miércoles, 10 de junio de 2015

Antonia Gerena Rivera fallece en Kendall a los 115 años de edad

HOWARD COHEN/hcohen@MiamiHerald.com
Antonia Gerena Rivera tenía 8 años cuando Ford Motor Co. produjo el primer auto Modelo T.
El Titanic salió a navegar en su primer –y único– viaje 12 años después de su nacimiento, el 19 de mayo de 1900, en la región de Loíza, Puerto Rico, hija de José Félix Gerena y Basilia Rivera.
Cinco días después de su nacimiento, se inauguraron los segundos Juegos Olímpicos modernos en París.


Gerena Rivera, madre de ocho hijos, murió el 2 de junio en Kendall a los 115 años y 14 días. Fue reconocida por el libro Guinness de récords mundiales y el Grupo de Investigaciones Gerontológicas como la quinta persona más vieja del mundo hasta su muerte, además de otras estadísticas impresionantes que incluyen:

▪ Fue la mujer más anciana de Puerto Rico hasta la fecha. Solo Emiliano Mercado del Toro, fallecido en el 2007, con 115 años y 156 días, vivió más que ella.

▪ Fue la residente más vieja de Florida de todos los tiempos, superando el récord de Matthew Beard de 114 años y 222 días en 1985. Su familia la trajo de Puerto Rico a Florida hace unos 30 años. Vivió en Clewiston durante un tiempo con una de sus hijas, ahora difunta, y luego en Miami. Solo dos ancianas estadounidenses vivas han pasado de esta edad: una en Michigan, y la otra en Nueva York.

“Esto es asombroso, estamos sorprendidos”, dijo su nieta Jennie Jiménez. También los estadísticos se sorprenden.

“Hay más de 7,000 millones de personas en este planeta. Solo cuatro tienen documentado su nacimiento probando que tienen 115 años de edad o más”, dijo Robert Young, director de la División de Investigación y Base de Datos de Supercentenarios del Grupo de Investigaciones Gerontológicas.

Por supuesto, la primera pregunta que uno le hace a su bisnieta es: ¿Cuál fue el secreto de su longevidad?

Los genes, claro. Ella es de una familia de personas longevas. Su hermano Francisco Genera Rivera, veterano de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, nació en 1898 y murió a los 105 años en el 2003. Otra hermana suya vivió hasta los 103 años y sus dos hijas sobrevivientes, Carmen y Fe, tienen 90 y 89 años, respectivamente.

Los genes explican los elementos incontrolables. Pero, ¿creería usted que un trago diario de brandy influyó en eso?

“Era una mujer fuerte y trabajadora”, dijo Jiménez. “Me gusta decir que murió con los pantalones puestos. A decir verdad, tenía una voluntad muy fuerte. Bebió brandy todos los días hasta que cumplió los 110 años”.

Hasta hace poco, antes de una neumonía que la enviara al hospital, Gerena Rivera vivía con su hija Carmen –la madre de Jiménez– quien todavía está llena de energía.

“Mi madre estaba muy apegada a ella”, dijo Jiménez. “Toda su comida tenía que hacerse puré, porque ella no tenía dientes, pero ella pedía que le dieran carne de puerco. ‘¡Tú no me das carne nunca!’, decía ella. Pero nosotras sí lo hacíamos. Estaba molida. Y ella nunca se dio cuenta”.

A los 102 años, Gerena Rivera, cuyos ancestros venían de Islas Canarias, viajó con Jiménez a Puerto Rico, su isla natal, para visitar a su hermana menor María Gerena Rivera de Avilés, quien estaba enferma en un hogar de ancianos.

“Mi abuela no tenía artritis ni presión alta ni colesterol. Se asombró por ver a su hermana en ese estado. Le acariciaba la mano y le decía: ‘Más nueva que yo’. Yo la llevé a varios pueblos de Puerto Rico. Fuimos a la playa, y ella iba conmigo dondequiera que yo iba”, dijo Jiménez.

El viaje le trajo muchos recuerdos. “Le preguntaba sobre algo del pasado, y una esperaría que se le hubiera olvidado. Se tomaba algún tiempo, y cuando una menos lo esperaba te contestaba la pregunta... y se acordaba de los nombres”.

En particular, le gustaba hablar de la Primera Guerra Mundial.

“Así conoció a su esposo”, explicó Jiménez. “En esa época había una base militar en San Juan, y las mujeres usaban vestidos largos, y ella se paseaba por la Plaza y los soldados estaban allí. Así fue como ellos se conocieron y empezaron a tratarse”.

Después de la Primera Guerra Mundial, Gerena Rivera trabajó de maestra en una escuelita rural en el interior de Puerto Rico. Estudiantes y maestros tenían que cruzar un río y caminar por un terreno difícil. “No era como esas bellas escuelas de hoy en día, especialmente en las montañas. Ese fue el tipo de maestra que ella fue en Puerto Rico”.

Gerena Rivera tuvo en noviembre de 1917 a su primogénita Isabelle, quien murió en abril del 2010, en Merritt Island, a los 92 años. Jiménez es una de los 27 nietos sobrevivientes, y ella ha perdido la cuenta de cuántos bisnietos y tataranietos hay por ahí. “Ella dejó a mucha gente por todo el mapa”.

Y esta mujer llena de vida –a los 105 años, podía tocarse los dedos de los pies, y a los 110 caminaba con apoyo– dejó al sur de Florida una historia maravillosa, dijo Young, el gerontólogo.

“Uno no tiene por qué conformarse al estereotipo del anciano confinado a una silla de ruedas”, dijo. “Su historia podría servir muy bien de inspiración a otros”.

El Nuevo Herald

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