El empeño de la cúpula del poder de permanecer en el poder a cualquier costo, haciendo caso omiso de una crisis en todos los órdenes, y negada a emprender un giro sustancial para atender la delicada situación que sufre nuestro país, eleva la importancia de la movilización nacional y las elecciones parlamentarias
Los actuales inquilinos del poder han sido capaces de una operación desbastadora de la economía nacional, pero no de ofrecer un método alternativo y viable.
Su retórica anti-capitalista los ha llevado a destruir las fuerzas productivas nacionales, pero no hay ningún atisbo que esa capacidad de producción desmantelada sea sustituida como no fuera por vía de las importaciones cuando había con que, de allí que no hizo falta que viniera algún enemigo del gobierno a realizar una acción en contra de la producción nacional.
Si hoy contamos con menos de la mitad de las empresas de producción de bienes y servicios que existían hace dieseis años esa es una responsabilidad que hay que atribuírsela principalmente a los equipos de gobierno de ese lapso han cometido una secuencia de errores de política económica, a cual más grave y de efectos demoledores.
El gobierno se la pasa buscando a quién echarle la culpa de sus propias torpezas, pero cada día hay menos gente que se crea su cuento. Estamos frente a la demostración palmaria de las consecuencias negativas de un empeño estatista y de control a ultranza de la economía.
Se ufanan de haber impuesto un control precios a buena parte de los productos y servicios, pero el resultado ha sido un desborde inflacionario, y ahora hiperinflacionario, que vuelve sal y agua los ingresos familiares.
El control de precios no sólo no ha detenido la inflación sino que ha tenido una consecuencia más grave, la pretensión de que se produzca por debajo de los costos ha deprimido la producción nacional, lo cual a su vez ha alimentado la escasez y la especulación. No al revés, como pretende el gobierno.
El control de cambio ha sido un fracaso más rotundo. Se supone que su función era preservar el fondo de divisas de nuestro país, pero que resulta que no ha habido mayor fuga de capitales que la operada en más de una década de control de cambio. Ello sin contar la verdadera insensatez del esquema de cambios múltiples, que ha introducido distorsiones gigantescas en el funcionamiento de la economía.
No hay negocio más rentable que conseguir dólares baratos para venderlos caros, más aún con las brechas cada más amplias entre las diferentes tasas de cambio. La consecuencia perversa es que se desalienta el emprendimiento de actividades productivas dado que las rentísticas son imbatibles en este esquema perverso.
Sin la menor prudencia se ha manejado el gasto público soñando con un alza de los precios petroleros casi infinita, a pesar de la volatilidad del mercado de hidrocarburos, que deberíamos conocer por nuestra historia pasada, incluida la más reciente.
Se actuó con la mayor irresponsabilidad en el gasto y, peor aún, en el endeudamiento externo e interno, lo que ante el cambio del panorama internacional nos coloca con unos niveles de déficit público de carácter astronómico, al igual que en endeudamiento externo, que la situación crítica que están pasando a este respecto países como Grecia parecen juegos de niños ante las alarmantes cifras venezolanas.
Como si esto fuera poco, la entrada en el ciclo infernal o en el coctel tóxico de recesión, inflación, déficit público, deuda externa, pretendiendo detener sus efectos perversos con controles (de precios, de cambio), un manejo irresponsable de la política monetaria (la maquinita de imprimir dinero sin respaldo operando sin parar), o soñando que con confiscaciones, intimidaciones o medidas represivas se va a obligar a la economía al antojo de los gobernantes de turno, ya muestra efectos de reversión graves del mejoramiento del ingreso familiar y la reducción de la pobreza.
Como ha dicho alguien, la pobreza también ha mostrado se volátil, sobre todo cuando su reducción no es estructural sino echando mano a elementos coyunturales de sostenibilidad dudosa. Este es un drama que pone de bulto el fracaso económico del actual régimen, que insensatamente se niega a aceptar que la gravedad de la situación obliga a una rectificación a fondo, que no bastan pañitos calientes ni “correr la arruga” a la espera de nuevos tiempos.
El empeño de la cúpula del poder de permanecer en el poder a cualquier costo, haciendo caso omiso de una crisis en todos los órdenes, y negada a emprender un giro sustancial para atender la delicada situación que sufre nuestro país, eleva la importancia de la movilización nacional y las elecciones parlamentarias para lograr la creación de una escenario de cambio democrático a partir de la puesta en evidencia de una nueva mayoría que le abra cause.
alberto.lovera@gmail.com
Cort. TalCualDigital
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