viernes, 19 de junio de 2015

Pese a la crisis, la oposición no logra capitalizar aún la decepción del chavista

EDUARD FREISLER/Especial el Nuevo Herald

CARACAS.- Antes ni siquiera se podía hablar con ellos. Poseídos por un espíritu de superioridad, los chavistas que se matriculaban en la Universidad Central de Venezuela (UCV) al inicio de la Revolución Bolivariana paseaban por los pasillos de la casa de estudios en Caracas con una arrogancia y hostilidad que a veces terminaba en violencia ante quienes se atrevían a expresar una opinión adversa.


“Los chavistas eran salvajes, dogmáticos y golpeaban a los estudiantes que se les oponían”, recuerda Juan Requesens, líder estudiantil en la universidad y una creciente figura de la oposición política.

Hoy es diferente. Se ha producido un cambio significativo y los estudiantes que simpatizan con el chavismo ahora están dispuestos a escuchar críticas, y algunos incluso han comenzado a buscar alternativas políticas ante el evidente colapso económico y social por la que atraviesa Venezuela bajo el gobierno de Nicolás Maduro.

Pero el cambio aún no significa que los chavistas decepcionados con Maduro estén migrando hacia las filas de la oposición, cuyos líderes siguen siendo vistos con hostilidad por muchas de las personas que fueron seducidas por el discurso populista del fallecido presidente Hugo Chávez.

Según Requesens, eso significa que a la oposición aún le queda mucha tela por donde cortar. “Tenemos que seguir las visitas a los barrios”, dijo el joven dirigente en referencia a los sectores pobres de Caracas.

Los comentarios de Requesens coinciden con los datos de los últimos sondeos de opinión que muestran que la caída vertiginosa en la popularidad de Maduro no logra engrosar significativamente las filas de la oposición.

Solo el 11 por ciento de los venezolanos considera que la gestión de Maduro es buena frente a un 74 por ciento que la califica de pésima y mala y un 14 por ciento que dice que es regular, según una encuesta de la firma Datincorp.

No obstante, la proporción de venezolanos que no se sienten identificados con ninguno de los actores políticos del país suma un 29 por ciento, tasa que supera ampliamente las lecturas a favor del gobierno y a favor de la oposición.

Según Requesens, la oposición necesita comprender mejor las mentes de los chavistas para ver cómo pueden desenredar los profundos lazos que muchos de los que apoyan a la revolución sienten aún con Chávez, quien murió de cáncer hace más de dos años.

Y el proceso podría llegar a ser una tarea abrumadora dados los profundos nexos afectivos que muchos de ellos aún mantienen con el fallecido gobernante.

Pese a la aguda crisis económica que mantiene los estantes de los supermercados vacíos, son muchos los chavistas que añoran la gestión de Chávez.

“Este parque de béisbol lo construyó el ‘Comandante original’”, dijo Elba Díaz refiriéndose a Chávez, al mostrar una de las obras que su gobierno ejecutó cerca del barrio pobre de Petare.

Pese a la crisis, Díaz sigue considerándose como una chavista y cuando un periodista le preguntó si lloró con la muerte de Chávez, la mujer contestó con un susurro: “Sigo llorando”.

A diferencia de otros chavistas desilusionados con la gestión de Maduro, Díaz rechaza cualquier crítica a la revolución. “Tenemos que aguantar y proteger los logros de la revolución”, afirma, al aludir a la oposición “capitalista”.

Juana Castro, una enfermera del Centro de Salud Integral la Urbina, clínica construida por Chávez, también continúa defendiendo a la Revolución a capa y espada, mostrando en el proceso una vehemencia que en ocasiones le lleva a perder su voz.

“Si la oposición regresa al poder, nos quitarán todo a nosotros. Ellos sólo quieren seguir acumulando dinero”, lamentó en voz alta.

De acuerdo con Castro, Chávez y Maduro dieron a la clase de los “no privilegiados” no sólo seguridades sociales en forma de vivienda, cuidado de la salud y alimentos subsidiados, sino también una oportunidad para vivir una mejor vida”.

“Ahora todos, incluso los pobres, tienen oportunidades para una vida mejor,” asegura la enfermera.

Para Díaz, el Cabletren, un pequeño tren que conecta la estación de Metro en Petare con los suburbios de ranchos apiñados en las colinas que miran desde arriba a Caracas, simboliza perfectamente lo que la Revolución hizo por los pobres de Venezuela.

Mientras viaja sobre las barriadas, el rostro de Elba es iluminado por una sonrisa. El tren con aire acondicionado se ha construido para los pobres. A Elba no le importa que al gobierno le falten los fondos para construir cinco de las siete estaciones planeadas.

“Nos falta dinero, materiales y trabajadores”, dice un ingeniero supervisor que se presenta a sí mismo como Daniel.

“Nos tomó un año construir las primeras dos estaciones”, agrega con franqueza Daniel mientras mira con algo de frustración colina arriba, donde se suponía que estuviera el resto de la vía. El gesto es claro: si la construcción de las primeras dos estaciones duró más de un año, las cinco siguientes pueden tomar un gran tiempo para construirse.

Cuando se le preguntó de dónde el gobierno obtendrá el dinero para todos los proyectos concertados por Chávez, Castro responde “Petróleo”, haciéndose eco de la opinión de Díaz.

Si hay alguna crítica de la revolución, está dirigida directamente a Maduro, quien, de acuerdo con muchos chavistas, no es lo suficientemente enérgico.

“Maduro no se asegura que los proyectos se terminen a tiempo y en muchos casos deja gente impune por su comportamiento irresponsable”, dijo el también chavista Humberto Navas.

“Maduro no tiene la visión, la capacidad intelectual, ni el carisma de Chávez”, agregó.

Cort. El Nuevo Herald

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