútil que llevó a Venezuela a convertirse en la más insignificante de las naciones en el escenario mundial de energía. Por tanto, no es tan cierta la matriz de opinión que se construyó a nivel nacional en torno a las razones que provocaron el descalabro de la industria petrolera del país: corrupción, inmoralidad, despilfarro, desvío de objetivos, piratería, ineficiencia, improductividad, improvisación y militarización. No. Esos aspectos, fueron las consecuencias periféricas de un Estado, de un gobierno, de un partido, de unos revolucionarios y bolivarianos, que se nutrieron teórica, política e ideológicamente del enfoque marxista y rentístico para suprimir a petróleos de Venezuela e instaurar un sistema socialista, colectivista y comunal, cuyo modelo de desarrollo dependería de la renta petrolera. Una doctrina que se fortaleció y consolidó a lo largo de la década de los ochenta y los noventa. La razón es obvia: en un Estado socialista bolivariano con los más pulcros y honestos hombres de la ciencia y la tecnología, dirigiendo la industria petrolera, definitivamente, irían al fracaso total. En una sociedad de tal naturaleza, sin propiedad privada, sin división del trabajo, sin el intercambio y sin precios de mercado, teóricamente el cálculo económico es imposible. El problema era de orden político: tomar el poder por la vía revolucionaria o democrática con el propósito de desmontar la industria petrolera nacional y así crear una “nueva gobernabilidad” para echar los cimientos de un Estado colectivista y comunal. Esa fue la intención histórica que se desplegó desde de 1980 hasta alcanzar el objetivo estratégico entre 1999 y 2020.De igual modo, tampoco es cierto la otra idea que manejó las élites políticas al sugerir al gobierno que medidas como el incremento del precio de la gasolina, del IVA y la eliminación del control de cambio, evitaría el desmoronamiento de la industria petrolera nacional. En ese sentido, tales medidas, generarían ingresos suficientes para el mantenimiento de las operaciones en la empresa petrolera y para el gobierno cubrir sus necesidad administrabas, en general. No. De ninguna manera, por cuanto era vital la destrucción de petróleo de Venezuela y, como consecuencia la restitución del Estado rentista y una nueva forma de gobernabilidad “: la PDVSA “roja rojita, dentro de una perspectiva socialista fue incapaz estructuralmente de preservar la Venezuela rentista y productiva. Por tanto, fue fracaso total.
Lo que sorprende es el ascenso y la caída histórica de un proyecto político de origen revolucionario y bolivariano, que tuvo el control de la industria petrolera, de la renta y un mercado petrolero mundial favorable para incrementar significativamente los ingresos petroleros y así continuar con la faena revolucionaria a nivel nacional y mundial. Entre el 2004 y el 2012, una abundancia fiscal entusiasmó el espíritu mesiánico y fundamentalista del gobierno revolucionario y bolivariano, despertando la ilusión de que habría renta petrolera por unas cuantas décadas y, como consecuencia, aceleraría la revolución socialista en el país con proyección planetaria. Esa fue la idea que le vendieron los genios del rentismo al gobierno constitucional de Rafael Hugo Chávez Frías: “los precios del petróleo en el mercado mundial crecerían de una forma tal que se mantendrían en el tiempo”. Por lo que dispondrían de una cuantiosa renta petrolera que manejaría directamente para profundizar y consolidar su tesis del el socialismo bolivariano del siglo XXI y su proyección planetaria. Asimismo, contaría con la faja petrolífera del Orinoco para abastecer por muchos años la maquinaria industrial de la tierra. Por lo que la renta petrolera sería cuasi infinita. Un error teórico y práctico que generó la más grande catástrofe que se le haya ocasionado a un país en la historia del petróleo en el mundo: esfumar a Venezuela como país petrolero del mapa del oro negro a escala global. En esa dimensión, coincide el experto petrolero Luis Oliveros quien expresa:
Chávez y Maduro creyeron en un imposible. Para Luis Oliveiros (experto petrolero), un grupo de asesores le prometió a Chávez cosas imposibles de cumplir como que el barril iba a vender a 2OO dólares, o que se iba a producir 6.ooo.ooo de barriles diarios. Vendieron una cantidad cosas que eran prácticamente imposible que se cumplieran, y lamentablemente , ambos compararon las ideas y consejos de esos supuestos asesores, expertos petroleros que estaban muy equivocados de lo que estaba ocurriendo en nuestra empresa y en el mercado petrolero (Luis Oliveiro. “pedevesa es la gallina de los huevo s de oro que no se cuidó” En: noticiero Digital, 27-5-2020.
Cómo fue posible que los genios del rentismo, los mercaderes del saber, hayan cometido tamaño error intelectual, con el conocimiento a la mano de cómo se estaba comportando el mercado petrolero mundial como para tener una idea mínima de que era inevitable por razones coyunturales y estructurales una caída acelerada del precio del barril en el mercado mundial y, como resultado, una baja cuantiosa de la renta petrolera con efectos devastadores en la economía del país y en los intereses materiales, mercantiles y financieros, que se habían promovido con naciones tanto de Occidente como Oriente, enemigas de la libertad, de la democracia y del libre mercado. La obsesión rentista y tercermundista enturbió el juicio de los genios del rentismo, al desconocer por omisión o por ignorancia las gigantescas transformaciones estructurales que se estaban gestando en el panorama petrolero planetario.
Asimismo, otros expertos petroleros con el mayor cinismo responsabilizan a las sanciones y al coronavirus, poder y biología, el quebranto de la industria petrolera del país. No. La “Venezuela petrolera” fue devastada de forma deliberada, consciente y sistemática entre 1999 y 2020, sin perder de vista que esa intencionalidad se manejó históricamente desde de la década de los ochenta y los noventa.
Dentro de esa perspectiva, tan lamentable y dolorosa, una Venezuela que perdió el horizonte vital que definió su personalidad histórica con el ícono del petróleo, en el siglo XXI, no tiene opción histórica en un escenario petrolero, complejo, difícil y competitivo, como el que se vive hoy en el mundo; con un mercado diversificado; con nuevas fuentes de energía; con una revolución energética (la lutita); con naciones petroleras que canalizan sus sociedades más allá del oro negro. No va a ser fácil un resurgimiento geopolítico para un país petrolero como fue Venezuela, que mantuvo una importancia fundamental en el escenario energético mundial. Hoy, constituye un factor insustancial sin ninguna trascendencia en el mercado petrolero planetario.
No obstante, un último esfuerzo para revertir esa tragedia histórica que se le ocasionó a la nación, el gobierno bolivariano y revolucionario, presidido por el presidente constitucional Nicolás Maduro (2012-2020), presentó al país y al mundo una “Propuesta de restructuración de Petróleos de Venezuela. S. A. Marzo 2020”.Un documento oficial, redactado por la Comisión Ejecutiva de planificación de Petróleos de Venezuela, de aproximadamente 64 páginas. En pocas palabras, se pudiera sintetizar la naturaleza de una propuesta que enardeció el espíritu de los genios del rentismo: privatización. El documento oficial comienza con una exposición de motivos que revela cuán equivocado tuvo el gobierno bolivariano y revolucionario en socavar a Petróleos de Venezuela con la intención de consolidar y fortalecer el Estado rentista y su influjo en la constitución de la Venezuela productiva y socialista.
”Actualmente la producción de petróleo dejó de ser estratégica para el mundo en vista de la existencia de nuevos productores y la decadencia de la producción nacional”.
Como se puede apreciar, la dinámica de mercado y causas internas, las razones que provocaron la pérdida del liderazgo del petróleo venezolano en el mercado mundial de energía. En otros términos, las sanciones y el coronavirus, nada que ver con lo que le ocurrió en país con el desmoronamiento de la industria petrolera nacional. Más adelante, el documento expresa que:
“Ante esta situación, para lograr tal objetivo de incrementar la producción de petróleo y devolverle a Venezuela el rol protagónico en el mundo petrolero se hace necesario y urgente en la restructuración de Petróleos de Venezuela”.
Qué ironía. Precisamente, Petróleos de Venezuela entre 1976 y 1998, se convirtió en una gigante corporación de energía con repercusiones significativas en la era global. Pero, los genios del rentismo se empeñaron de forma sistemática en el plano de la teoría y la praxis política en señalar el perjuicio histórico que generó Petróleos de Venezuela en la vida nacional. Por lo que era fundamental eliminarla con el propósito de constituir la Venezuela rentista y productiva. El resultado de esa decisión histórica, lo revela el documento oficial “Propuesta de Restructuración de Petróleos de Venezuela S. A. En fin, un documento que se debe examinar con espíritu crítico para evaluar la importancia que allí señala el papel esencial de la empresa privada para la recuperación del petróleo venezolano y su rol en un mercado petrolero muy competitivo, con una tendencia hacia nuevas fuentes de energía y con la posibilidad de visualizar en un futuro inmediato un nuevo paradigma energético.
En todo caso, la Venezuela del futuro que está germinando de forma espontánea desde el presente, constituye un reto intelectual para unas minorías, unas generaciones que tiene la responsabilidad histórica de revelar a la nación una sociedad republicana, liberal, federal, de libre mercado, de libre comercio, más allá de la mentalidad y la praxis minera que cautivó el ánima de los venezolanos a la lo largo del siglo XX y parte del tercer milenio.
Por tanto, es vital una profunda revolución capitalista que le devuelva al venezolano la propiedad del suelo y del subsuelo, en forma absoluta, de todos los activos y la riqueza en manos del Estado. Mientras el petróleo esté en manos del Estado y los políticos se encarguen de la redistribución de los ingresos petroleros, jamás será posible en Venezuela una sociedad auténticamente libre sin los residuos del estatismo, del rentismo, de los caprichos de sus gobernantes y de los sótanos del orden natural. Ayer la propiedad era tribal; luego, imperial, en manos de la corona y sus príncipes y monarcas; posteriormente republicana, estatal y colectivista y comunal, respectivamente.
Hoy, el petróleo debe estar en manos de sus hombres y mujeres para negociar libremente con quien tenga interés en explotarlo y comercializarlo. En otras palabras, que se promueva mediante una reforma institucional el derecho de propiedad del petróleo desde el Estado hacia los ciudadanos. Y en ese nuevo escenario construir la Venezuela capitalista, republicana, federal liberal, civilista, democrática, de libre mercado y de libre comercio, en sintonía con los cambios inmensos que se están gestando en la era global. Los venezolanos debemos darnos la oportunidad histórica de labrar un destino vital más allá del estatismo, del rentismo, del tecnocratismo y del colectivismo.
En fin, la historia enjuiciará a los genios del rentismo, como los responsables intelectuales de esa hecatombe histórica, quienes de forma intencional, premeditada, pensada, madurada y exprofeso desde la década de los ochenta y noventa, propiciaron una matriz de opinión en contra de PDVSA, como una industria en manos de los intereses petroleros imperiales”. Por tanto, había que desmantelarla y de esa forma restituir el control absoluto de la renta petrolera con la finalidad de estimular una nueva forma de gobernabilidad para hacer del petróleo el motor del desarrollo integral desde una perspectiva socialista, colectivista y comunal. En efecto, PDVSA fue destruida y se restituyó el poder del Estado sobre la industria petrolera nacional. Sin embargo, estos genios del rentismo, los mercaderes del saber, nunca imaginaron lo que significaría esa decisión deliberada para el futuro de la Venezuela petrolera: la destrucción de la Venezuela del petróleo y su desaparición del mapa del oro negro mundial.
Hoy, no existe la Venezuela rentista, colectivista, comunal ni la Venezuela productiva que intentaron crear a través del mecanismo de la internalización. Todo ello basado en una teoría, en una idea, en una creencia, en una ideología, en una política y en una praxis rentista por recomendación de los llamados genios del rentismo. Esto condujo a la más grande catástrofe histórica que hizo desaparecer a Venezuela del escenario petrolero internacional. Una catástrofe histórica que nunca debió ocurrir.
Referencias
Imagen: obra “The Vision of the Valley of Dry Bones” de Paul Gustave Doré
Tomada de: Ideas en Libertad
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