Xabier Coscojuela/TalCual
Santa OPEP haznos un mila- grito. Mientras unos venezolanos le rezan a José Gregorio Hernández, otros a la Chinita, algunos más a la Coromoto y más allá a la virgen del Valle, el cogollo maduro-cabellista amaneció hoy implorándole a la Santa OPEP que acuerde una reducción de la producción del crudo y ver si, de esa manera, se logra parar el descenso en los precios del barril petrolero.
La preocupación no es invento nuestro.
Enviaron al canciller, que sí sabe de petróleo, a realizar un periplo mundial para convencer a los socios de la necesidad de reducir la producción. También incluyeron en las conversaciones al camarada Vladimir Putin. Suponemos que antes de iniciar este viaje, apelaron a los buenos oficios de santeros y paleros para que las palabras de Rafael Ramírez tuvieran mayores efectos. Creemos que también deben estar rezándole a Alá, así está de difícil la cosa.
La razón de todo esto es que las cuentas no les dan. Aseguran que pueden soportar un precio del barril mucho menor, pero la realidad los desmiente. La mayoría de los venezolanos han tenido que soportar un año muy duro. Los desmanes, el derroche y la corrupción que signaron los años de gobierno del difunto presidente Hugo Chávez, y que se mantienen en la actualidad, tenían que pasar factura en algún momento.
Si el país vive desde hace tiempo entre el desabastecimiento y la inflación más grande del mundo, todo ello con un barril petrolero que se cotizó a casi 100 dólares en buena parte de este año, el futuro cercano no puede pintar peor.
Se juntaron el hambre con las ganas de comer. Un gobierno necesitado de dinero para seguir con la ilusión “revolucionaria” y un barril que viene palo abajo y parece que no detiene todavía su caída. Por eso todos los ojos rojos rojitos están puestos hoy en Viena, donde se reúnen los países de la OPEP. Allí esperan que se produzca un milagro que haga que entre todos acuerden bajar la producción para que así el petróleo recupere algo su precio. Pero las cosas no parece que van por ese camino.
La caída en los precios, según la versión de los “revolucionarios”, tiene que ver con que los sauditas parecen estar metidos en una conspiración, aliados por supuesto con el imperio, para bajar los precios y poner de rodillas a Putín, al presidente iraní Hasán Rouhaní y al heredero. Ese es el cuento que le gusta echar a Maduro. Siempre hay alguien conspirando contra los nobles fines de la jerarquía roja rojita.
Ellos no son responsables de nada.
Claro está que si al precio del petróleo le hubieran aplicado la ley de precios justos, pues el barril no habría alcanzado los valores que llegó a tener, y el petróleo de esquisto seguiría durmiendo tranquilo en las rocas que lo almacenaban. Hizo falta un Andrés Eloy Mendez a escala mundial para poner “orden”. Las agallas fueron muy grandes. Se creyeron que el precio podía seguir subiendo cada vez más, pero ese mismo incremento desató lo “peor” del capitalismo e hizo rentable y apetecible extraer un petróleo que ahora inunda el mercado y baja los precios.
Los maduro-cabellistas están muy preocupados por los efectos ambientales que puede tener la extracción del petróleo de esquisto.
Hay algunos camaradas que aseguran que este tipo de extracción puede ser responsable de los próximos terremotos. La verdad que no sabemos si esta teoría de los sismos sea cierta, en cuanto a movimiento de las capas tectónicas de la Tierra, pero sí es evidente que está generando por lo menos temblores en la cúpula roja rojita.
Veremos si las gestiones del canciller logran evitar el terremoto, pero todo indica que no será así.
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